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Los hombres-cocodrilos
Ustedes a lo mejor se preguntarán, ¿ahora PF publica artículos de ciencia ficción? No, nada de eso, los hombres cocodrilos son una realidad científica.
Este asunto comenzó porque puse en mi página de Facebook una nota que decía “Mar para Bolivia”, cosa completamente justa y razonable que todos los chilenos de bien deben compartir. ¿Pero van a creer? Me cayó una lluvia de insultos. Sólo un conocido que no es tan grosero, me dijo: “Estás loca, ¿por qué les vamos a regalar a los bolivianos nuestra tierra, nuestro mar, nuestra soberanía, que las ganamos con nuestra sangre?”. Yo pensé: “Y también con la sangre de ellos, por cierto”.
Mejor no contesté, hay cosas que no se pueden contestar. Pero le conté el caso a un amigo culto e inteligente y él me dijo: “Eso no tiene nada de raro, es el cerebro reptiliano que todos llevamos dentro. Y los reptiles son conocidos por defender su territorio de la manera más brutal”.
-¿Cómo; cuál cerebro reptiliano?
- Mira, me explicó, es que los seres humanos tenemos tres cerebros o tres partes de un mismo cerebro. Gracias a la evolución de las especies, salimos del estado de reptiles -cocodrilos, lagartos, culebras, lagartijas y otros de la misma familia- y finalmente llegamos a la condición de seres humanos. Pero nuestro cerebro conserva tres capas o zonas. Vestigios de un pasado lejano que todavía mantenemos. ¿No has visto cómo de repente una persona se transforma en bestia? En Chile tuvimos bastantes ejemplos durante la dictadura y aún quedan muchos. Es el retroceso en la escala evolutiva que se produce a veces en los seres humanos. Todos llevamos ese cerebro reptiliano, pero algunos logramos mantenerlo bien controlado, y otros no.
Me puse a investigar -en Internet, por supuesto-. Confirmé lo siguiente: el cerebro reptiliano es la herencia de nuestro pasado compartido con los reptiles. Se encarga de las funciones básicas para la supervivencia: comer, atacar o huir, sexo y sobre todo, proteger el territorio. Como es anterior al lenguaje, sus impulsos son instintivos y brutales. Es la parte más antigua del cerebro, el primero que la naturaleza nos proporcionó, hace unos 500 millones de años, junto con los reptiles. Ellos son la especie animal con menor desarrollo del seso.
La siguiente capa, ya más evolucionada, es el cerebro mamífero, que está directamente relacionada con las emociones, y la capa más moderna es el neocórtex, el lugar en el que ocurre el pensamiento. El hecho de que puedas leer y comprender este texto significa que tu neocórtex está funcionando. Esta capa controla los procesos de alto nivel como la lógica, la creatividad, el pensamiento abstracto y el lenguaje.
Los tres cerebros están superpuestos e interconectados entre sí. A veces y dependiendo del caso, el cerebro reptiliano se impone. Cuando le tocan el territorio, el cocodrilo se vuelve loco.
Eso les pasa a muchos chilenos con el asunto del mar para Bolivia. Naturalmente, el cocodrilo no es capaz de darse cuenta de que haber entregado gratuitamente el 50% de su subsuelo a diez mineras, nueve extranjeras y otra del yerno de un ex dictador, es mucho más grave, pues implica entregar la soberanía económica del país a intereses ajenos. El reptil reacciona solo en forma primitiva: “Este es mi terreno, es un pedazo de tierra muy preciso que me pertenece y lo defiendo rociándolo con orina”. Lo mismo hacen casi todos los animales. Si un perro que huele un árbol siente el olor del meado de otro perro, entenderá que el territorio tiene dueño.
Por eso, en este diferendo con Bolivia va a haber una masiva afluencia de hombres-cocodrilos hacia la línea de la Concordia, que parece ser el territorio que estos reptiles consideran amenazado. No se sabe todavía si todos van a poder llegar tan lejos. O quizás deberían optar por sistemas más modernos y prácticos: los barcos de la Armada podrían llevar sus bodegas llenas de orina previamente recolectada entre estos cocodrilos patriotas.
El hedor va a ser repugnante. Y como los bolivianos parece que controlan mucho mejor sus cerebros reptilianos, lo único que harán será reírse de los cocodrilos y decir “Bueno, ya nos marcaron el pedazo que nos tienen que entregar, que es mayor que el que vamos a pedir a la Corte Internacional. Porque en su afán de marcar sus territorios, estos bichos mearon hasta en Copiapó”. Mejor que mejor, piensan los astutos bolivianos, que no en vano tienen a un presidente indígena, genuino representante de su pueblo, y a un vicepresidente que es el político joven más capaz, brillante y valiente de toda América Latina. Y el más guapo, agrego, yo siempre atenta a esos importantes detalles, como ustedes habrán notado.
Todo arreglado, se dicen estos jóvenes dirigentes, ahora nos toca discutir con Perú, pero no importa, al fin y al cabo ese pasillo pegado a la línea de la Concordia, si alguna vez fue peruano, no tiene mayor valor económico. Y además ellos ya consiguieron otro pedacito de mar y los chilenos se quedaron con un trozo de costa sin mar, si es que alguien entiende lo que es eso.
Margarita Labarca G.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 846, 4 de marzo 2016)
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