Punto Final, Nº813 – Desde el 19 de septiembre al 2 de octubre de 2014.
Documento sin título
Buscar
Ultimo Editorial

Homenaje

Carta al director
Ediciones Anteriores.
En Quioscos
Archivo Histórico
Acto Miguel Enríquez

Regalo

La huella del miedo

 

Con relación a la colocación de una bomba en un lugar y hora de alto tránsito de personas, hay dos cosas en extremo raras: que nadie se adjudique la acción y que se diga que tal atentado no tiene propósitos políticos.
 Como ya se comienza a ver, el mecanismo que cobardemente atacó a gente común y corriente ha tenido el esperable efecto de detonar un sinnúmero de medidas y, lo más probable, es que al cierre de este episodio, las libertades civiles y los derechos de las personas y de ciertas organizaciones, terminarán severamente conculcados.
Todo por una bomba cuyo efecto alteró dramáticamente la vida de gente que en apariencia no tiene nada que ver con ese atentado, pero en el fondo, sí tiene que ver: el blanco elegido son personas comunes y normales.
Ser malpensado en estos tiempos es una medida profiláctica que se hace obligatoria. Y esta mínima medida de autoprotección nos lleva a suponer que si el blanco no es contra alguna entidad nítidamente señalada, es porque la advertencia es para todos.
La detonación en la estación Escuela Militar del Metro es un mensaje político que busca activar el miedo de la gente. Y lo que venga de aquí en más, hasta que pase la paranoia, será un continuo de sospechas y objetos extraños que promoverán una ininterrumpida movilización de los agentes policiales a cargo de controlar ese tipo de acciones; mediante esa forma vicaria, se controlará lo que pase en la política.
De manera simultánea, las modificaciones de la agenda que dominaba la acción política hasta hace algunos días, serán de tal magnitud, que darán un respiro a las carteras que mostraban rasgos de cierta complejidad en sus cometidos.
Ni cortos ni perezosos, los voceros de la ultraderecha insinúan que los culpables de ese acto cobarde hay que buscarlos entre quienes enfrentaron a la dictadura y en los movimientos y organizaciones de estudiantes. Cobardemente, buscan que el miedo genere una vinculación que relacione las luchas del pueblo chileno con el terrorismo. Sin embargo, los únicos terroristas que conoce el país son aquellos que sostuvieron la dictadura y utilizaron las más diversas maneras de asesinar: dinamitaron, quemaron, cercenaron, degollaron, mutilaron. Si hay que buscar a quienes por cultura son capaces de semejantes actos criminales, está claro en la historia de Chile que están en la ultraderecha.
Sólo la endemia de la cobardía es capaz de haber sostenido, amparado e impulsado una de las más atroces matanzas registradas en la historia del país. Y ese hecho indesmentible da pie para la sospecha más precisa. Ni el más trastocado de los militantes de Izquierda, a menos que hablemos de una persona con sus facultades mentales perturbadas, elegiría semejante acto de barbarie para expresar supuestas opiniones revolucionarias.
La seguidilla de bombazos sin autor tiene como propósito causar miedo, cuyo flujo es orientado por los medios de comunicación del duopolio -hace no mucho coludidos en maquillar las barbaries de la tiranía-, para atacar los movimientos estudiantiles.
Y no es casual que así sea. Son los estudiantes quienes han logrado acorralar al sistema político entre sus ofertas falaces y las propuestas transformadoras que el movimiento social exige. Entonces se le cede la palabra a la acción desestabilizadora, en el convencimiento que toda agenda será prontamente modificada y toda manifestación, por insignificante que sea, será criminalizada por la vía cobarde de relacionar una cosa con la otra.
No resulta extraño que fiscales, que se suponen personas con cierto criterio, adelanten juicios respecto de supuestos colectivos anarquistas sobre la base de prejuicios que bordean la irresponsabilidad.
El propósito de quienes han acudido a sus brazos armados hasta ahora en estado de apresto, no es otro que deslegitimar al movimiento estudiantil, único al que el sistema no ha podido cooptar.
Este escenario supone una grave advertencia: la situación creada, la alineación de los partidos políticos con la decisión de perfeccionar la legislación antiterrorista va a terminar atacando al movimiento social.
Garganta Profunda le sugirió al periodista Woodward que siguiera la pista del dinero en el caso Watergate. Hoy, el que quiera saber quién pone las bombas, debería seguir la pista del miedo.

 Ricardo Candia Cares

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 813, 19 de septiembre, 2014)


revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
¡¡Suscríbase a PF!!

 

Punto Final
Translation

Google Translate

En esta edición

Terrorismo económico

Independencia a medias

“Miguel fue capaz de sembrar un sueño”

Pasas para la memoria

El modelo mafioso en los negocios

En edición impresa

Los amantes del miedo

La huella del miedo

Prisión de niños funciona en ex centro de la Dina

La justicia tiene su hora

"Patriótica" quema de libros en 1920

Rostros del espanto y de la esperanza

Visita