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MANUEL PIÑEIRO LOSADA
Murió en un accidente automovilístico el 11 de marzo de 1998, a solo tres días de cumplir 65 años. Manuel Piñeiro Losada, comandante de la Sierra Maestra y del II Frente Oriental Frank Pais, el mítico Barbarroja de los servicios de inteligencia y seguridad cubanos, quizás nunca imaginó que tendría ese final. Faltó el último párrafo digno de una vida de novela, abundante en peligros y aventuras.
Hijo de inmigrantes gallegos, Piñeiro perteneció a una familia acomodada. Su padre era gerente de la empresa Bacardí, productora del famoso ron. Preocupado por el temprano despertar político de su hijo, que se había mezclado en las protestas estudiantiles contra la dictadura de Fulgencio Batista, lo mandó a estudiar administración de empresas en la Universidad de Columbia, en Nueva York. En 1955 regresó a Cuba, casado con la bailarina Lorna Bursall con la cual tendría un hijo, Manuel. De inmediato se incorporó a la lucha del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro. Fue detenido y al quedar en libertad, subió a la Sierra Maestra para incorporarse al Ejército Rebelde.
En el II Frente fue jefe del incipiente servicio de inteligencia de la revolución. Ascendido a comandante durante los combates de Santiago de Cuba, prosiguió su tarea después de la victoria. En 1961 fue designado viceministro del Interior y en 1975, se hizo cargo del Departamento América del comité central del Partido Comunista de Cuba. En ese periodo tuvo un segundo matrimonio, esta vez con la socióloga chilena Marta Harnecker, con la cual tuvo una hija, Camila. Hasta 1997, en que fue llamado a un temprano retiro producto de cambios en la política exterior de Cuba, el comandante Manuel Piñeiro dirigió -en estrecha dependencia de Fidel- las relaciones de la Revolución Cubana con los partidos comunistas y movimientos revolucionarios de América Latina y el Caribe. Montó diversas operaciones clandestinas, como la guerrilla del Che en Bolivia y el apoyo a la lucha en Nicaragua y El Salvador.
Piñeiro formó en el Departamento América a una brillante generación de cubanos que lograron tejer un sólido entramado de solidaridad y conocimientos entre Cuba y la Izquierda continental. Dotado de excepcional inteligencia y fino sentido del humor, y de una probada valentía, Barbarroja cultivó firmes relaciones con políticos y dirigentes revolucionarios de toda América Latina. Sin duda, Barbarroja ganó un sitio de honor en la historia revolucionaria de la patria latinoamericana.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 800, 21 de marzo, 2014
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