Punto Final, Nº800 – Desde el 21 de marzo al 3 de abril de 2014.
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Carmen Castillo:

“Quiero contar por qué continuamos la lucha”

 

 


Que es posible cambiar el mundo, pese a todo, es una convicción de Carmen Castillo Echeverría. Una certeza que ha construido con lo que ha visto y protagonizado. Hoy lo siente con más fuerza, porque esta historiadora, especialista en cine documental, afirma que las imágenes que ha recogido en diversos rincones del mundo prueban la existencia de ese sueño de cambio. Alude a los movimientos sociales organizados, con protagonistas generalmente anónimos, que “piensan que es posible construir otra sociedad, pese a la imposición del capitalismo y del neoliberalismo como una fatalidad”.
Esta realidad en ebullición le ha permitido continuar enarbolando preguntas en torno al compromiso político, la militancia, las formas de lucha y el pensamiento político. Hace suya la frase “dar horizonte de sentido”, que amasan algunos líderes populares. Palabras que reiterará durante la conversación con PF, porque en el uso de un lenguaje nuevo advierte una percepción distinta del mundo, como también otra forma de enfrentar las luchas actuales.
Estamos vivos se titula (por el momento) la cinta que Carmen Castillo estrenará en abril. Dos palabras que enlazan una negación y una afirmación: alejarse de la connotación resignada con que habitualmente se utiliza la palabra “sobreviviente” y, al mismo tiempo, asumir nuevas realidades con toda la fuerza de la historia.
El filme surge del afecto que siente por Daniel Bensaïd (1946-2010), uno de los dirigentes estudiantiles de Mayo del 68, en Francia. Fue un homenaje multitudinario a este filósofo y revolucionario internacionalista, muy cercano a las luchas antidictatoriales latinoamericanas, en el palacio de la Mutualité, el impulso que necesitaba para imaginar un documental que tuviera como referencia a figuras “que nunca renunciaron a la lucha, que continuaron militando en organizaciones, asambleas y foros, y que intentaban, a partir de la práctica política, pensar nuevamente el mundo y tener sueños y visión de futuro”. Además del intelectual francés, también incluye a Fernando Castillo Velasco, su padre.
Agrega: “Hay en su pensamiento y en el de otras personas una tentativa de descifrar el mundo contemporáneo, a partir de la creación de un lenguaje cuyas raíces son las relecturas de Karl Marx, Walter Benjamin (alemán, 1892-1940) y de los grandes socialistas utópicos…”. Castillo ve en ese esfuerzo teórico y práctico la continuidad creativa del pensamiento revolucionario que se manifiesta a través “de una memoria y una cultura que es necesario rehabitar y realimentar”.

PERFIL FILMICO Y SOCIEDAD
Estamos vivos siguió el mismo complejo proceso artístico y colectivo de la veintena de producciones, entre libros y documentales, que llevan la firma de la cineasta.
El hilo conductor del filme es la amistad de dos mujeres de la misma edad de Carmen Castillo (nació en 1945), que se plantean “la cuestión de la muerte, el duelo y cómo vivir y continuar la existencia”. Sophie Bensaïd es el otro polo de este diálogo.
“Pero los protagonistas son personas anónimas”, aclara Carmen Castillo. Aquellos que, en diferentes lugares de Francia y América Latina, “han sido y son hoy protagonistas de luchas derrotadas, victoriosas, cuestionadas o de movimientos. Por primera vez filmé en Francia, en los barrios populares de Marsella, muy mediatizados por la droga, las Kalashnikov y la violencia, lugares donde encontré pensamiento y acción, liderados por mujeres de origen argelino, marroquí, tunecino. Mujeres de 30, 40 ó 50 años que son referentes para miles de personas”.
¿Cómo se equilibra lo artístico y lo social en una cinta en que la realidad se mezcla con la ficción?
“Los protagonistas son infinitamente intensos y alegres. Viven la verdadera vida, comunican. Haciendo esta película me he preguntado cómo es posible que los gobiernos, en este caso el socialista de Francia, no mantengan un lazo permanente con aquellos sectores que están mucho más ligados entre sí de lo que se cree; que no piensen en un ‘horizonte de sentido’ para esa población abandonada, con cesantía gigantesca, donde la educación pública falló, donde no hay institucionalidad posible.
Ellos luchan organizados en colectivos… Por ejemplo, para reivindicar el derecho a tener un alojamiento, lo hacen desde los años 80 ocupando ilegalmente edificios o espacios libres… Lograron que en París, Marsella o Lyon se considere un derecho que una persona tenga un lugar donde dormir y una casa. También filmé la ocupación de un edificio abandonado en pleno centro de París. Algo similar en Sao Paulo… En todos estos casos advertí que es posible cambiar el mundo, vivir mejor, estar más contento, porque hay colectivos que politizan sus acciones”.

RINCONES DE VIDA Y LUCHA
¿Por qué no filmaste en Chile?
“Chile es una referencia más bien subjetiva de la narradora de la cinta, a partir de la sorprendente movilización de 2011. Interviene como ese despertar para mí siempre presente de querer estar en Chile e insertarme en el movimiento social. No pensé en llegar a vivir hechos como el protagonizado por el movimiento estudiantil, con las familias agrupadas en torno a la educación gratuita y esa ruptura de la resignación y el fatalismo.
Las imágenes de la ‘guerra del agua’(*) en Cochabamba, hablan de una historia extraordinaria, ejemplar, universal. La entrevista a Oscar Olivera es una lección de humanidad, de pensamiento, de política, de fuerza. Olivera es un dirigente sindical de la industria del calzado. Los campesinos regantes decían cómo era posible que vayan a privatizar el agua que con tanto trabajo hemos canalizado y autogestionado. No aceptaron que una empresa multinacional de capital francés y el gobierno neoliberal privatizaran el agua, por lo que van al sindicato por una respuesta y se crea una coordinadora, una entidad que unió a los niños de la calle, a los jóvenes llamados ‘guerreros del agua’, a las mujeres del mercado, a los campesinos y a los sindicatos, desarrollando la noción política de aliarse, de formular tácticas y estrategias…

NUEVOS ROSTROS DE LA CALLE
¿La forma de hacer política desprestigia la institucionalidad?
“Por supuesto. Este sistema construyó una clase política desligada de la sociedad y destruyó la educación, la salud, la justicia, la policía… La política con mayúsculas es la cosa más bella del mundo. Esto se ve cuando un hombre botado en la calle por una crisis matrimonial y la pérdida de su trabajo, se convierte en líder político. Es otro de mis personajes, un hombre de origen tunecino. Tuvo necesidad de pedir ayuda a una asociación, creada por gente de mi generación… La película recoge lo que él cuenta. Se le dijo ‘¿estás viviendo una situación difícil, conoces a otra gente así? Bueno, vuelvan como un comité’. Y él hoy, con 40 años, vive más alegre, más contento. En esa ocupación del edificio en París viven 24 familias de origen africano, treinta niños, todos escolarizados, y veinte jóvenes artistas de otro movimiento. La democracia a nivel de estos movimientos es extraordinaria”.
¿Lo recoge la prensa?
“No. Aparece en los medios porque ellos han logrado una legitimidad, y hay artistas, intelectuales y premios Nobel que están con ellos. Es maravilloso. Pero pasó una década para lograr esa legitimidad. La clase política está cada vez más ciega y más estúpida. Por otra parte, la idea zapatista de ‘mandar obedeciendo’ no es simple, requiere valorar el rigor de la organización. Por ejemplo, los voceros de los Sin Tierra de Brasil no son elegidos así nomás. Está relacionado con escuchar, responsabilizarse, educarse y organizarse. El Movimiento de los Sin Tierra es movimiento social y organización política.
Crearon la escuela itinerante, que llega donde haya un grupo de familias. Allí los niños estudian, crean e inventan. En el presente se crea un ‘horizonte de sentido’. Los Sin Tierra no sólo alfabetizan. Su Escuela Internacional ‘Florestán Fernández’ es una verdadera universidad para jóvenes líderes latinoamericanos. Maravilla el conocimiento que tienen de la historia de los movimientos populares de América Latina. Para mí fue de gran emoción que supieran de Miguel Enríquez y de la concepción política del MIR: el poder popular, las coordinadoras…”.

CONTACTO EN CHILE
¿Qué esperas del gobierno de Michelle Bachelet?
“Creo que se debe mantener el movimiento social activo, lograr que surjan figuras políticas con fuerte vínculo territorial y objetivos desde los territorios ligados al movimiento social. Que haya educación pública, gratuita y de calidad; que se acabe con las injusticias”.
¿Te da confianza la Nueva Mayoría?
“No tengo por qué depositar mi confianza en ellos. Mi energía, mi confianza, mi fuerza, mi optimismo está en la base, en los de abajo. Sé que es mejor que Lula haya estado en el gobierno de Brasil y que el PT haya funcionado más allá de todas las críticas que se le puedan hacer. Pero los Sin Tierra no abandonaron nunca la lucha social ni sus objetivos. Prefiero a Bachelet que a un fascista… Pero no hago un voto de confianza en ella. El conflicto es algo positivo. La calle ocupada es una maravilla. Los desórdenes existen o son aumentados por la prensa y la televisión… No importa. Lo que importa es que sintamos que podemos cambiar las cosas”.

COMPROMISO PERSONAL Y COLECTIVO
“Creo que desde el lugar donde uno esté se puede hacer algo si nos organizamos en un colectivo. Soy cineasta y tengo un colectivo, y doy la pelea en el territorio de la cultura. Siento que tengo que estar activa y con la capacidad de pensar que hoy es necesario crear un lenguaje político nuevo. Cuando me dicen que cómo fue posible que resistiéramos, que viviéramos clandestinos… ¡pero si eso era normal! Cuando olvidas tu historia es porque tienes en tu agenda personal la ambición por el poder. El afecto es una construcción social indispensable para responder a la destrucción de la sociedad provocada por el neoliberalismo. Volvamos a la palabra ‘vínculo’. Significa afecto, inteligencia, formación, educación. Esto se vive en los colectivos”.
Ser “sobreviviente” también puede ser ir contra la corriente…
“En la cinta Calle Santa Fe y en Un día de octubre me revelé contra ser una sobreviviente. Mi lucha interna y política era decir: No somos sobrevivientes, estamos vivos. Porque la palabra sobreviviente tiene la connotación de ‘víctima’. Y no somos víctimas, vivimos responsablemente una experiencia. Creo en la potencia más salvaje de los sobrevivientes, de aquellos que no renuncian y que mantienen sus convicciones a pesar de las derrotas. Ser sobrevivientes como aquellos portadores de una memoria de lucha que, aún derrotados, continuamos contra la corriente y hasta contra uno mismo a veces, por el temor, los miedos, la incapacidad de no tener a veces respuestas”.

LEOPOLDO PULGAR IBARRA

(*) La guerra del agua, de Cochabamba, es el nombre popular de una serie de protestas que tuvieron lugar en la tercera ciudad más poblada de Bolivia, entre enero y abril de 2000. Su detonante fue la privatización del agua potable.

 

Homenaje a Miguel Enríquez

El 5 de octubre de 1974 murió el secretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Miguel Enríquez, enfrentando con las armas a las fuerzas represivas de la dictadura, ocasión en que Carmen Castillo -su compañera embarazada- cayó herida a bala en manos de la Dina.
“Sí, quisiera que a los 40 años de su muerte pudiéramos recordarlo. Pero, ¿qué sería -hoy- ser fiel a la memoria de Miguel Enríquez? Tendríamos que intentar un puente entre su ser político, su compromiso y el presente. Podríamos imaginar una semana de encuentros, debates y discusiones en torno a lo que podríamos denominar ‘las lecciones del MIR’. ¿Cómo analizábamos el contexto en que vivíamos? ¿En qué consistían nuestras políticas sindical, estudiantil, nuestro trabajo en las poblaciones, en territorio mapuche, en liceos y universidades? ¿Cuáles eran nuestras referencias históricas, filosóficas, nuestra concepción de la violencia y del Poder Popular? Estoy segura que en muchos colectivos, asociaciones, grupos y organizaciones ya está circulando la idea de cómo rendir homenaje a Miguel. Podríamos escucharnos, dirigirnos a los jóvenes que hoy se encuentran haciendo política en diferentes ámbitos y con distintos análisis. Más allá de las diferencias, tenemos que reunirnos para pensar también con los instrumentos del pasado. Sí, creo que sería importante darle continuidad a la memoria de los vencidos, pues sin ellos no hay energía de futuro. Imagino también que podríamos culminar en un gran acto, sin nostalgia, abierto hacia ese nuevo horizonte de sentido: tenemos que cambiar el mundo y a mí, como a todos los de mi generación, nos corresponde transmitir nuestras vivencias, crear el lenguaje de la transmisión. Sólo así podremos recoger el murmullo del presente y continuar la lucha desde la trinchera que nos toque”.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 800, 21 de marzo, 2014)


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