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Maya Fernández Allende:
Asamblea Constituyente para la nueva Constitución
LA Juventud Guevarista de Chile realiza un intenso trabajo de formación política, que incluye las cátedras “José Carlos Mariátegui”.
Es partidaria de una Constitución generada por Asamblea Constituyente, de la recuperación de riquezas básicas como el cobre y el agua para beneficio colectivo, de salud y educación públicas y de urbanizaciones a escala humana. Maya Fernández Allende, nieta del presidente Salvador Allende, aspira a ser diputada por el Distrito 21, que agrupa a las comunas de Providencia y Ñuñoa, en la Región Metropolitana.
Algo tímida, alegre y optimista, critica la falta de debate interno en su partido -el Socialista-, y expresa su esperanza de que Michelle Bachelet “tomará el sartén por el mango” e iniciará los cambios políticos, sociales y económicos que el país necesita. Chile -dice- demanda más bienestar social, menor desigualdad y más democracia política. Piensa que la Nueva Mayoría debe ampliarse a otras fuerzas, para impulsar un programa de cambios profundos.
¿Para qué quiere ser parlamentaria?
“Chile está en un punto de inflexión hacia grandes transformaciones. El país necesita una nueva Constitución que, yo creo, debe originarse en una Asamblea Constituyente porque es la opción más ciudadana y democrática. Hay que consagrar la salud, la educación y la previsión como derechos universales, así como los temas medioambientales, el reconocimiento de los pueblos originarios, la participación ciudadana a través de plebiscitos. Una de las grandes cosas que tenemos que hacer es recuperar los recursos naturales que son de todos los chilenos. Eso es algo que debe estar en una nueva Constitución. Estoy por la renacionalización del cobre, por el resguardo de nuestra agua, de nuestra pesca, por la preservación de nuestra flora y fauna. Tenemos ciudades que se están construyendo sin una escala humana, sin planificación urbana ni medioambiental. Desde la Cámara de Diputados quiero hacer mi aporte a esas transformaciones porque estamos decidiendo hacia dónde irá Chile y somos muchos los que queremos una nueva institucionalidad”.
Su posición no parece ser mayoritaria en el PS, la Concertación y ahora la Nueva Mayoría.
“En el PS y la Nueva Mayoría existe diversidad de opiniones; es injusto hablar de que Nueva Mayoría no quiere cambios. Hay una nueva generación de militantes que sueñan con hacer las cosas de distinta manera. Hablo de líderes estudiantiles que tienen un nuevo espíritu y eso sucede también con muchos dirigentes sociales de base.
Hay que volver a trabajar en el fortalecimiento del vínculo entre lo político y lo social. Cuando una escucha el testimonio de personas mayores, sabias, descubre que antes hubo un gran vínculo entre lo social y lo político. Eso se perdió y ahora hay que emprender un trabajo de recuperación de esas relaciones sociales. Quiero intentarlo desde el PS, aunque tenga críticas a su actual conducción. En mi caso, decidí quedarme en el partido y desde ahí impulsar los cambios”.
CAMBIOS NECESARIOS
¿Por qué estos cambios hoy?
“Hay una reacción mundial ante la crisis de un modelo basado en la competencia y el individualismo con el objetivo principal de acumular cosas. Las personas están muy poco gratas con la sociedad que se está construyendo. Esta situación extrema está haciendo replantear muchas ideas. Los ciudadanos estamos suficientemente empoderados como para terminar con un Estado subsidiario. Para lograrlo, tenemos que ser capaces de empujar este carro en conjunto, aunque tengamos diferencias políticas.
La Nueva Mayoría no debe quedar reducida a lo existente, sino abrirse a otras fuerzas políticas y sociales. Esa sumatoria ayudaría a ir más allá, tanto en criterios políticos como en la incorporación de más fuerzas. En un programa de televisión escuché a Miguel Crispi, de Revolución Democrática y compartí todos sus planteamientos. Lo mismo me sucede cuando leo las opiniones sobre salud de Matías Goyenechea, cercano a Izquierda Autónoma.
En este proceso tendremos que superar mucho sectarismo, pequeñas parcelas de poder, algunos egos, personalismos y caudillismo, así como también algunas prácticas negativas de las que ni yo misma me excluyo. Creo que en algún momento tenemos que decir: ¿en qué concordamos?, para que todos le pongamos el hombro a temas en los que tenemos acuerdo. Nos falta generosidad para concordar un camino unitario. Hay diversos grupos, cada uno con su pequeña verdad.
Cuando uno parte diciendo que es difícil hacer ciertos cambios, ya no les pone todo el corazón. Hay que concentrar nuestra energía para que eso ocurra. Yo me la voy a jugar cien por ciento. Como dirían en Cuba, soy muy ‘echaora pa’lante’ y pienso que en Chile se pueden hacer transformaciones profundas”.
¿Cree que Bachelet impulsará estos cambios?
“La experiencia presidencial de cuatro años y de mirar el país desde afuera otros tres años, dan a ella una visión más amplia. Creo que ahora tendrá más ‘el sartén por el mango’ y que de verdad quiere impulsar cambios. Confío en ella y por eso la apoyo firmemente.
También me preocupan las altas expectativas respecto a lo que puede hacer un gobierno de Bachelet. Si ella logra traspasar sus intenciones al pueblo, su programa y tiempos de ejecución, la situación se hará más fácil. Porque está claro que en cuatro años no se puede hacer todo. Realizar grandes transformaciones toma tiempo y éstas deben entenderse insertas en un proceso de cambios progresivos”.
Hay varias posibilidades de hacer esos cambios…
“Me agrada que existan distintas opiniones respecto al modo de hacer los cambios, porque se genera debate. Pero lo más importante es que se está construyendo un consenso acerca de la imperiosa necesidad de una nueva Constitución, que no puede hacerse entre cuatro paredes ni menos sin un mecanismo democrático que exprese la voluntad popular. A mí me mueve la idea de una Asamblea Constituyente. Pero creo que también hay que empoderar a los ciudadanos para que entiendan realmente lo que significa una Constituyente. No todos entendemos lo mismo: cómo se organiza y funciona, o cuáles serán sus contenidos. Hace un año, la televisión no mencionaba la idea de una nueva Constitución, hoy es un tema. La idea ha ganado un espacio en la sociedad y ahora hay más claridad acerca de su significado. En el propio comando de Bachelet hay distintas posturas, pero lo que más valoro es que ya existe ese debate”.
CUBA EN EL ALMA
¿Cómo influyó Cuba en usted?
“Viví en Cuba hasta 1992. Estudié en la escuela del barrio, donde no había segregación; por eso soy defensora de la educación pública, porque es una educación más integral. Mi formación cubana hace también que me cueste mucho ser pesimista y dejar de soñar. Cuando tengo un desafío, siento que hay que ponerle el hombro. Puede que no arribe a puerto, pero no voy pensar que no lo lograré. Desde que llegué a Chile, el país ha cambiado mucho. Antes había temas de los que no se hablaba, como la diversidad sexual o la marihuana; hoy la sociedad está conversando sobre muchos asuntos que antes estaban ocultos. Eso demuestra que nuestra sociedad está preparada para debatirlos”.
¿Cómo rescata la figura de Salvador Allende?
“Uno de los grandes legados de mi abuelo fue la lealtad a los principios. Esa consecuencia es para mí muy importante. Uno puede ganar o perder, pero debe mantenerse con la gente con que siempre ha estado. El se entregó a su pueblo en cuerpo y alma. Me gusta también pensar en Allende como mi abuelo y rescatar su faceta humana. Cómo era en la vida familiar y en sus relaciones personales. Dicen que era muy entretenido. Yo no busco ser como Allende, soy muy distinta; pero pienso que se habría sentido orgulloso de que actuara en política con mi nombre y apellido, trazando mi propia ruta”.
¿Por qué ingresó a la política?
“Provengo de una familia con mucha educación cívica. En las conversaciones con mi abuela (Hortensia Bussi) era habitual el análisis del acontecer político. A ella le encantaba que tuviéramos diversos puntos de vista e incentivaba el debate. Siempre me ha gustado el respeto a la libertad de pensar distinto que hay en mi familia.
Mi experiencia en la concejalía municipal de Ñuñoa me permitió saber que me encanta la actividad territorial de base. Lo paso bien y le pongo todas mis ganas a lo que hago. Como diputada quiero seguir desarrollando un trabajo de base intenso para hacer ciudadanía, con organizaciones que a su vez deben ocupar los espacios de participación”.
CORRIENTES EN EL PS
En este contexto, ¿qué pasa con el Partido Socialista?
“Antiguos militantes del PS me relatan que antes había fuerte debate y que el trabajo político era intenso. Había escuelas de formación política, los dirigentes se juntaban con la comunidad y existían núcleos de base. Pero eso se dejó de hacer y ya no hay ese rico intercambio de ideas.
En el PS coexisten muchas visiones. Algunas más conservadoras, otras más de Izquierda. Unos son más soñadores y otros más pragmáticos. Me gusta que no todos pensemos igual y discutir con personas que opinen distinto a mí, por eso lamento que el intercambio de ideas no se esté dando dentro del partido. Socialismo significa diversidad de opiniones y trabajar con los otros en la búsqueda de una sociedad más igualitaria. El socialista debe trabajar con la ciudadanía, los movimientos y los dirigentes sociales; dando lo mejor de sí para terminar con la desigualdad”.
¿Cómo ha vivido la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado?
“Es una experiencia fuerte y es inevitable sentir dolor. Aunque soy una persona a la que le encanta la vida, este año fue para mí agotador desde el punto de vista emocional. Oímos o vimos muchos testimonios que no conocíamos. Lo que escucho en la calle es: ‘qué fuerte’, ‘qué duro’, ‘yo no sabía’, ‘creemos en la democracia’, ‘esto nunca más puede ocurrir’. Mucha gente ha terminado llorando. Ha sido bueno para la sociedad escuchar estos testimonios y saber lo que sucedió. Se me han acercado muchas personas, que no tuvieron nada que ver con el golpe o la dictadura, que me han dicho que quedaron muy impactadas.
Esto ha sido importante para las nuevas generaciones. Personas cercanas me han dicho: ‘A raíz que esta conmemoración, mis hijos descubrieron que yo estuve preso en Villa Grimaldi. Por primera vez conté detalles de mi detención’. Muchas personas no dijeron ni a sus hijos lo que había pasado. Yo no estuve prisionera ni me torturaron, pero alabo que esta conmemoración permitiera estas conversaciones que estaban pendientes. Me admira también cómo algunas personas fueron capaces de una maldad tan grande y cómo todavía hay gente que sigue pensando que lo que ocurrió estuvo bien.
Tuvieron que pasar años para que nuestra sociedad hablara de sus dolores. Yo misma me doy cuenta de lo que significó para los adultos de mi entorno, como mi madre (Beatriz Allende), que vivieron esa experiencia. Esa pena que tenían en el alma era muy grande y ellos trataban de no transmitirla, para que nosotros fuéramos niños alegres, nos divirtiéramos y lo pasáramos bien. Ahora me doy cuenta del dolor inmenso que tenían esas personas.
Es bueno que la nueva generación sepa lo que ocurrió, porque sin historia no hay futuro. Para saber hacia dónde tenemos que avanzar, es sano que conozcamos lo que sucedió; aunque es distinto saber que haberlo vivido. Difícilmente podré transmitir mis dolores a mis hijos, porque ellos procesarán esa información de manera distinta”.
Rubén Andino Maldonado
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 792, 25 de octubre, 2013)
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