Punto Final, Nº792 – Desde el 25 de octubre hasta el 7 de noviembre de 2013.
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La cueca larga de Margot Loyola


 

A los 95 años, Margot Loyola desborda entusiasmo y alegría de vivir.

 

Con mucho ánimo y con la experiencia que le dan sus 95 años de edad, admite humildemente que en materia de folclore y tradiciones culturales “no ha hecho nada y que aún le queda mucho por hacer”. No obstante, los hechos dicen lo contrario y así lo confirma su prolífica labor como investigadora de la música, el canto y la danza populares. Margot Loyola Palacios conoce el país de punta a punta, se ha internado en la pampa, en el sur y hasta en la Patagonia para recopilar lo más esencial de las expresiones culturales chilenas.
Reconocida con el Premio Nacional de Artes Musicales en 1994, la artista dice amar la cueca y la considera parte de ella. No concibe el “folclore” que no nace del pueblo. Su canto también ha dejado huellas en escenarios de Europa y América Latina, convirtiéndola en una destacada embajadora artística. En dictadura “me quisieron callar, no me permitían cantar, ni bailar, pero yo de todas maneras lo hacía en ollas comunes, a través de la Iglesia y en actos de solidaridad”, dice con orgullo.
Está jubilada como docente universitaria, pero permanece en actividad. En su casa de La Reina, junto con su marido, Osvaldo Cádiz, imparte clases de música y danza folclórica. Posee objetos de valor histórico atesorados durante su trayectoria: pinturas, fotos, galvanos, recortes de diarios en que aparece solidarizando con las luchas de los trabajadores en la década de los 50, cartas de Pablo Neruda y la infaltable guitarra, instrumento con el que ha alzado la voz para demandar un lugar privilegiado en la cultura.
¿Desde cuándo empezó a gustarle el folclore?
“Nací con eso, desde el vientre de mi madre; lo llevo en la sangre”.
¿Qué es el folclore chileno?
“Es un decir y un hacer. El folclore de nuestro país surge de tres fuentes: la indígena, la europea y la africana. De ahí nace el folclore. En ningún caso es autóctono, proviene de distintas culturas”.
¿Es importante el folclore para lograr la identidad del país?
“Absolutamente. Es muy necesario porque ahí está Chile. Es pensar, amar, creer, defender, y gritar por lo que se ama”.
¿Los niños deberían tener mejor formación de contenidos folclóricos?
“Creo que por ahí hay que empezar. Se deben conocer bien nuestras raíces y luego abarcar Latinoamérica y el mundo. Los niños están utilizando a diario elementos de la cultura tradicional. No es necesario ‘vestirse’ para ser chileno. Nosotros hemos tratado de rescatar las identidades locales, los mitos, leyendas, los juegos, cuentos, pensamientos, los remedios caseros, etc., para que los niños no se sientan ajenos. Está bien conocer lo que ocurre en otras partes, pero primero hay que rescatar lo que es propio de nuestra cultura. Cuando recorremos el sur, por ejemplo, no enseñamos tradiciones del norte, pero las explicamos a los profesores para que sepan en qué consisten. El rescate de la identidad estuvimos haciéndolo durante muchos años en Chiloé. Ahí se formaron muchos grupos y también profesores que se dedicaron a rescata las identidades locales”.

DANZA DE LA DIVERSIDAD
¿Cree que a los chilenos les gusta la cueca?
“Creo que sí. Muchos la bailan, a otros les cuesta el ritmo, pero la bailan… aunque ha estado medio perdida. Es necesario vivir el folclore todos los días. No hay que esperar el 18 de septiembre para acordarse de la cueca y del folclore. No se debe olvidar que en el norte también hay tradiciones, lo mismo en la Patagonia -donde bailan el chamamé-, o en otras zonas que bailan rancheras, corridos o cumbias”.
¿Qué nos puede decir de la cueca y del sentido de ella?
“La cueca es una danza única en su género. Como dijo el maestro e investigador argentino Carlos Vega, es el baile más profundo y noble de América. La cueca es influencia fuerte en el Cono Sur de nuestro continente, y algo también en México, donde se llama ‘chilena’. La cueca representa el sentir de los chilenos y hay tantas cuecas como chilenos, porque es la gran danza de la diversidad”.
¿Qué le parece que en las fondas y ramadas del 18 de septiembre se escuchen otros ritmos y poca música tradicional?
“Creo que se debe tocar de todo, pero principalmente lo chileno. Está bien que se conozcan otras expresiones musicales. Hay mucha música que ya tiene un sello chileno, por ejemplo la cumbia: se puede considerar que está incorporada como baile chileno, ya podríamos decir que es una ‘danza tradicional’. El pueblo adopta y adapta, hace propio determinado tipo de expresiones. Nada se logra por decreto. Si la cueca ha surgido entre los muchachos es porque es libre. La cueca urbana surge como una manifestación de libertad de parte de los cabros, porque esto es lo que ha sido siempre la cueca. No es exclusivo de los huasos bailar cueca”.
Margot Loyola manifiesta que “se debe sentir al país en el corazón”, lo que a su juicio hoy no ocurre. Tampoco se dan las políticas necesarias para la difusión del folclore. Es una de las tres investigadoras más importantes junto a su “comadre” Violeta Parra y a su amiga Gabriela Pizarro por su incesante búsqueda de los rastros de la cultura popular. Fundó -y dirige con su marido-, un destacado grupo de proyección folclórica. Originalmente creado con el nombre de la artista, a partir de 1975 es conocido como Palomar, que es la abreviatura inversa de Margot Loyola Palacios, y que cuenta con sesenta integrantes. Para esta cultora de la danza y del canto popular “el grupo Palomar es como una parte muy importante de mí. Son mis hijos. Quienes lo integran aman todo lo que es la tradición cultural chilena, lo sienten y lo dicen cantando y bailando”.
¿Qué obstáculos existen para difundir las expresiones de cultura popular?
“Creo que los medios de comunicación ponen poco interés en la cultura popular, especialmente la TV. Todo lo quieren transformar en un producto comercial y el folclore no es comercial. Todos los demás movimientos musicales o de danza que llegan a Chile son muchas veces productos del marketing, luego pasan. En cambio, lo que hizo la Violeta (Parra), lo que hemos hecho nosotros, lo que grabó el conjunto Cuncumén hace cincuenta años, sigue estando de actualidad. También es culpa de nosotros no cultivar el arte popular siempre”.
Respecto de la difusión de la cultura, afirma que durante el gobierno de Michelle Bachelet su libro Bailes de tierra en Chile fue declarado material de apoyo y el Ministerio de Educación repartió ejemplares en los colegios del país. Sin embargo, -añade- “el trabajo de investigación La cueca, danza de la vida y de la muerte fue presentado a la actual administración y no sabemos por qué fue rechazado”. Explica que este libro contiene mucho material de muy buenos folcloristas, “sin que las autoridades educacionales lo difundan para la enseñanza en escuelas y liceos”.

BAJO LA DICTADURA
¿Durante la dictadura tuvo dificultades para desarrollar su trabajo cultural?
Luego de observar fijamente y de reflexionar unos instantes, su marido Osvaldo Cádiz muestra un galvano de reconocimiento que expresa: “Distinción Monseñor Oscar Romero. Conferida a la señora Margot Loyola Palacios por sus testimonios a favor de la paz, la justicia y los derechos de los pobres y oprimidos de nuestra patria. Noviembre de 1981”. Enseguida, la folclorista subraya “creo que ahí está la respuesta. Me quisieron callar, estuve vetada en las radios, en los medios de comunicación y en los escenarios”. Asegura que resurgió públicamente cuando la invitaron como jurado al programa de TV “Chilenazo”. “Allí solamente tenía que levantar una papeleta y colocar notas, no podía hablar”, añade con molestia. Luego Cádiz continúa la historia: “Ocurrió que como los programas iban en directo, cuando la mencionaron como jurado, el público se puso de pie y empezó a aplaudir, se suspendió el programa momentáneamente y las cámaras se acercaron a Margot que estaba muy impactada. Ahí le dijeron que la semana siguiente tenía que cantar, pero sin decir nada”.
Margot Loyola recuerda que también estuvo vetada en el festival de folclore en San Bernardo, igual como lo estuvieron Cuncumén, Gabriela Pizarro y Héctor Pavez, entre otros. De todas maneras -insiste- “en los años 78 y 79, continué actuando a través de la Iglesia, en ollas comunes y actos de solidaridad que nada tenían que ver con los militares”.
¿Cuál es su juicio sobre el asesinato de Víctor Jara y la prisión y el exilio de muchos folcloristas en la época dictatorial?
“Sentí que habían matado a un pedazo de Chile y que era un crimen atroz. Sentí mucha indignación, como también la sentí por los músicos y folcloristas que eran perseguidos y que tuvieron que salir al exilio, entre ellos muchos amigos”.

PREMIO NACIONAL
¿Qué le significó haber obtenido el Premio Nacional de Artes Musicales en 1994?
“Lo sentí como un milagro tal vez. Como muchos de los milagros que se han producido en mi vida. Creo que se necesita cambiar las bases del Premio Nacional de Artes Musicales, porque solamente se premia la música docta, que está arraigada con lo europeo. ¡No entendemos cómo Luis Advis, Vicente Bianchi o Pablo Garrido no han recibido este reconocimiento! Quienes eligen, siempre son un mismo grupo que se designan entre ellos. Se necesita ampliar este jurado. Habría sido un pecado que a Violeta Parra no le hubiesen dado este premio si estuviera viva… al mismo Víctor Jara. Al parecer esos jurados desconocen a Gabriela Pizarro o a Patricia Echavarría. Es decir, no conocen a grandes folcloristas de Chile”.
¿Desde su perspectiva, se ha perdido la batalla respecto de la imposición de valores culturales ajenos?
“Desde la escuela nos enseñan cosas ajenas a Chile, pero el pueblo es muy sabio…va adoptando y se adapta a lo que realmente necesita, lo demás lo va desechando. La cueca por ejemplo. Va a cumplir doscientos años, le han llegado ritmos de afuera como el charleston, el foxtrot, el cuándo, etc., pero la cueca sigue adelante. Esto quiere decir que la cueca nos identifica plenamente. El pueblo sabe muy bien lo que escoge y por qué lo hace. Hay cosas que se han agregado a la vestimenta del traje de cueca, como algunos atuendos andaluces. Pero eso fue impuesto en el régimen militar y así quedó, y no representa a los chilenos. En algún momento se dejó de lado al patagón, al chilote, al pampino y se pretendió que todos eran huasos. En la dictadura se hicieron cosas absurdas, como hacer desfilar a niños vestidos de huasos en la Isla de Pascua”.
¿Debería cambiar el modelo económico y político para que se modifiquen las políticas culturales y educacionales?
“Creo que sí. Las nuevas autoridades deberían tener mayor conocimiento del país, de nuestro pueblo, porque se tiene que entender al pueblo y su realidad, saber qué necesitan las comunidades, qué pasa culturalmente con nuestro país y no imponer líneas desde los escritorios de Santiago. Por ejemplo, en el norte cuando los niños no van al colegio, es porque sus padres los necesitan para sembrar, para trabajar. Entonces se requiere otro sistema que cambie esa situación”.
¿Qué le falta hacer en materia de cultura y folclore?
“Yo todavía no comienzo… me falta todo por hacer. Hay mucho por hacer. Sobre todo hacer conciencia de la realidad y la cultura chilena”

Osvaldo Zamorano Silva

 

Su trayectoria

Margot Loyola nació el 15 de septiembre de 1918 en Linares. Toca guitarra y realizó estudios de piano en el Conservatorio Nacional. En 1952 comienza a investigar las danzas ceremoniales del norte de Chile. En 1994 recibe el Premio Nacional de Artes Musicales. Cuatro años después, es reconocida como Profesora Emérita de la Universidad Católica de Valparaíso. Ha escrito varios libros sobre folclore, tradiciones y danzas chilenas. Académica de la Universidad de Chile desde 1972, en junio de 2010 la Universidad Arturo Prat, de Iquique, le otorgó el título honorífico de Doctor Honoris Causa en reconocimiento a su labor pionera en la investigación y difusión de las culturas pampina y andina. En su producción artística se encuentran videos de danzas tradicionales y su discografía incluye catorce discos de larga duración y ocho CD, así como ediciones en diversos países.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 792, 25 de octubre, 2013)

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