Punto Final, Nº789 – Desde el 6 hasta el 26 de septiembre de 2013.
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MARIO DIAZ BARRIENTOS

 

El periodista Mario Díaz puso cara de inocente en la aduana y control policial del aeropuerto de Ciudad de México. En un bolso de mano, junto con útiles de aseo, un libro y una caja de chocolates, llevaba una muñeca envuelta en convincente papel de regalo. Y en el interior de la muñeca, cuya cabeza se podía desprender con un simple movimiento giratorio, iban las películas de 35 mm. con el “Diario del Che en Bolivia”.
Mario Díaz, entonces subdirector de “Punto Final”, asumió la responsabilidad de llevar el histórico documento hasta La Habana, vía México, donde siempre tenían lugar severos controles a los viajeros procedentes o con destino a Cuba. El periodista cumplió su misión de manera impecable. En La Habana, entregó en sus manos al comandante Manuel Piñeiro el “barretín” -confeccionado por Flora Martínez, esposa del director de PF-, con el valioso encargo que funcionarios bolivianos habían confiado a “Punto Final” para hacerlo llegar a la Revolución Cubana.
Mario Díaz Barrientos, co-fundador -hace 48 años- y primer director de “Punto Final”, nació en Antofagasta el 9 de mayo de 1920. Buena parte de su vida la hizo en Valparaíso. Su padre trabajaba como linotipista en “El Mercurio”. En el puerto -que amó con fervor de wanderino a prueba de derrotas-, inició estudios universitarios. Los abandonó para hacerse periodista. Se casó y tuvo una hija, Patricia. Pero cortó amarras familiares y emigró a Santiago para trabajar en distintos medios. También forjó definitivas amistades: con Augusto Olivares viajaron a Francia y recorrieron Europa. De regreso en Chile, Mario Díaz participó en las campañas electorales de Allende, de quien fue partidario y amigo.
Olivares, Díaz y Carlos Jorquera constituían un equipo de confianza del líder socialista. El golpe militar empujó a Olivares al suicidio en La Moneda, Jorquera estuvo prisionero en la isla Dawson y Mario Díaz se exilió en México, donde dirigió la edición internacional de PF. Como fruto de una madura reflexión se hizo militante del MIR, participó en la redacción del “Correo de la Resistencia” y trabajó en Nicaragua sandinista. Sus tareas en la solidaridad con la resistencia en Chile le llevaron a instalarse en Buenos Aires. Allí murió súbitamente el 14 de agosto de 1986. Tenía 66 años. La dictadura opuso numerosos obstáculos al traslado de sus restos a Chile. Pero finalmente fue sepultado en su tierra natal, como era su voluntad en muda protesta contra la tiranía y enérgica reafirmación de su amor a Chile.

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 790, 27 de septiembre, 2013)


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