Punto Final, Nº781 – Desde el 17 al 30 de mayo de 2013.
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La Izquierda inmune a la realidad

 

Bochorno tras bochorno, escándalo tras escándalo, el derrumbe del sistema de partidos políticos viene dejando una estela de olores malsanos que deberían tener a la candidata Bachelet lamentándose de haber aceptado salir de su capullo neoyorkino, y a muchos de sus ex adláteres buscando pega. Eso que contamina todo lo que toca es la síntesis de la cultura criada con tesón y optimismo por las dos expresiones del neoliberalismo: la Concertación y la derecha.
Pero nada habría pasado si no es por la crisis que quedó al descubierto tras las movilizaciones de los estudiantes. Bastó que los sostenedores del sistema se quedaran sin respuestas -más allá, claro está, que la más bestial represión desde los tiempos de la dictadura-, para que comenzaran a balbucear recriminaciones mutuas, acusaciones indiscriminadas y tímidas y casi insignificantes autocríticas. Elocuentes muestras de una franca debilidad.
No hay día en que no se conozca un escándalo que, por sí solo, debería avergonzar a sus ejecutores, cómplices y encubridores, y sumar razones suficientes para ir a dar a prisión.
De rompe y rasga quedó al desnudo lo que se ha sabido siempre: que en educación se roba al Estado y a los estudiantes, como en casi todo lo demás. Que insignes representantes de uno y otro bando son y han sido altos ejecutivos de esas mafias de esquilmadores. Y que esta sopa hecha de ex alumnos avanzados de la dictadura y de ex compañeros de puño en alto y camisas aguerridas, se descompone a paso regular. El maridaje de mentirosos y sinvergüenzas que ocultan malamente su pasado dictatorial, en un caso, y quienes ofrecieron este mundo y el otro, alegría mediante, ha sido capaz de amasar sus fortunas mal habidas en la más perfecta impunidad. Esa moda es la que comienza resquebrajarse por estos días.
Alguno podría decir éste es el mejor terreno para que las ideas de la Izquierda digan lo que corresponde. Pero no está probado que la Izquierda piense algo. Sin embargo, está ahí, en alguna parte deambula sonámbula y pulverizada. Atorada entre egolatrías, mesianismos e intereses de pinganillas. Aquella nube difusa que puede ser considerada como Izquierda, sigue pecando de miopía, sordera y afectada por un déficit somato-sensorial que la hace inmune a la realidad. Ni siquiera la irrupción multifacética de la gente que ha salido a las calles y caminos gritando sus broncas ha enseñado nada a los viejos carcamales del puño en alto e historias heroicas.
Pero más serio aún, lo realmente grave, es que tampoco aquella gente nueva que ha salido de las movilizaciones más importantes del siglo atina con la consigna que lo resuma todo. Habría que preguntarse qué están esperando los jóvenes que han sido capaces de traer las cosas hasta como las vemos, con un Partido Comunista corrido hacia la derecha, la Concertación en su estado de agonía más severo, distintas versiones de colectivos de Izquierda asumiendo la conducción del movimiento estudiantil, y la derecha desplomándose al extremo de tener como candidato a un sujeto que bien podría ser otro Antares, pero de las sombras.
Pocas cosas enseñan tanto como el conocimiento del enemigo. Y esa falencia ha significado no tener idea de quienes han diseñado el paisito este, a imagen y semejanza de sus propias empresas y chiqueros.
Lo que está al frente no es el clásico y gordo burgués, cicatero y explotador dueño de fábrica, con fundo en el sur y mayordomo de polainas y chicote. Esa caricatura ha ido acomodándose a la historia, y como buen organismo viviente, ha ido asumiendo cambios que le han permitido una saludable omnipresencia.
La derecha se ha dado el tiempo para conocer a parte de sus enemigos, y en ese tránsito, ha podido domarlos y hacerlos suyos. Ha conocido sus añoranzas, sus ambiciones y sueños de gloria. Y ha logrado atraerlos hacia el brillo del dinero, y a la musculatura seductora del poder. Lo que ayer pudo una cámara de tortura, hoy lo hace un puesto en un directorio.
La derecha ha aprendido de la Izquierda que las ideas se particularizan, para hacerlas efectivas en concreto mediante verbos muy simples. Y ha tomado de su historia la necesidad del relato, de la épica, de la mística. Y de paso, ha neutralizado las palabras de la Izquierda clásica. A algunas les ha ido quitando su carga rebelde, a otras las ha suavizado por medio de gravámenes vergonzantes.
Mientras tanto, la gente silvestre apoya a los estudiantes y sus demandas, diametralmente opuestas al sistema, o a cuatro o cinco candidatos a la Presidencia, cuál de todos más de Izquierda, si acaso se conocen entre sí. Cada uno por sus medios, dicen ser los mejores representantes de esas ideas que se proponen cambiar las cosas. Lo extraño, lo realmente extraño, es que ninguno de ellos le ha preguntado nada a la gente que dicen representar.
Hace falta una idea, una fuerza en la que creamos, que tenga la propiedad de sintetizar eso que anda en las marchas, en los caminos, en la bronca y urgencias de tantos.

Ricardo Candia C.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 781, 17 de mayo, 2013)

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