Punto Final, Nº777 – Desde el 22 de marzo al 4 de abril de 2013.
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Una victoria que se hace humo

 

 

 

LA separata de PF Nº 180 (27 de marzo de 1973) estaba dedicada a analizar la división del Mapu. La sede de ese partido fue ocupada por un grupo encabezado por Jaime Gazmuri, Fernando Flores y Enrique Correa.

 

(*) El periodista Augusto Carmona Acevedo, miembro del comité central del MIR, fue asesinado el 7 de diciembre de 1977 por agentes de la Dina. Había sido presidente del sindicato del canal 9 de TV (U. de Chile) y miembro del consejo de redacción de PF.

 

El 4 de marzo, el gobierno de la Unidad Popular recibió un espaldarazo histórico que ha sido reconocido por la “gran” prensa capitalista de occidente. Calificó los resultados como un “triunfo sicológico” del gobierno, y en el país se hizo evidente el desconcierto derechista por la fuerza popular expresada en las urnas (43,4%). Esta votación tiene un valor cualitativo superior a su monto, que pone a los trabajadores en condiciones objetivas de dar nuevos y seguros pasos hacia la conquista de todo el poder político.
Sin embargo, a más de tres semanas de las elecciones, no hay en la Izquierda una respuesta adecuada a este potencial revolucionario. No hay una medida de gobierno que indique un avance audaz sobre los pasos que ya se han recorrido. Los grandes problemas cuya definición estaba pendiente para después de las elecciones, continúan esperando. En el gobierno no se toman decisiones y en la Unidad Popular se observa el mismo compás de espera. El comité ejecutivo de la UP no ha sido capaz de resolver el problema del Mapu, como tampoco tuvo mayor entusiasmo para responder la proposición de Allende sobre el congreso de la UP por la base. Sobre este terreno de indecisiones, se desplaza la línea política que ha predominado hasta ahora al interior del gobierno.

LA ARREMETIDA FASCISTA
La derecha, en cambio, salió rápido de su desconcierto y tomó la ofensiva. Por una parte, modificó en la Cámara de Diputados el proyecto de anticipo de reajuste de sueldos propuesto por el gobierno, rechazando el financiamiento que gravaba a los sectores pudientes y monopólicos. Y por otra, se encargó de ejecutar criminales asonadas contra pobladores de La Reina y La Florida, donde resultaron muertos dos de sus propios hombres. Como consecuencia, el PDC acordó presentar una acusación constitucional contra el intendente de Santiago, Jaime Faivovich. Si el rechazo del reajuste representa un ataque directo a los trabajadores, la acusación contra Faivovich implica un golpe directo a los sectores revolucionarios de la UP, en los momentos en que estos sufren una gran embestida interna. Otra banda fascista asesinó a un obrero que cuidaba una instalación de servicios eléctricos, en Concepción.
El propio Faivovich da antecedentes de la contraofensiva derechista, que contrasta con la pasividad de la UP. “El PDC -dijo- se ha lanzado contra los campamentos en tránsito”. A ese partido no le agrada que en terrenos reservados para la burguesía o las capas medias de mayor ingreso puedan permanecer, en forma provisoria, modestas familias a las que el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo les está resolviendo su problema habitacional. Y agrega Faivovich que “el problema que se gestaba en La Reina no consistía en la ocupación de terrenos por los pobladores, sino en la presencia de grupos mercenarios armados de la Democracia Cristiana que se ubicaron en la parcela 64 con el objetivo de expulsar al campamento en tránsito de la parcela contigua (63), donde se produjeron los sangrientos hechos, y de evitar que la Cormu tomara posesión de los terrenos para entregarlos a los pobladores”. Estas bandas son manejadas directamente por el alcalde Eduardo San Martín (PDC), y son las mismas que más tarde pusieron una bomba en instalaciones del edificio de la Cormu, y que incendiaron un local del PS en La Florida, dejando varios heridos.

VACILACIONES DEL GOBIERNO
El gobierno vacila antes de tomar una posición de fuerza -frente a la derecha y sus desmanes- acorde al enorme peso que representa el pueblo después de su votación del 4 de marzo. Más bien todo parece indicar que se pronuncia por una línea de readecuaciones políticas cuyos límites se desconocen por el momento. Con el fin de asegurar el despacho del reajuste en el Congreso, el gobierno tomó contacto con personeros democratacristianos, según lo revela -sin desmentido- la revista Ercilla en su edición del 21 de marzo. La revista señala que “se han realizado conversaciones oficiosas -no autorizadas por la directiva del PDC- entre personeros de La Moneda y voceros democratacristianos en busca de un acercamiento”. Todo parece indicar que estas conversaciones fracasaron -a lo menos en su primera etapa- a juzgar por la actitud asumida posteriormente por la DC frente al proyecto de reajuste.
Pero es el conflicto desatado artificialmente en el interior del Mapu lo que mejor muestra hasta dónde se desea llegar en el reordenamiento político de la Izquierda. Un grupo objetivamente minoritario de ese partido -tal como se demostró en su último congreso nacional-, intentó tomar la dirección central a viva fuerza, ocupando locales y “expulsando” a las dos primeras autoridades, el secretario general, Oscar Guillermo Garretón, y al subsecretario general Eduardo Aquevedo, además de otros miembros de la comisión política y del comité central. Todo ello con el apoyo coordinado de la prensa de Izquierda, especialmente la que controla el PC.
Al Mapu se le dio un mandoble que quiso partirlo por la mitad, con lo cual se dejaría fuera de la UP al sector izquierdista que ganó el congreso interno con una clara línea proletaria. Es notable la coincidencia de las conclusiones de ese congreso con las posiciones del Partido Socialista. La dirección del Mapu y del PS, objetaron públicamente el proyecto que delimita el área de propiedad social. Lo que ocurrió en el Mapu es un experimento en medio de la lucha por la conquista de la hegemonía política dentro de la UP. Pero es un paso abiertamente contradictorio con lo que esperaban los trabajadores el 4 de marzo. Ese error se comprendió finalmente, y en los últimos días era posible notar que la misma prensa que condenó a Garretón dejó de llamarle “ultraizquierdista”, y ha preferido ignorar el problema.
Lo mismo intenta hacer el comité ejecutivo de la UP presionado por Garretón para que se le reconozca como la autoridad legítima del Mapu. El PS y la IC así lo han hecho, en cambio los demás partidos postergan un pronunciamiento definitivo. La audaz operación del grupo de Jaime Gazmuri no tuvo la acogida esperada en las bases del Mapu. Pero, principalmente, provocó malestar y preocupación en las bases del resto de los partidos de la UP. Sin ir más lejos, el pleno del comité central del PS, fijado para el martes 20 de marzo, se postergó con el objeto de no realizarlo en medio de un ambiente generalizado de desconfianza.
Si algún partido de la UP avaló a la fracción de Gazmuri, con el correr de los días vio claro que no podía legitimar aquella acción sin asumir el riesgo de abrir un conflicto político interno en la Unidad Popular de resultados divisionistas imprevisibles.

LA VOZ DE LOS TRABAJADORES
El conflicto interno del Mapu mantuvo ocupada a la Izquierda durante todo el periodo inmediatamente posterior a las elecciones, y es una demostración de que las fuerzas no se emplearán en acelerar el proceso por el momento. El pueblo le entregó al gobierno el 4 de marzo un gran respaldo con “apellido”, dándole a entender que si en esas condiciones el país está dispuesto a apoyarlo, es porque está dispuesto también a encarar los esfuerzos y sacrificios de una lucha decidida por la conquista de nuevas posiciones de poder. El gobierno, por su parte, demuestra que parece no confiar en ese apoyo y se resiste a aplicar la fuerza de su alta votación sobre los puntos débiles de los enemigos de los trabajadores. Con esta actitud provoca decepción en obreros y campesinos y defrauda a la masa laboral en sus aspiraciones revolucionarias.
Los trabajadores tienen una clara interpretación de los resultados del 4 de marzo. Uno de ellos, presidente del Comando Coordinador de Trabajadores de Quinta Normal, Jaime Fuentealba, dirigente sindical de la industria Chiteco, dice: “Es evidente que el gobierno está vacilando, no hace las cosas que debería hacer. No sería raro que ahora se buscara un entendimiento con la Democracia Cristiana. Nosotros lo vemos como un peligro para el movimiento popular, porque significaría que el gobierno se iría acercando a la burguesía. A nosotros nos toca no sólo observar sino actuar. Lo fundamental será lo que hagamos los trabajadores para que no se transen las conquistas del pueblo, que nosotros hagamos pesar la fuerza de los resultados electorales y hagamos que cambie el carácter del gobierno”.

LUCHA IDEOLOGICA
La fracasada división del Mapu no podría haberla ideado mejor la propia burguesía para frustrar el avance proletario del 4 de marzo. Los resultados electorales elevaron la lucha ideológica a grados que no había alcanzado jamás. Prueba de ello es la crisis interna del Mapu. Fundamentalmente, en esta pugna el reformismo se orienta a tomar la conducción política del proceso chileno. El desarrollo alcanzado por esta lucha ideológica en la Izquierda es uno de los fenómenos importantes y más decisivos del momento. A medida que se ha agudizado la lucha de clases y que el país se polariza, la discrepancia ideológica dejó de ser una polémica entre el MIR y el PC, para convertirse, en el presente, en la cuestión central de la Unidad Popular.
En este sentido, se reconoce que la pugna declarada entre los dos sectores fundamentales, reformistas y revolucionarios, se trasladó al interior de los partidos. ¿Quién va más adelante? Es una cuestión que está ligada directamente al rumbo definitivo que tomará la lucha de las masas, pero no como suele creerse, a la dirección política del gobierno. Porque, además de esa lucha ideológica en el interior de la UP, existe un combate ideológico que se libra día a día en la fábricas y fundos donde las diversas posiciones tienen que enfrentar las exigencias de los trabajadores, y probar su vigencia en la lucha revolucionaria.
Hay que distinguir dos escenarios en este aspecto: las definiciones que se tomen dentro del marco orgánico de los partidos de la UP, por una parte y por otra, que pueden no coincidir en un momento determinado con el contenido que le están imprimiendo los trabajadores y los sectores desposeídos a sus luchas.
La dirección política del gobierno es producto de esta lucha ideológica, pero está resuelta a favor del reformismo. Con el agregado de que el centro de decisiones pasa por un acuerdo entre Allende, los ministros militares y el PC. El PS, desde sus discrepancias en materia económica, se ha marginado de las decisiones mayores, o éstas se toman en abierta contradicción con sus posiciones. En otros casos, se llevan adelante iniciativas de trascendencia sin siquiera consultarlo, como ocurrió con el “proyecto Millas” sobre el área social. Esta realidad ha puesto en crisis a la Unidad Popular como organización de conducción política en este periodo.

MINISTROS MILITARES
El grupo de ministros militares ha tomado, en cambio, cada vez mayor relevancia política. Después de las elecciones, esta tendencia se acentúa. Se sabe que tras un largo tiempo de dudas, decidieron firmar los decretos de insistencia que doblarán la mano a la Contraloría para intervenir diversas industrias monopólicas. Pero a condición de que cada interventor tenga a su lado un funcionario militar a la cabeza de la fábrica. Cuando la derecha quiso objetar los resultados del 4 de marzo, acusando al gobierno de fraude electoral, fue el general Carlos Prats, como ministro del Interior, quien acalló esas voces, y propuso modernizar el sistema electoral. Se nombró una comisión ad hoc, pero integrada por un auditor de la Marina. Las fuerzas armadas probablemente aumenten la influencia de sus ministros, cuando el presidente Allende reorganice su ministerio. Existiría una pugna de los militares para ocupar la cartera de Economía. El próximo paso del Alto Mando es copar el aparato productivo desde el gobierno.
Que los ministros militares permanecerán como una fórmula estable del gobierno, es un camino que está sujeto a la salida que tenga la lucha ideológica en la UP. Pero tal vez la contradicción más importante sea con la clase trabajadora, si el gobierno sigue esa fórmula. El dirigente sindical Jaime Fuentealba, dijo a PF: “Creemos que la fecha en que subieron los generales, nos dice mucho. La burguesía estaba a la ofensiva tratando de aplastar al pueblo. Sirven de garantía a los democratacristianos, a la burguesía en general. Dan fe de que el gobierno no se va a salir de la ley. Lo que pensamos los trabajadores es que nunca debieron estar”.
Como respuesta al triunfo político obtenido por el pueblo el 4 de marzo, esa fórmula tampoco satisface a los trabajadores. “Los resultados tienen un significado de clase. La clase trabajadora ha obtenido un alto nivel de conciencia como consecuencia de la lucha de clases y de la crisis del capitalismo. Es conciencia para avanzar. Y por ello el gobierno debe apoyarse en la clase trabajadora para conquistar el poder”. Así opina el presidente del Comité Coordinador Comunal de Trabajadores de Estación Central, Juan Olivares, dirigente sindical de Enafri.
Muy por el contrario a una salida centrista UP-generales, a un acuerdo con la Democracia Cristiana, los trabajadores tienen claro cómo emplear la fuerza política acumulada: “Lo fundamental que habría que hacer es solucionar el problema del abastecimiento, imponer la canasta popular y controlar directamente con los pobladores la distribución; controlar y expropiar las grandes distribuidoras, la ex Codina, y pasar al área social todas las empresas que han estado en el proyecto y se han echado para atrás”, (Jaime Fuentealba, dirigente de Chiteco).
Es un hecho que el gobierno está frente al mismo dilema anterior a las elecciones, sin que lo resuelva en definitiva por el momento: o se apoya en las masas para revertir la situación política nacional y avanzar hacia posiciones definitivas de poder, o se mantiene encerrado en las garantías que dan las FF.AA. a la burguesía, para que ésta no llegue a romper el statu quo. Por el contrario, lo que pesa es la ausencia de un elemento que permita asegurar que se avanza hacia una definición de esa naturaleza. Los antecedentes proporcionados en las últimas tres semanas indican que el gobierno asumirá una línea intermedia, y tratará de lograr el apoyo del conjunto de la UP, especialmente a través del congreso propuesto por Allende, y de la organización definitiva de un partido UP capaz de actuar como dirección política centralizada.
Mientras se espera la respuesta de los plenos socialista y comunista, la Izquierda en general está farréandose los recursos revolucionarios revelados por el pueblo en la votación del 4 de marzo. La oposición aprecia que la UP no sabe qué hacer con su 43.4%, y también demora una definición concreta. Aunque sus indecisiones no la inhiben para sostener una ofensiva fascitoide contra los trabajadores y el gobierno. Todo lo decide el PDC, y los resultados fueron un triunfo para el sector derechista de Frei. Pero también provocaron el enardecimiento del fascismo insertado en ese partido y en el PN, que lleva a cabo atentados criminales contra la clase trabajadora. Es evidente cómo coinciden aquí el sector fascista ajeno a la DC con el freísmo para evitar un acuerdo con el gobierno.
El cuadro general de indecisiones de la Izquierda despierta también aprehensiones sobre la renegociación de la deuda externa, que se discute actualmente en Estados Unidos. Allí está una delegación chilena haciendo frente a la presión de Washington que desea obtener en este arreglo una indemnización indirecta por la nacionalización del cobre.
Falta la palabra decisiva de los trabajadores, en parte inmovilizados por indecisiones de la Izquierda. Ellos imprimirán finalmente su sello al proceso con el poder popular que se está desarrollando más allá de las metas oficialistas.

AUGUSTO CARMONA (*)

 
Editorial de PF Nº 180
Rectificación necesaria

Paradójicamente, la excelente votación alcanzada el 4 de marzo por la Unidad Popular ha sido “congelada” en su significado esencial. En efecto, los votos que respaldan a la Izquierda -y que tienen un enorme significado por su composición social mayoritariamente obrera y campesina-, no han motivado hasta el momento a los partidos políticos y al gobierno para avanzar.
A casi un mes de esa elección, unánimemente interpretada como vigorosa respuesta popular al camino del socialismo, los conciliábulos y negociaciones políticas continúan frenando el avance de las masas. Aún más, podría afirmarse que ha sido el enemigo de clase quien ha recobrado la iniciativa, llevando su ofensiva, incluso, al terreno de las provocaciones físicas. Modestos pobladores han sido atacados por organizaciones fascistas que, a la vez, han colocado bombas en organismos públicos; fuerzas policiales han agredido manifestaciones obreras pacificas que protestaban contra la inercia burocrática; matones a sueldo de la burguesía han agredido a militantes de Izquierda e incendiado sedes de partidos populares; latifundistas y comerciantes han redoblado sus maniobras para provocar hambre y mercado negro; y, desde su plaza fuerte del Parlamento, la Contraloría y los Tribunales, la burguesía obstruye los proyectos de leyes, anula las decisiones administrativas, ampara a los grandes empresarios y hasta se permite destituir a ministros, intendentes y gobernadores que le causan desagrado.
La clase trabajadora está siendo desafiada abiertamente por los patrones y sus agentes políticos, mientras continúan creciendo una serie de problemas que comienzan a afectar seriamente al pueblo. La falta de materias primas para las fábricas (resultado directo de la agresión imperialista que, además se ha traducido en estos días en una infame maniobra para reducir artificialmente el precio del cobre), las dificultades del abastecimiento por falta de una política clara que se apoye en el control de las masas y la distribución igualitaria, el impulso inflacionista estimulado por descaradas actividades de los capitalistas, etc., causan zozobra y malestar en miles de hogares de trabajadores. Si a esto se agregan las suicidas y contrarrevolucionarias actividades del reformismo enquistado en el seno de la Izquierda, destinadas a dividir a los propios partidos populares, se obtiene un cuadro desalentador que no corresponde, en absoluto, al mandato que entregaron las masas a la UP el 4 de marzo. El 43 por ciento que obtuvo la Izquierda representa un apoyo de masas que, objetivamente, va mucho más allá de ese porcentaje electoral. Se puede afirmar que la enorme mayoría de los trabajadores está con la Izquierda. Pero con una política clara, rotunda, que no eluda el contenido de clase propio de toda política revolucionaria.
Se está perdiendo lamentablemente el tiempo de golpear con decisión al enemigo al permitir que los órganos del Estado burgués recobren su deteriorada influencia, mientras el instrumento gobierno, que debería estar plenamente al servicio de los trabajadores, se escapa a veces, fuera de control popular, golpeando a los propios sectores que le sirven de más seguro y leal sustento. Esta situación debe clarificarse y someterse al enjuiciamiento de las masas para cortar de raíz un paternalismo populista que, como es lógico, se ha demostrado ineficaz.
PF


(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 777, 22 de marzo, 2013)

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