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La buena memoria de un revolucionario
ALI Rodríguez Araque, ex guerrillero y actual secretario general de Unasur.
La muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, incuestionable líder popular de dimensiones continentales, cierra y abre etapas. La que terminó está en su obra, inconclusa en muchos aspectos. La que comienza partirá, sin duda, con una apreciación y balance objetivo de su importancia. Hay virtual consenso en que las raíces del proceso venezolano comienzan con Bolívar y su lucha de proyección continental. Libertad y entendimiento entre pueblos que deben unirse son sus rasgos principales; sus raíces se proyectan en el siglo XIX en las luchas de caudillos regionales y enlazan en el siglo XX con la acción de la Izquierda, que tuvo gran fuerza en ese país hasta mediados del siglo XX, destacando el Partido Comunista que encabezó la lucha contra la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez hasta 1958, sustituido por la Junta Patriótica encabezada por el periodista Fabricio Ojeda, militante del partido URD, de centroizquierda.
En La Habana se publicó el libro Antes de que se me olvide (Ediciones Política, La Habana), que recoge entrevistas a Alí Rodríguez Araque de la periodista Rosa Miriam Elizalde a lo largo de seis años. “Este no es un libro biográfico, aunque los trazos de la vida personal de Alí estén en cada capítulo”, advierte. Da señas del método de trabajo: “Los intervalos frente a la grabadora se abrían y cerraban de acuerdo con los itinerarios de Alí Rodríguez Araque, siempre en la vera de alguna crisis de dimensiones homéricas, que desataba las furias de la oposición venezolana y que enfrentaba desde su imperturbable seguridad. Estas conversaciones se prolongaron durante seis años y tuvieron por escenario La Habana y Caracas”.
Leer las palabras de Alí Rodríguez es revivir episodios de los últimos cincuenta o sesenta años de la historia de Venezuela, del “socialismo que nos tocó”, y del significado (y la necesidad) del socialismo del siglo XXI.
VISION DE CHAVEZ
Tal vez la mejor manera de acercarnos al libro sea empezar por su apreciación de la trascendencia de la obra revolucionaria de Hugo Chávez. Una mirada que sintetiza una reflexión aguda, un notable equilibrio de juicio que no debilita el entusiasmo y el compromiso: “Resumiendo -señala- podría decir que la trascendencia de Chávez radica en haber retomado por la raíz el verdadero ideal bolivariano y haberlo llevado de manera muy pedagógica a la gran masa de venezolanos y latinoamericanos: haber asumido las banderas del socialismo cuando ya muchos lo daban por muerto, haber planteado una nítida política antiimperialista y, por tanto, de defensa intransigente de nuestra independencia y de nuestra autonomía para tomar nuestras propias decisiones sin aceptar interferencia externa alguna, de allí su decisión desde un comienzo de estrechar relaciones con Cuba revolucionaria y con Fidel, rompiendo en parte el bloqueo criminal contra el pueblo cubano; su profunda convicción de la necesidad de la unión de Nuestra América de la cual ha sido un apasionado propulsor; haber roto la dicotomía entre fuerza armada y pueblo, que se miraban mutuamente como factores extraños y muchas veces contradictorios, y lo último en orden, pero de ninguna manera en importancia, haber despertado la esperanza en las grandes masas de que otro mundo es posible, de haber creado las condiciones para que progresivamente se eduquen en el ejercicio del poder para que éste sea verdaderamente democrático. Hoy la conciencia del pueblo venezolano lo ha colocado en tal posición que aquel que quiera arrebatarle los derechos conquistados se va a encontrar con una resistencia nunca vista. Y me atrevo a decir que esto va más allá de nuestras fronteras”.
Alí Rodríguez Araque adhirió a la causa del teniente coronel Hugo Chávez cuando el militar preparó el levantamiento contra el presidente Carlos Andrés Pérez, que se materializó el 4 de febrero de 1992 y fue aplastado. El resto de la historia es conocido. Así lo ha recordado en este libro, con realismo y entusiasmo: “…aún con las fallas, errores y debilidades que se puedan observar en el actual proceso de cambios que lidera nuestro entrañable comandante Hugo Chávez, tengo la certeza que vamos en la dirección correcta. Nunca antes, desde los tiempos de la independencia o de Zamora (Ezequiel Zamora, líder del bando liberal en la guerra federal de 1859-64. N. de PF) hubo en este país un liderazgo tan entregado a los problemas del pueblo, con tal sentido de dignidad nacional, tan independiente y con una convicción tan profunda de que Venezuela es apenas una porción de Nuestra América, entendida tal como lo que es, una gran nación. En todo caso, el rol de Hugo Chávez ha sido decisivo. De ahí mi plena identificación con él”.
EL SOCIALISMO QUE NOS TOCÓ
Alí Rodríguez Araque previene que el derrumbe del socialismo real es un tema muy complejo, partiendo de la base que triunfó en el país menos desarrollado de Europa, que conformaba un gigantesco imperio que llegaba hasta el extremo oriental del Asia, con multitud de nacionalidades. Agrega que con propiedad no se debería hablar de un solo socialismo en la Unión Soviética. Para él, la derrota de la revolución en Alemania, a comienzos de los años 20 del siglo pasado, fue determinante. La Unión Soviética quedó sola con su atraso, las heridas de la primera guerra mundial, la guerra civil posterior, las invasiones extranjeras y el cerco anticomunista. En ese marco, surge la NEP (Nueva Política Económica) de Lenin, que muere pronto y se estructura el estalinismo sobre la base de una dictadura que elimina la discusión al interior del partido, que persigue a muchos militantes, sacrifica a hombres como Bujarin y Trotski e impone la colectivización forzosa de la tierra. Esa atmósfera enrarecida -a la que se sumó el impacto de la segunda guerra mundial- hizo que la dirección del PCUS se aislara cada vez más del pueblo y se condenara al burocratismo.
Rodríguez agrega que le molesta la mirada histórica de problemas como los del socialismo “que nos tocó”. No hay que olvidar que hasta de los fracasos se pueden obtener resultados positivos. Los críticos superficiales niegan las cosas buenas del pasado, como si hubiera sido obra de un individuo y no de circunstancias históricas muy concretas. Y precisa: “Aun con todos los errores y críticas que se le pueden hacer a la experiencia soviética, no hay duda que ésta significó un salto enorme en las condiciones de existencia de cientos de millones de personas que vivieron bajo las condiciones de atraso que les imponía el zarismo. La Unión Soviética fue el principal baluarte contra la extensión del nazi-fascismo y el principal factor en su derrota. Fue igualmente un contrapeso eficaz frente a la pretensión imperialista de imponer su voluntad a todo el planeta. Gracias a su existencia muchos países lograron su independencia en una situación de relativo equilibrio de fuerzas en el mundo. Así que el examen de experiencias tan complejas como ésta, será siempre limitado, no sólo por la visión de cada quien, sino por la multitud de factores a tomar en cuenta”.
EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
Alí Rodríguez Araque es cauteloso a la hora de definirlo. Dice: “No se puede esperar una respuesta absoluta a lo que es el socialismo del siglo XXI, y ni siquiera el socialismo en general”. Es un proceso, una transición, desde el capitalismo a un nuevo tipo de sociedad. “Resulta imposible profetizar como será este nuevo tipo de relaciones humanas, más allá de la generalización de que estarán despojadas de todo signo de opresión, exclusión e injusticia y predominará como valor superior el trabajo, la solidaridad y el todos para uno y el uno para todos”.
Una idea que debería enlazarse con otras importantes en su concepción global: “Lo que aparece como el principal error, pecado original del socialismo que comenzó en la URSS -dice-, fue el abandono del proyecto original de Lenin. La estructura del partido después de la muerte de Lenin pasó a ser autocrática, de arriba a abajo. Con eso se comprometió el proyecto de democracia socialista, pues el socialismo, como superior al capitalismo, o es democrático o no es socialismo. Y cuando ese proyecto incorpora como paradigmas los avances del capitalismo, es peor todavía. Creer que el socialismo es electricidad, carrera espacial o misiles nucleares puramente, no es socialismo. Socialismo es crear hombres y mujeres conscientes de un cambio histórico, la centralidad del ser humano es fundamental para no perder la dimensión de lo que es el socialismo”.
Y en otra parte Alí Rodríguez reitera la idea del rupturismo. Dice: “Las grandes revoluciones han sido al mismo tiempo síntesis de la historia anterior y ruptura de los grandes paradigmas. Si en China, por ejemplo, Mao Zedong hubiera copiado el modelo soviético, no habría podido sobrevivir la revolución en ese país. Lo mismo en Vietnam”. Reitera: “Todas las grandes revoluciones que se han sostenido en el tiempo, se lo deben al hecho de haber partido de sus propias realidades, de establecer proyectos que correspondían a sus propias realidades y de haber producido los cambios necesarios y posibles en esas realidades”.
Preguntado qué es para él la revolución, responde: “Para mí, lo que define a una revolución es el cambio de valores de la sociedad. Si no hay una revolución cultural, cuya cúspide es la ética de la sociedad, difícilmente se puede hablar con propiedad de una revolución social irreversible. Si no llega a predominar el trabajo como valor superior, como guía individual y colectiva y si la pérdida de solidaridad entre los seres humanos se sustituye por caridad o una suerte de asistencialismo económico, que constantemente uno ve en procesos capitalistas, no habremos avanzado mucho. La revolución significa superar el egoísmo y todo aquello que lo estimula: es crear un nuevo sistema de relaciones humanas”.
EL “GOLPE PETROLERO”
Alí Rodríguez fue clave en la política petrolera del presidente Chávez. Para empezar, en el establecimiento de lazos normales entre Venezuela y la OPEP, de la que Rodríguez fue secretario general. Luego, en el principal cargo de PDVSA y en la derrota del “golpe petrolero”, que impulsó la oposición sediciosa al gobierno bolivariano con apoyo de la auto llamada “meritocracia” de la petrolera estatal. El objetivo era derrocar a Chávez. La producción petrolera que el 1º de diciembre de 2002 era de 2 millones de barriles diarios, el 24 de diciembre había caído a 25 mil barriles. Las refinerías estaban paralizadas, también los puertos y los barcos de transporte de petróleo y derivados. Se llenaron los depósitos y hubo que parar la producción. “Todos los días, mañana y tarde, observábamos una especie de partes de guerra que difundían a través de las televisoras los golpistas contumaces, muy triunfalistas ellos. Sus caras reflejaban la convicción de que el presidente Chávez tenía los días contados. Eran ellos o nosotros. No había mucho que se pudiera conciliar. Según la Ley del Trabajo la inasistencia a las labores por más de tres días continuos sin causa justificada es causal de despido. Habían transcurrido más de veinte días de ausencia y activa campaña para mantener la total parálisis de la empresa con gravísimas pérdidas para el país, infiriendo toda suerte de penalidades a millones de venezolanos. De manera que se aplicó la ley, formalizando simplemente lo que había ocurrido en los hechos con la ausencia del trabajo. Y con el apoyo de los trabajadores no comprometidos en la maniobra, pudimos salir adelante”.
Sin duda, un libro notable.
HERNAN SOTO
Perfil de Alí Rodríguez
Alí Rodríguez Araque nació en l937 en Ejido, Estado Mérida, hijo de campesinos. Fue educado por un padrino debido a la mala situación de sus padres. Logró ir a la universidad para estudiar derecho y, posteriormente, economía. Antes de los veinte años, militante de la Juventud Comunista, luchaba contra la dictadura militar de Pérez Jiménez. En esos años tuvo su primera experiencia de clandestinidad. La caída de la dictadura abrió grandes esperanzas, frustradas por la elección del presidente Rómulo Betancourt, de Acción Democrática (AD). AD, COPEI (socialcristiano) y Unión Republicana Democrática (URD) firmaron el Pacto de Punto Fijo para repartirse el ejercicio del poder y aislar a la Izquierda.
La militancia PC de Alí Rodríguez se mantuvo hasta 1964. Se incorpora al Partido de la Revolución Venezolana y a la comandancia de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). El año siguiente se incorporó a la guerrilla rural. Permanece en la clandestinidad hasta 1979, en que negocia con el gobierno el reintegro a la actividad legal.
El Partido de la Revolución Venezolana se divide y Alí Rodríguez crea el Movimiento Tendencia Revolucionaria, que se incorpora a Causa Revolucionaria, o Causa R. Participa con Causa R en el movimiento que culmina, el 4 de febrero de 1992, con el alzamiento militar del comandante Hugo Chávez y sus compañeros.
Elegido diputado, Rodríguez se distingue por su defensa del petróleo como principal riqueza natural de Venezuela y se opone a los contratos llamados de “apertura petrolera”.
Alí Rodríguez ha escrito: “A partir de los años 60 y 70 se inició un proceso de dispersión (de la Izquierda) que a lo largo de cuarenta años, hasta la llegada de Hugo Chávez al poder, no pudo mostrar ni una victoria de significación en el sentido de romper con el sistema de ‘conciliación política’ establecida desde los días de Rómulo Betancourt. La Izquierda parlamentaria se ‘alimentaba’ de pequeños triunfos y la Izquierda armada no conseguía avanzar. Lo más interesante fue el surgimiento del partido Causa R, que ganó las elecciones presidenciales de 1994 con el candidato Andrés Velásquez, obrero metalúrgico cuya victoria fue escamoteada a favor del democratacristiano Rafael Caldera, anteriormente presidente de la República”.
En 1998, con el Partido Patria para Todos, del que fue uno de los fundadores, Alí Rodríguez apoya la candidatura presidencial de Hugo Chávez y se integra a la Comisión de Programas. Triunfante el presidente Chávez, Rodríguez es elegido senador. Por su experiencia y calificación profesional asume responsabilidades relevantes: ministro de Energía y Minas, delegado de Venezuela ante la OPEP como secretario general, y después presidente de PDVSA. Fue también Ministro de Relaciones Exteriores y posteriormente, embajador en Cuba. En 2012 asumió su actual cargo, secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Es autor de diversos libros. Entre ellos, Servir al pueblo y El proceso de privatización petrolera.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 777, 22 de marzo, 2013)
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