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La DC y el golpe
EDUARDO Frei Montalva: alentó el golpe desde las sombras.
Necesariamente la participación de la Democracia Cristiana en la conjura que hace 40 años llevó al golpe de Estado -y luego su apoyo y colaboración con la dictadura militar-, sirven para identificar una política cómplice con la violación de los derechos humanos. Se dirá que fue por poco tiempo, pero fue el más brutal y sangriento. Dos años de apoyo e intentos de colaboración que chocaron con la decisión de Pinochet y los militares de no devolver el gobierno a los civiles y realizar una refundación capitalista neoliberal, en la cual no se consideraba a la DC. Dos años que culminaron en la decisión del régimen -que no vaciló en reprimir a militantes de la DC-, de censurar y finalmente clausurar la radio Presidente Balmaceda, encarcelar y expulsar del país a algunos dirigentes y ex parlamentarios e intentar asesinar en Italia a Bernardo Leighton y su esposa, Anita Fresno. Ante las protestas vino la proscripción. Aylwin y Frei se convirtieron en opositores y años después, el ex presidente fue asesinado, según todo lo indica, por decisión de los mismos a los que un día saludó como salvadores de Chile.
La actuación de la DC, dirigida por Patricio Aylwin profundamente ligado a Eduardo Frei Montalva, fue determinante para el golpe militar. Aylwin se convirtió en presidente del partido reemplazando a Renán Fuentealba con apoyo del freísmo y bajo el lema “no dejar pasar una al gobierno”. Expresaba la opinión mayoritaria del partido, ganada por la influencia sediciosa de la derecha golpista. El freismo jugaba al golpe militar apostando a que una vez derrocado el gobierno constitucional, los militares le entregarían el mando del país. El anticomunismo y las maniobras desestabilizadoras del gobierno norteamericano tuvieron sin duda mucha importancia, y aún no se conocen en detalle. A la corriente mayoritaria de Frei y Aylwin se oponía una minoría encabezada por Bernardo Leighton y Renán Fuentealba, que se mantuvo firme y no pudo ser silenciada.
El ex senador Renán Fuentealba estimaba que los aparentes intentos de los últimos meses para buscar una salida a la crisis institucional que amenazaba a la democracia chilena, habían sido una farsa. La directiva DC y Patricio Aylwin no tenían ningún interés en evitar el golpe. Así lo dijo en una carta que envió a Gabriel Valdés a fines del año l973: “Nunca hubo la intención clara y determinada de hacer un esfuerzo máximo para buscar una salida democrática. Más bien hubo una farsa de conversaciones, cuyo éxito no se deseaba realmente. Los hechos demuestran que hay muchos comprometidos en el ‘pronunciamiento’, el cual se trata de justificar enviando al extranjero delegaciones”.
LOS PASOS GOLPISTAS DE LA DC
En 1975, Radomiro Tomic señalaba para la revista Chile-América, publicada por exiliados chilenos en Roma, que algunos elementos esenciales en la responsabilidad de la DC en su apoyo al golpe militar y a la junta de gobierno eran los siguientes: que el 9 de agosto de 1972, de acuerdo a una petición de Patricio Aylwin, el presidente Allende había formado un gabinete con participación institucional de militares. A los pocos días, la DC se desligó del compromiso y empezó a exigir la renuncia de los uniformados. En segundo lugar el “apoyo frontal” de la DC a la huelga de los camioneros y otros sectores de claro carácter “ilegal y absolutamente inmoral a la luz de la moral cristiana”. Tercero, la declaración de la Cámara de Diputados, controlada por la DC, “ilegalizando” al gobierno; finalmente, la declaración de la directiva nacional del PDC del 12 de septiembre de 1973 en apoyo al golpe militar. Y “el silencio del Congreso Nacional, poder constitucional cuyas dos ramas estaban bajo el control de la Democracia Cristiana, que se negó a todo pronunciamiento de solidaridad con el gobierno a raíz de la tentativa de golpe de Estado del 29 de junio y que aceptó sin protesta la clausura el 11 de septiembre”.
El compromiso de la DC con la extrema derecha y la orientación golpista se acentuó con la frustración del bloque opositor ante el resultado de las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973. El 44% de la votación obtenida por la Unidad Popular cerraba la posibilidad de derribar al gobierno mediante la declaración de inhabilidad del presidente de la República. Sólo quedaba el camino del golpe de Estado. Ante esa opción, la DC se inclinó por la ruptura institucional mediante un alzamiento militar.
Repasando responsabilidades, meses después Radomiro Tomic diría: “… la Democracia Cristiana no puede pedir para sí el papel de Poncio Pilatos en el desastre institucional. La gravitación de lo que se hace o se deja de hacer cuando se controla el cuarenta por ciento del Congreso Nacional, el treinta por ciento del electorado nacional, el treinta y dos por ciento de los trabajadores organizados en la CUT, el cuarenta por ciento del campesinado y las organizaciones juveniles chilenas, diarios, radio y TV, cinco de las ocho universidades del país, la gravitación, digo, de una fuerza de tal envergadura, tiene efectos decisivos por sus acciones o por sus omisiones”.
EL “HACHAZO” DECISIVO
Seis diputados demócratacristianos -José Monares, Baldemar Carrasco, Gustavo Ramírez, Eduardo Sepúlveda, Lautaro Vergara y Arturo Frei- elaboraron junto a tres diputados derechistas el proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados que acusaba al presidente Salvador Allende de estar violando la Constitución. Los parlamentarios actuaron por instrucciones de sus partidos. La declaración aprobada fue calificada por el general Carlos Prats como “un hachazo decisivo, con el que se cercena en dos partes el tronco de la comunidad nacional”.
En concreto, Aylwin y Frei en sendos documentos (el ex presidente en la famosa carta a Mariano Rumor, primer ministro italiano y presidente mundial de la DC, y en una entrevista al diario español ABC, titulada “Los militares han salvado a Chile”), defendieron el golpe militar que sacaría al país del caos y evitaría que cayera bajo una tiranía comunista. Democratacristianos comisionados por la directiva integraron delegaciones que viajaron a Estados Unidos, Europa y América Latina a justificar lo injustificable. A España, Francia y otros países viajaron el ex ministro de Justicia de Frei, Pedro J. Rodríguez y Alejandro Silva Bascuñán, académico y presidente del Colegio de Abogados. El propio Frei viajó a dar explicaciones a Europa y Estados Unidos.
Todo esto financiado por la CIA, como reveló Jack Kubisch, integrante del Comité de los 40. Según él, en octubre del 73 habría autorizado el financiamiento de un viaje a Europa y América Latina para explicar el apoyo del PDC al golpe militar. Hasta julio de l974 la CIA entregó fondos a la DC para financiar su funcionamiento en apoyo de la dictadura. No era novedad. Desde los años 60 la DC recibía aportes de la CIA para cerrar el paso al comunismo, y en especial para derrotar las candidaturas presidenciales de Salvador Allende.
Los parlamentarios Enrique Krauss, Juan Hamilton y Juan de Dios Carmona viajaron por América Latina. En noviembre de l973, luego de la condena por la Asamblea General de Naciones Unidas a la dictadura por sus violaciones a los derechos humanos, cinco ex ministros, seis ex senadores y seis diputados DC junto a ex ministros y ex parlamentarios de derecha, rechazaron el acuerdo de Naciones Unidas, reiteraron su “confianza en las fuerzas armadas” que harían “honor a su tradición heroica y a su compromiso con el país”, y atribuyeron a “errores y excesos” la situación de emergencia que vivía el país. Entre los ex ministros y parlamentarios DC firmaron Modesto Collados, Carlos Figueroa, Ramón Valdivieso, Sergio Ossa Pretot, Jorge Lavandero, José Musalem, Enrique Krauss, Alejandro Noemi y otros.
LOS DC EN LA DICTADURA
La DC aportó a la dictadura técnicos y especialistas, también políticos. En sus manos estuvo el Ministerio de Justicia en el primer gabinete de la dictadura, con el ministro Gonzalo Prieto Gándara y el subsecretario Max Silva, de larga trayectoria como dirigente universitario. En el Ministerio de Relaciones Exteriores, conducido férreamente por el vicealmirante Ismael Huerta, hubo un subsecretario DC, Enrique Carvallo, y de esa misma filiación fueron los subsecretarios de Economía y del Trabajo.
La DC participó con economistas partidarios del neoliberalismo como Juan Villarzú, que se convirtió en director del Presupuesto, Andrés Sanfuentes y Alvaro Bardón, que ocuparía cargos importantes en el aparato económico de la dictadura, descollando Jorge Cauas, que fuera ministro de Hacienda de Frei Montalva y después en la dictadura, aplicando la política de shock que abrió camino a los “Chicago boys” capitaneados por Sergio de Castro. Cauas contó con la asesoría de otro DC, Carlos Massad, que servía en organismos internacionales.
Dos personeros destacados de la DC con raíces en la Falange, William Thayer Arteaga, ex ministro del Trabajo, y Juan de Dios Carmona Peralta, ex senador y ex ministro de Defensa, renunciaron a la DC y se pusieron al servicio de la dictadura. Carmona había sido pieza clave en la conspiración, actuando como nexo con el general Oscar Bonilla, ex edecán militar de Frei Montalva, así como lo fue el también ex ministro de Defensa, Sergio Ossa Pretot.
ROBERTO ORTIZ
Colaboracionismo hipócrita
¿Es explicable el silencio de la directiva DC, que seguía colaborando con la dictadura, ante las declaraciones de Enrique Urrutia Manzano, presidente de la Corte Suprema, el lº de marzo de 1975 en la inauguración del año judicial? Pretendía justificar la supresión de hecho del recurso de amparo, elemento indispensable para la defensa de los derechos humano. Dijo el presidente de la Corte Suprema: “Chile no es una tierra de bárbaros, como se ha dado a conocer en el exterior ya por malos chilenos o por individuos extranjeros que obedecen a una política interesada, y se ha esmerado en dar estricto cumplimiento a estos derechos. En cuanto a la tortura y otras atrocidades, puedo afirmar que aquí no existen paredones o cortinas de hierro, y cualquier afirmación en contrario se debe a una prensa proselitista de ideas que no pudieron ni podrán prosperar en nuestra patria”.
Agregaba: “Las Cortes han sido abrumadas de trabajo con los numerosos recursos de amparo por las detenciones que ha decretado el Poder Ejecutivo. Esto ha traído perturbaciones en la administración de justicia, quitando a los tribunales superiores, especialmente en Santiago, la oportunidad de ocuparse de asuntos urgentes de su competencia”
“Un ministro democratacristiano, cuatro subsecretarios democratacristianos (Economía, Relaciones, Trabajo y Justicia), directores generales democratacristianos -como el del Trabajo- y asesores a granel no son precisamente demostración de que el partido no comparte ni coadyuva con una política cuyas orientaciones centrales no son suyas sino ajenas; no sirven a los intereses del pueblo chileno como nosotros los hemos entendido siempre, sino que lo perjudican”.
Radomiro Tomic (7 de noviembre de 1973)
Tomic cortejaba a Leigh
Los choques al interior de la DC fueron duros. La directiva encabezada por Patricio Aylwin no pudo con los disidentes. En el binomio Aylwin-Frei el más projuntista era el primero. Frei se dio cuenta antes que el apoyo a la dictadura era rechazado interna e internacionalmente. Admitió que los militares estaban decididos a quedarse largo tiempo y que, en ningún caso, entregarían el gobierno a la DC. Ni siquiera Mariano Rumor había quedado convencido con la carta que le dirigió Frei. No pocos democratacristianos criticaban abiertamente la posición del partido y muchos luchaban en la defensa de los perseguidos y en contra de la dictadura. El Papa Paulo VI rechazaba a la Junta y condenaba lo que estaba sucediendo en Chile. Los enviados DC para apoyar a la Junta eran repudiados públicamente. Frei empezó a virar con la reunión de Colonia Tovar, en Caracas, primer encuentro entre DC (aunque fueran disidentes como Renán Fuentealba y Bernardo Leighton) con dirigentes de la Unidad Popular, a la que no asistieron comunistas por problemas de coordinación. Aylwin en cambio siguió obstinadamente invocando la disciplina que prohibía ese tipo de contactos. Tomic apoyó el encuentro de Colonia Tovar y Gabriel Valdés estuvo en una posición parecida.
Entretanto se libraba un duro intercambio de cartas entre Bernardo Leighton y Eduardo Frei, centrado en la línea política del partido cuya derechización había sido determinante en el quiebre institucional y en la instalación de una dictadura fascista. En un momento, Frei indignado por citas de algunos de sus contactos con la dictadura, reprendía a Leighton en estos términos: “Qué dirías tú, por ejemplo, si la gente conociera la carta enviada por Radomiro Tomic al general Gustavo Leigh el 23 de diciembre de l973? ¿Por qué ella no forma parte del historial del partido?”.
De acuerdo a la cita de Frei, Tomic destacaba el diagnóstico de Leigh sobre los vicios del sistema democrático en Chile, así como las lacras de la sociedad, gestados “gradualmente a lo largo de muchos años y del cual la UP no fue el origen sino la expresión final”. Tomic decía a Leigh: “Todo eso es cierto”. Y lo invitaba a actuar juntos, ya que la DC estaba “comprometido desde su fundación por la sustitución del capitalismo” y “sigue estando dispuesta para un programa revolucionario auténtico” al cual “podría integrarse”. Frei Montalva remarcaba: “Si yo hubiera escrito eso, seguramente tú lo habrías publicado, presentándome como un individuo que ofreció su partido a la Junta e incluso planteaba su disolución para un nuevo orden en que desaparecería la democracia representativa”.
Una carta singular que retrataba las vacilaciones de Tomic y el espejismo de una salida con un sector de las FF.AA., sin considerar que Leigh quería destacarse como un “duro” que buscaba extirpar “el cáncer marxista”.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 777, 22 de marzo, 2013)
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