Punto Final, Nº770 – Desde el 9 al 22 de noviembre de 2012.
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LA Compañía Teatro Alamala en acción.

 


Cierto día empezaron a realizar funciones en un bar popular ubicado en el sector en que estaba la universidad en que estudiaron. Y como el recinto no tenía patente, ni agua, ni luz y, encima, vendían cerveza sin permiso, Patricio Valderrama y sus compañeros se dieron cuenta que funcionaban “a la maleta”. Claro que no se imaginaron que de esta expresión saldría el nombre de la compañía -Teatro Alamala- y que sería la calle el gran escenario para sus producciones.
Y así fue. Luego de egresar de Arcis, en 2002, Valderrama y Rodrigo Ortega iniciaron un camino que, diez años después, los tiene como una fructífera compañía de teatro de calle, cuyo perfil es especial: mostrar al aire libre en un estilo llamativo -donde la risa y la sátira son fundamentales para acentuar el valor contingente-, las grandes obras clásicas del teatro universal. Hoy, Teatro Alamala tiene en cartelera la Trilogía Shakespeare como nunco lo vio, versiones críticamente divertidas de Romeo y Julieta, Macbeth y Otelo. Siempre con la dirección de Patricio Valderrama.
¿Cómo fueron los comienzos?
“Hace diez años, Rodrigo Ortega y yo montamos una rutina cómica con Las preciosas ridículas, basada en la comedia costumbrista de Molière, para el ramo de historia del teatro. Hicimos presentaciones en fiestas privadas de amigos y conocidos, y en una de éstas tuvimos la oportunidad de realizar una especie de temporada en un bar popular de la zona, que se encontraba abandonado. Aquel lugar carecía de patente y servicios comunes de agua y luz. La obteníamos de forma clandestina, siempre corriendo el riesgo de ser clausurados por un inspector municipal o por Carabineros. Mi hermana de 16 años vendía cervezas tras la barra… De ahí surge el nombre de ‘alamaleta’, es decir, hacer cosas ilegales, que luego se transformó en Alamala, el nombre que tenemos.
Esos fueron los inicios. Luego hicimos Romeo y Julieta, cómicamente trágica, en2004, con tres actores contando esta clásica y famosa historia. Después viene Horribiluz (2005), inspirada en Año Nuevo en Varsovia, de Roberto Jacoby, donde un cura protagonizaba una crucifixión en vivo, sufría de estigmas y terminábamos desnudos corriendo por las calles criticando al McDonalds, a la Iglesia y al poder. En Rebelión de las bestias (2006), basada en La granja de los animales, de Orwell, hacemos una crítica ácida a la Concertación (los cerdos de la granja) y concluimos con Macbeth un rey Alamala (2010) y Otelo trágicamente Alamala (2011). Todos nuestros montajes se realizan en torno a la sátira. La risa es nuestra herramienta para reflexionar sobre el presente. Actuamos sólo hombres, como en la era isabelina. La idea es que pocos hagan muchos personajes”.

SHAKESPEARE CALLEJERO
¿Qué valor asignas a la modalidad teatro de calle?
“Nosotros llegamos a la calle porque se nos hacía complicado encontrar un espacio en las salas. Como que no nos pescaron mucho. No era nuestra opción originalmente. Sin embargo, a través del tiempo, nos impulsó la convicción de que la cultura no puede ser un privilegio de pocos, sino un derecho de todas las personas. La gente está hambrienta de ver, de soñar. Tambien de reír. En la calle no se excluye a nadie. Todos pueden ser público y en nuestros espectáculos, también son la obra. La calle nos da la facilidad de llegar a las personas. A todas”.
¿Mejora o empeora la visión de Shakespeare en este formato?
“Shakespeare es uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos, por su capacidad de representar a la Humanidad entera, con sus pasiones, sentimientos, anhelos, virtudes y límites, a través de los distintos personajes de sus obras y de los conflictos que viven. Son obras que tienen un carácter universal, que trascienden los siglos, por lo que creemos que pueden hablar al hombre de hoy sin importar la clase social, el credo o la idiosincrasia.
Shakespeare representa un ícono en los círculos teatrales convencionales y es objeto de montajes que se basan en lecturas conceptuales e intelectuales de sus obras, escarbando en la profundidad que, sin duda, tienen estos textos. Esto aleja al espectador al que nosotros queremos hablarle. Al público común, no al que va a la sala de teatro, al culto o al snob. Por lo tanto, la figura de Shakespeare llega sin grandes retorcimientos elitísticos. Llega simple, claro, certero. Llega irónico, gracioso. Teatral, no literario. Llega a todos por igual y genera, según nos dice la experiencia, la curiosidad por seguir conociendo al bardo de Stratford on Avon y seguir conociendo otras formas de hacer teatro”.

SATIRA Y REALIDAD
¿Qué sentido tiene usar la comedia incluso en la tragedia?
“Con la Trilogía Shakespeare como nunca lo vio buscamos convertir tres grandes tragedias shakespereanas en comedia, manteniendo las historias y los conflictos originales. Eso nos permite convertir nuestras propias tragedias en carcajadas, y generar reflexión sobre temas contingentes a través de la risa y la ironía. Mezclamos la grandeza de los temas shakespereanos con diversos estilos cómicos como el clown, el bufón, la comedia del arte, la juglaresca y el melodrama.
Así buscamos una relación más directa con el público, ya no como simple espectador, sino como parte activa del espectáculo. Estos estilos, lenguajes y/o tradiciones teatrales se identifican con un teatro popular, cómico e itinerante y contribuyeron históricamente al desarrollo de la escena, al igual que la figura de Shakespeare contribuyó al desarrollo de la literatura dramática. El desafío de nuestro trilogía es crear un vínculo entre un público común y el teatro”.
¿Cómo ha sido la relación con la gente?
“Al hacer comedia, el diálogo con el público es fundamental. Hay que escucharlo, sorprenderlo, cautivarlo. Como dice Darío Fo, al público hay que atornillarlo al asiento y no dejarlo escapar. Sobre todo en la calle. Además, nuestros montajes valoran el trabajo del actor, por lo tanto la escenografía o efectos usados son precarios y necesitan la imaginación del público para que se produzca la magia. Nosotros aludimos, el público termina de construir. El mundo representado y el mundo real quedan a un mismo nivel.
La obra no está en otra dimensión, no es una verdad cerrada donde el espectador presencia algo: es una verdad que vive y respira en ese momento, gracias a los ojos del público que accede al juego. Los accidentes, las improvisaciones están ahí, abiertas a lo que ocurra. Es un momento irrepetible que el público agradece. Por ello hay gente que va una y otra vez, porque sabe que algo nuevo ocurrirá.
Yo trabajo haciendo capacitación laboral a través del teatro en la Mutual de Seguridad. En cierta ocasión que hacía una presentación en una empresa de aseo, me encontré con una señora que siempre va a vernos y siempre nos escribe con mucho cariño a través del face. Ella al verme estaba feliz, me presentó a sus compañeras de trabajo, hablaba de Julieta, de Lady Mcbeth, de los bailes al tambor de Otelo… Al despedirme, me dice: ‘Yo voy a ver a Alamala porque siento que hacen teatro para mí’. Ese fue uno de los más grandes cumplidos que nos han hecho. Hay mucha gente que nos sigue y nos ve. En el Anfiteatro tuvimos dos funciones que sólo promocionamos por redes sociales, face básicamente. Tuvimos que hacer al último día doblete y quedó gente afuera. El teatro estaba repleto. El público es nuestro gran director. Es el cómplice y la parte más importante del espectáculo”.

(Matucana 100. F: 682 4502. Macbeth un rey Alamala (9 al 11); Otelo trágicamente Alamala (23 al 25). Vi., sá. y do., 18.00. Entrada liberada. Adhesión voluntaria).

Leopoldo Pulgar Ibarra


(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 770, 9 de noviembre, 2012)

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