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Roque Dalton
El 10 de mayo se cumplirán 37 años del asesinato del poeta y revolucionario salvadoreño Roque Dalton García. Sus poemas, Taberna y otros lugares (Premio Casa de las Américas), ensayos y crítica literaria, le dieron un espacio relevante en la literatura latinoamericana. Dalton estudió en un colegio aristocrático jesuita salvadoreño y vino a Chile a estudiar leyes en la Universidad Católica, donde estuvo un año.
En entrevista con Radio Habana Cuba, en 1963, recordó que en Chile “de católico conservador pasé a ser un católico progresista, un social cristiano, esa corriente de pensamiento en Chile me pareció sumamente atractiva”. Pero en nuestro país también tuvo amigos comunistas y, finalmente, en una conversación con el pintor mexicano Diego Rivera, que se encontraba en Chile, se interesó por el marxismo.
A su regreso a El Salvador se hizo comunista, fue detenido y expulsado del país. Vivió largo tiempo en Cuba y Checoslovaquia. Retornó clandestinamente a su país como combatiente del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Pocos días antes de cumplir 40 años, fue asesinado por sus propios compañeros acusado de ser un infiltrado de la CIA y a la vez un agente de la inteligencia cubana (¡sic!). Algunos responsables de ese crimen demencial, como Joaquín Villalobos, ex comandante del ERP y luego miembro de la comandancia del Frente Farabundo Martí, hoy son bien pagados asesores del capitalismo neoliberal.
En los años 60 Punto Final publicó varios textos de Roque Dalton, que fue uno de nuestros colaboradores. En homenaje a su memoria reproducimos parte de su poema a Lenin, incluido en el libro publicado por Casa de las Américas en 2010.
Para un poema en el
centenario de Lenin
(Fragmentos)
Un hombre ha pasado por la tierra
y ha dejado su corazón ardiente entre los hombres.
(…)
Tu muerte crea un nuevo aniversario
más grande que el aniversario de una montaña
(…)
Contigo la muerte se luce mas grande que la vida.
(…)
Desde hoy nuestro deber es defenderte de ser dios.
Vicente Huidobro
I
Es fácil decir
el hombre más grande de este siglo
el más humano el más sencillo
corazón del pensamiento y
pensamiento del corazón
el que más construyó
el que mejor enseñó la destrucción constructiva
y la siempre construcción basada en el trabajo
porque a un hombre como él
se puede acudir tranquilamente con un lugar común
con una sentencia sacada de los libros sagrados
o con lo que dice un niño al despertar
II
pero…
Cuando yo ingresé en el Partido (a través de un reunión de célula que ya he dejado descrita en un poema), el primer material de estudio que puso en mis manos la organización fue El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, de Lenin. Los camaradas dijeron que era lo que más nos correspondía aprender a manejar: la táctica central, los límites del campo de maniobras de un Partido que no ha tomado aún el poder. Entonces no sabía yo que hay personas que definen para siempre el Partido Comunista como “un partido que no ha tomado aún el poder”, e inclusive como “un partido que acumula fuerzas”, lo cual eleva toda táctica y toda maniobra a un campo de metafísica existencial que ni el reverendo Berkeley fue capaz de imaginar. Sin embargo, meses después, habíamos llegado a una conclusión levemente operativa: los pequeños burgueses y su desaforado izquierdismo son el enemigo público número uno del partido-comunista-que-permanece-sobreviviendo-por-más-de-treinta-años-sin-tomar-el-poder. No advertíamos, sin embargo, que nos encontrábamos en la pequeña capital de un pequeño país de la América Latina ni que en su libro Lenin hablaba de una experiencia histórica concreta, de un análisis teórico concreto y de un tipo concreto de pequeña burguesía: experiencia, análisis y pequeña burguesía de Europa.
Para los marxistas (dice Lenin) está plenamente establecido desde el punto de visto teórico -y la experiencia de todas las revoluciones y movimientos revolucionarios de Europa lo confirma por entero- que el pequeño propietario, el pequeño patrón (tipo social que en muchos países europeos está muy difundido y tiene carácter de masas) que sufre bajo el capitalismo una presión continua y muy a menudo un empeoramiento increíblemente brusco y rápido de sus condiciones de existencia, y la ruina, cae con facilidad en el ultrarrevolucionarismo, pero es incapaz de manifestar serenidad, espíritu de organización, disciplina y firmeza. El pequeñoburgués “enfurecido” por lo horrores del capitalismo, es como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas.
¿Cómo trasladar mecánicamente los justos epítetos de Lenin dirigidos a los tenderos, rentistas, patronos pequeños de Francia o Checoslovaquia, a los estudiantes latinoamericanos que desde hace cincuenta años mueren en las calles por la Revolución, a los profesionales revolucionarios (desde Mariátegui a Fidel Castro y el Che Guevara), a los curas guerrilleros, a los poetas, a los empleados del “desarrollo del subdesarrollo” que se mueren de hambre con cuello y corbata? Años más tarde, tuve que hablar en cierta capital del mundo socialista, frente a un público formado en su mayor parte por universitarios de mi país, sobre algunos problemas de la lucha armada en la revolución latinoamericana. El responsable político de mis camaradas, después que terminé mi exposición y en vistas del acuerdo que mostraran con ella los asistentes, repartió apresuradamente copias en español de El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, para evitar -fueron sus palabras textuales- que aquella nutrida base juvenil comunista se fuera a desviar con mis palabras. No creo en la base anecdótica de la cultura revolucionaria y cada día más velozmente huyo de tan sutil (o grosero, depende) tipo de argumentación. Si recuerdo estas situaciones es porque hoy he vuelto a leer el libro de Lenin al que me vengo refiriendo y estoy seguro de que, como todo el resto de su obra, se trata de un libro “de Izquierda”. La enfermedad senil de la derecha latinoamericana se manifiesta también -sin mencionar para nada la tos, la arterioesclerosis, el vértigo de montaña y ciertas paranoias suculentas- en ese daltonismo político que consiste en considerar verde un libro tan rojo como El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Un daltonismo así no se lo podría permitir nadie más impunemente, estoy seguro. En los hechos no se lo ha podido permitir nadie, digo, impunemente. Ni siquiera yo, con todo y el apellido que llevo.
III
La verdad es concreta
(a)
Tú le diste un corazón de carne y sangre a la verdad
pero nos advertiste que funcionaba
como una bomba de tiempo
o como una manzana.
Que podría servir para volar la maquinaria del odio
pero que también se podría podrir.
(b)
¡Ay de los que creen que porque la verdad es concreta
ella es solo como una piedra, como un bloque de hormigón
o un ladrillo!
Una bicicleta,
un jet,
una astronave,
son cosas concretas como la verdad.
Lo mismo que un rompecabezas.
Y un combate cuerpo a cuerpo
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 756, 27 de abril, 2012
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