Punto Final, Nº 745 – Desde el 28 de octubre al 10 de noviembre de 2011.
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Los Cuatro y su nuevo desafío

Autor: LEOPOLDO PULGAR IBARRA

 

En la Compañía de los Cuatro siempre fueron tres miembros, desde su fundación el 26 de febrero de 1960: Orietta Escámez y los hermanos Héctor y Humberto Duvauchelle. En el nombre del grupo se quiso perpetuar la presencia simbólica de Hugo, otro hermano Duvauchelle, a quien la muerte temprana le impidió integrarse.
Así, a casi 52 años de vida -superando también el fallecimiento de Héctor, en Caracas, en 1983, donde la compañía se había radicado luego del golpe militar, y más allá de algunas intermitencias y cambios-, la Compañía de los Cuatro sigue sobre el escenario, percibida como una de las compañías chilenas independientes más destacadas y respetadas en la historia teatral de nuestro país. Basta ver una cifra: más de setenta obras, exhibidas en 21 países, surgieron de esta fructífera matriz creativa.
Los Duvauchelle eran de Bulnes, e hicieron teatro en Concepción. En 1954 se trasladaron a Santiago y se vincularon al Instituto de Teatro de la Universidad de Chile (Ituch), hoy Teatro Nacional Chileno (TNCH). En ese período, Orietta Escámez trabajó con la compañía de Américo Vargas y Pury Durante. Había debutado como Rosaura en La vida es sueño, a los 14 años.

Disciplina y respeto

Y llegó 1960, una década llena de inquietudes sociales en Chile, con el teatro universitario en la vanguardia de la cultura. Orietta recuerda que la Compañía de los Cuatro, siempre muy abiertos de mente, optó por una gran amplitud en títulos, dramaturgos y directores, conducta que también se expresó al abordar el cine, el radioteatro y la difusión poética. “Debutamos en Santiago en el teatro Petit Rex”, recuerda entrevistada después de una función de La estación de la vida, el montaje hoy en cartelera que reúne textos de dos premios Nobel italianos: La guardavía, de Dario Fo, y El hombre de la flor en la boca, de Luigi Pirandello.
¿Discutieron una línea escénica a desarrollar?
“No. Sólo queríamos tener nuestro espacio creativo y trabajar de manera independiente. Siempre nos interesaron dramaturgos y directores muy variados: Gogol, Shakespeare, Orton, Ionesco, también autores nacionales como el incipiente Raúl Ruiz (La maleta, 1963) y directores como Víctor Jara y Edmundo Villarroel, entre otros de primer nivel. El objetivo era hacer buen teatro, sea drama, tragedia o comedia, montajes con buenas escenografías e iluminación…”.
¿El absurdo les atrae como tema?
“Sí, exagerar da relieve a la conducta de los personajes. Esa tónica nos ha interesado siempre: la sátira, la comedia satírica. Hicimos una obra de Raúl Ruiz (Dúo) que era absurda total”.
Llama la atención que buscaran a una directora tan joven…
“En la Compañía de los Cuatro siempre estuvimos abiertos a la experimentación. Para nosotros, con la experiencia que tenemos, todo resulta nuevo al trabajar con una directora joven, aporta nuevas ideas, nuevas técnicas… El proceso de ensayo fue excelente. Se conversó bastante, hubo puntos de vista distintos… pero ni tanto: nosotros somos muy abiertos a todo. Creo que la apertura es una forma de hacer teatro. Estamos en contra de encerrarnos en nosotros mismos”.
¿La disciplina es importante?
“Ha sido un factor básico en el trabajo de la Compañía de los Cuatro, así como el respeto entre nosotros. La disciplina corresponde a una escuela teatral. Aunque nosotros no tuvimos una formación teatral formal, asumimos los principios del teatro universitario chileno: disciplina y respeto entre compañeros”.
¿Nostalgia?
“Sólo por Pepe (Héctor) que no está vivo. Tuvimos una relación muy buena entre nosotros, porque teníamos el mismo ideal de hacer buen teatro. Cada uno con sus tareas: Humberto las relaciones públicas; Pepe lo técnico, la escenografía, las luces; y yo, la administración del grupo”.

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 745, 28 de octubre, 2011
revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org

 

FOTO: Orietta Escámez en “La guardavía”.

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