Punto Final, Nº 745 – Desde el 28 de octubre al 10 de noviembre de 2011.
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Palestina en la ONU

Autor: XAVIER ABU EID (*)
 (*) Cientista político de la Universidad Diego Portales, asesor del equipo negociador palestino en Ramallah.

 

l día 23 de septiembre, a las 11:35 de la mañana, el presidente Mahmoud Abbas entregó al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, la petición oficial de Palestina para convertirse en un Estado de plena membrecía en la ONU. A la misma hora, con una diferencia horaria de siete horas, miles de palestinos se reunían frente a pantallas gigantes en Palestina y los campos de refugiados de la periferia para seguir el discurso que Mahmoud Abbas daría en el marco del debate general de la ONU.
Yo fui una de las personas que por meses preparó ese momento. Desde mi puesto en la Oficina de Negociaciones de la Organización para la Liberación de Palestina fui orgullosamente partícipe de literalmente 1.568 presentaciones en menos de ocho meses a distintos sectores abogando por el reconocimiento de Palestina. Meses intensos de reuniones con diplomáticos, periodistas, estudiantes, sindicalistas, religiosos y activistas de la sociedad civil. Sinceramente, nunca dimensioné la magnitud de lo que hacíamos, aunque tenía claro que la campaña diplomática era lo correcto.
Me encontraba entre miles de personas en la plaza Yasser Arafat en el centro de Ramallah sin aún entender qué era lo que estábamos esperando. Pero cuando el presidente Abbas fue anunciado para dar su discurso y la Asamblea General se vino abajo en una ovación, fue cuando entendí qué estábamos haciendo. La imagen de miles de banderas palestinas flameando mientras por las pantallas se veía la ovación, fue lo más emocionante. Se me vino a la mente mi vida en Chile y los sueños que acumulé desde pequeño en los estadios La Cisterna o Santa Laura, apoyando a mi amado club Palestino de la mano de mi padre.
En esas idas al estadio pude mantener vivo el sentimiento de pertenencia a un país que siempre se mantuvo en nuestros corazones. Sobre todo, recuerdo la cara de mis abuelos cuando volvíamos del fútbol. Mi abuelita Nameh que mantenía viva la identidad de nuestro pueblo a través de su deliciosa cocina, o mi abuelo Judeh, quien como cientos de miles abandonó Palestina para nunca más volver. Ahora, sólo querría decirles que el país que él vio cómo se destruía, estaba volviendo al mapa y que su nieto estaba en Palestina para contarlo.
Las lágrimas me cayeron durante el discurso, la emoción y el llanto eran compartidos por miles a mi alrededor. Probablemente todos tenían su propio “Judeh” en la figura de un exiliado, un prisionero, un torturado, un mártir o simplemente en la humillación diaria de vivir bajo la ilegal ocupación que nos asfixia pero que no ha podido apagar la llama de la libertad. El presidente Abbas recuerda a Yasser Arafat, y Ramallah se viene abajo mientras escuchábamos repetir la famosa frase de la “rama de olivo y el fusil del revolucionario”. Un discurso completo, que representó los sueños y admiración de todo un pueblo. Abbas también recuerda al poeta Mahmoud Darwish: otra ovación ante su nombre, miles de banderas al viento al escuchar el recuerdo del presidente Abbas a uno de sus más recordados poemas: “Sobre esta Tierra queremos ser, todo lo que queremos es ser, hemos sido, somos y seremos”.
Un periodista extranjero se me acerca. Me pregunta qué sentía y la respuesta fue automática: “Orgullo, el presidente Abbas ha hablado por 64 años de ausencia, de silencio, de exilio... Basta, es tiempo de ser libres, es el tiempo de Palestina”.
¿Acaso la admisión de Palestina en la ONU significa el fin de la ocupación israelí? No. Sin embargo es uno de los pasos más significativos en el camino hacia la independencia. En primer lugar, Palestina podrá ser parte de una serie de tratados internacionales, incluyendo los convenios de Ginebra y el Estatuto de Roma. Si bien muchos escépticos creen que el ingreso de Palestina al Tribunal Penal Internacional no ha de detener la política de ocupación, colonización y limpieza étnica que Israel ha implementado por décadas, lo cierto es que todo indica que pronto Israel deberá elegir entre la integración regional a través del respeto al derecho internacional o el aislamiento.
Israel hoy actúa de forma impune debido al apoyo activo de un país -EE.UU.- y la pasividad del resto. Pero un Estado bajo ocupación, a diferencia del “territorio en disputa” que Israel dice es el estatus del territorio palestino ocupado, representa un cambio de escenario que la pasividad internacional no podrá justificar.
La admisión de Palestina en las organizaciones de Naciones Unidas tales como la Organización Mundial de Comercio, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial o la Unesco no sólo podrá ayudar los esfuerzos de Palestina para que Israel pueda ser efectivamente sancionado por sus violaciones, sino que también servirá para proteger el riquísimo patrimonio nacional palestino, incluyendo la Iglesia de la Natividad, en Belén, la Mezquita de Al Aksa, el Santo Sepulcro, la Mezquita de Abraham, en Al Khalil (Hebrón) o el Mar Muerto, entre otros que hoy necesitan restauración o cuyo control se encuentra en manos de Israel.
Los que nos emocionamos con el discurso del presidente Abbas en Naciones Unidas, entendimos también que sus palabras eran un llamado de atención para el resto del mundo. Hemos entrado en el “momento de la verdad” y la pregunta es muy sencilla: ¿Se quiere o no lograr la paz en Oriente Medio? Si la respuesta es positiva, entonces lo que se debe hacer es claro: terminar con la ocupación militar más antigua de la historia contemporánea y solucionar con base en el derecho internacional la situación del grupo de refugiados más grande y antiguo del mundo, los refugiados palestinos.
Probablemente aún no exista la voluntad política necesaria para hacer que Israel respete el derecho internacional. Sin embargo, está claro que las cosas no han de ser iguales desde ahora.
Un diplomático sudafricano nos dice: “Lo que ustedes hacen es lo que nosotros hicimos hace unos años contra el apartheid”, acordándose de cuáles fueron los países que defendieron la discriminación racial en su país: Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y el Chile de la dictadura. El único que nunca se disculpó fue Israel.
Terminado el discurso del presidente Abbas, me dediqué a llamar a mis jefes, amigos y colegas que se encontraban en Nueva York: “Gracias. Estoy muy orgulloso, los quiero, nos tienen a todos llorando” fue el mensaje que di a todos, para recibir la misma respuesta: “Nosotros también estamos orgullosos. También te queremos, también estamos llorando... Pero esto recién comienza”.

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 745, 28 de octubre, 2011
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FOTO: MAHMOUD Abbas, presidente de Palestina.

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