Edición 733 desde el 13 al 25 de mayo de 2011
Documento sin título
Buscar
último Editorial
Movilizaciones
Carta al director
Ediciones Anteriores.
En Quioscos
Archivo Histórico
Publicidad del Estado

El fallo de la Fiscalia

Regalo

La Torre de Papel

Globalización ideológica

El 28 de abril los presidentes de Chile, México, Perú y Colombia suscribieron en Lima el Acuerdo de Integración Profunda (AIP), un convenio comercial que, en su versión oficial, busca profundizar el comercio de cara a los mercados asiáticos y crear políticas conjuntas en diversas áreas, no sólo productivas sino también de seguridad y cooperación policial.
El AIP, que parece uno más de las decenas de tratados y asociaciones comerciales que mantiene el Estado chileno, exhibe a simple vista rasgos particulares. De partida, quienes componen esta sociedad son cuatro de los gobiernos de corte neoliberal con políticas abiertamente opuestas a los gobiernos de la región de inspiración más social. Para ningún observador ha sido un misterio que este tratado suscrito por los gobiernos derechistas de Piñera, Calderón, García y Santos se levanta como un dique a los procesos de integración impulsados desde Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Uruguay e, incluso, Brasil. El AIP nace para oponerse no sólo al ALBA y Unasur, sino también al Mercosur. Y si las comparaciones son odiosas, Calderón fue el primero en hacerlas: mientras el Mercosur mueve 543 mil millones de dólares, el AIP moverá 872 mil millones. El nuevo acuerdo, con la presencia de la gran economía mexicana, está allí para enfrentarse a Brasil, eje del Mercosur.
Hay aquí elementos de polarización evidentes. El AIP, cuya inspiración es abiertamente neoliberal, está también vinculado de forma directa con Estados Unidos: tres de estas naciones tienen un tratado de libre comercio con el país del norte, en tanto la cuarta, Colombia, llegó tarde, pese a sus deseos, a la firma. En EE.UU., con las preocupaciones económicas después de la crisis de 2008-2009, con altos niveles de desempleo y un déficit casi insondable, han olvidado los supuestos beneficios del libre comercio. Pese a las omisiones, el AIP es una versión rebajada de aquel proyecto llamado Alca, impulsado por George Bush, programa que se estrelló hacia mediados de la década pasada con la negativa del gobierno de Lula y el surgimiento de gobiernos que priorizaron la integración Sur-Sur.
Es evidente la mirada hacia el Oriente que tiene este convenio. Para la economía mundial y los países emergentes, las posibilidades de sobrevivencia ante la crisis actual están en China, cuya demanda se ha mantenido en niveles artificialmente altos, ayudados también por los especuladores y los precios de las materias primas. Para Chile, el alto precio de la celulosa, el cobre y otros metales, tiene como gran causa el gran mercado chino.
Si Chile y Sudamérica pueden agradecer a China el actual buen momento de sus exportaciones, no pueden hacerlo ni México ni las pequeñas economías centroamericanas, que dependen casi totalmente de sus ventas a Estados Unidos. México, que fue la primera de las naciones latinoamericanas en firmar un tratado con EE.UU. (junto a Canadá), observa transitar su economía por el mismo túnel que habita la gran economía del Norte. Incluso para Chile, el TLC con EE.UU. es hoy deficitario. Se puede decir que el acuerdo, firmado durante los gobiernos de George W. Bush y Ricardo Lagos, hay que recordarlo, ha resultado bastante más beneficioso para EE.UU.
Pero el AIP ha llegado tarde a la era de los tratados de libre comercio. ¿Qué peso tiene hoy la Organización Mundial de Comercio ante la debilidad del dólar en el concierto mundial y las guerras de divisas para capturar mercados externos? Tras la gran crisis de finales de la década pasada y su actual larga resaca, la globalización comercial ha sido reemplazada por salvavidas financieros, déficits de todo tipo, revueltas políticas e incursiones armadas. La globalización comercial ha devenido en una globalización de la inestabilidad y la incertidumbre. El AIP parece responder más a este mórbido impulso que a las febriles ambiciones comerciales de los marchitos TLCs.
Pese a las grandilocuentes cifras nacionales de expansión económica, de bajo desempleo y de fomento de las exportaciones, la situación en estas latitudes es también extremadamente inestable. No sólo en el terreno económico, con un dólar que pierde valor día a día en el mundo y en el mercado nacional, sino por la crisis política global, agravada a cada momento en Oriente Medio y el norte de Africa. La noticia del asesinato de Osama bin Laden, el 1º de mayo en Pakistán, por agentes estadounidenses, ha abierto una serie de nuevos frentes de batallas de direcciones impredecibles. Porque la euforia que observamos frente a la Casa Blanca y en las calles de Nueva York es, en otras latitudes, una nueva dosis de odio en las relaciones internacionales. Cuando el 2 de marzo el corresponsal de la BBC en El Cairo preguntó a estudiantes y a otras personas qué opinión les merecía Bin Laden, prácticamente todos lo calificaron como “un héroe”. Durante aquellas jornadas, los veleidosos mercados reaccionaron al renovado patriotismo estadounidense liderado esta vez por Obama, una celebración instintiva y efímera que no considera el pesado y oscuro cauce que ha tomado la historia del siglo XXI.
La era del libre comercio, del neoliberalismo, de la globalización comercial y financiera marcó su deceso con la crisis de 2009. El AIP parece responder más a esta nueva globalización, que es ideológica, intolerante y, posiblemente, muy violenta.

PAUL WALDER

 

(Publicado en “Punto Final” edición Nº 733, 13 de mayo, 2011)
punto@tutopia.com
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org

Punto Final
Translation

Google Translate

En esta edición

Chile vs. HidroAysén

Devorador de recursos naturales

Rechazo ciudadano
a HidroAysén

El montaje
se derrumba

La primera guerra mundial del agua

En edición impresa

Gerónimo EKIA (*)

Plan que busca
evitar los tropiezos

Globalización ideológica

El conflicto
silenciado

La inocente cara de
la muerte

A la búsqueda del socialismo del siglo XXI

Visita