Los viajes de Chinoy
Dan ganas de dar la buena nueva. Un mesiánico Mauricio Castillo ha llegado para quedarse. Era un día frío en el Parque Cultural ex Cárcel, en Valparaíso, cuando apareció con su guitarra de palo, ajada por los vientos pacíficos y rayada como el brazo enyesado del mejor compañero. Venía a contarnos que tenía la voz de gorrión y no sé en qué remoto sitio, su alma. Ahora que somos vecinos en la Avenida Elías, la de los cités centenarios, entiendo “Jeannette” y su corazón de poeta. Con ustedes, Chinoy, la Violeta Parra de los machos
Karen Hermosilla
Llegaste a Valparaíso con cien canciones debajo del brazo y con una puesta en escena que se mantiene por horas. Se cortan las cuerdas de la guitarra, el sudor fluye a borbotones y no paras. ¿Sientes una compulsión creativa?
“Hago canciones que se pierden, unas se van cayendo y otras reaparecen. Deben ser más de cien. Cuando toco disfruto, porque uno va encontrando variaciones de sí mismo. Es un viaje, y me gusta vivirlo. Pero no creo que haya compulsión. Ese devenir te hace encontrarte contigo mismo. Por ejemplo, si uno está construyendo una casa y está bonito el día, eres todo ese paisaje, que cambia y que en panorámica te puede decir quién eres tú”.
Estuviste a cargo de musicalizar “La buena vida”, la última película de Andrés Wood. ¿Cómo fue esa experiencia?
“Otras personas saldrían a contarle eso a todo el mundo, pero yo lo siento como casi nada. La canción se llama ‘Para el final’ y le gustó a Andrés porque trata de cuando uno pide todo y siente que ya es suficiente. Es una canción que trata de figurar el sentido, que nunca quiere decir lo que dice. El coro canta: para el final quería más y estuvo tu voz. Se trata de cuando uno va a hacer algo con lo que se pasa de la raya y alguien te ataja. Esa especie de freno se agradece, te recuerda la tensión de estar vivo. A veces hay que recordar el instinto de conservación y dejar a un lado lo autodestructivo”.
¿Te sientes un trovador o es un nuevo género lo que estás planteando?
“Lo que planteo es una cosa que plantean todos los que intentan hacer buenas canciones. No tiene que ver con un estilo que me cayó al dedo. Lo de la trova es circunstancial. Llegué a Valparaíso con una guitarra para ganarme la vida, nada más. Cuando escuchaba ‘La guitarra’ de los Auténticos Decadentes me daba rabia, sentía que me habían robado la canción, que yo era ese que tocaba la guitarra. Esto no tiene que ver con un estilo en particular, es nada más las ganas que uno tiene de hacer algo”.
¿Tienes referentes?
“Siempre andaba imitando a los artistas que me gustaban. Me gustaba vestirme como Sid Vicious. Cuando leo un libro siempre caigo en el personaje en que me reconozco. El último libro que leí fue El hambre, de Sun Lu Tang. Trata de un escritor que hace lo posible por comer en el transcurso del libro y lo logra unas cinco veces… ¡y es un libro largo! En momentos cae en estados de locura que lo llevan a hacer bromas para tener contacto con otros, porque está completamente olvidado”.
La pulsión de vida
Aún no tienes ningún disco, estás viviendo de las tocatas. ¿Cuál es tu relación con el dinero?
“Todas las cosas tienen una energía y el dinero es como todas las energías, viene y va. A veces se queda, a veces no. Cuando tengo plata trato de gastarla o le pido a otra persona que me la guarde. Cuando yo la tengo trato de gastarla rápido para ver si llega de nuevo. Hasta ahora, siempre ha llegado”.
La juventud tiene un reencantamiento con la pulsión de vida, bien distinto a lo que vivieron generaciones anteriores…
“Ha cambiado, porque las rebeldías han cambiado. Las rebeldías autodestructivas murieron y los jóvenes están resucitando como sujetos de salud, que contemplan, que crean, que se ocupan de lo que sucede con la civilización, que se encargan de ver qué se hace con toda la culpa que tenemos por estar arruinando el planeta. Esto se traduce en otra rebeldía, una que va en contra de todos los contaminadores, empezando por la contaminación del espíritu, ésa que irradió la Iglesia, la monarquía, las distintas instituciones en todas las épocas”.
Llegaste de San Antonio a radicarte en Valparaíso. ¿Qué significado tienen los puertos en tu creación?
“Mi vida está conectada a las necesidades de la gente que vive al lado del mar. En mis canciones aparecen más peces que montañas. Valparaíso tiene una vibración súper juvenil, donde uno puede todavía sentir ternura y vivir dentro de las utopías”.
Niños del ruido
¿Qué te evoca la figura de Salvador Allende?
“Vive en mi cabeza como una especie de superhombre. Crecí con gente que tiene el ímpetu de llevar sus valores más lejos. Eso es como haberlo conocido, sentir que vive en las personas que conozco que tienen un sueño. Un sueño que no murió con Allende, porque son los sueños jóvenes de todos”.
Te invitaron a participar del centenario de Allende en el Estadio Nacional. ¿No parece curioso que te integren siendo que sólo tienes 26 años?
“Creo que me llamaron a participar porque a la gente le gusta mi música. Se comparten inteligencias, mundos, sueños con sujetos de todos los tiempos. Esa sincronía se hace posible cuando no se tiene mayor interés que conectarse consigo mismo.
Mis transformaciones han sido tan fuertes como las sufridas en aquella época. Cuando uno conoce bien quién es, empieza a tener una sincronía con la historia. No tengo mayor conocimiento de ésta, sólo de lo que me rodeaba emocionalmente, mi familia. Por eso creo que comparto ese momento histórico, pues todos hemos tenido que renovarnos desde la pena”.
Chinoy, el duende
¿Como fue la infancia en San Antonio?
“Tuve una infancia al aire libre. Con (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 675 de Punto Final, 21 de noviembre, 2008. Suscríbase a la edición impresa de PF) |