Punto Final,Nº 848 – Desde el 1 al 14 de abril de 2016. .
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La movilización que hace falta


¿De qué sirven las marchas y los desfiles? Si se realizan como una misa que sirve para golpearse el pecho, levantar puños, y mostrar cartelitos ingeniosos, de nada.
A lo más generan en la gente entusiasta la idea de que se está haciendo algo por cambiar las cosas, y en los mandamases, la idea risueña de que esa gente inquieta y airada juega con una pelotita de trapo.
La nueva marcha convocada por la CUT tuvo una gracia extraña. En ella participaron quienes incluso no estaban de acuerdo con la convocatoria, por cuanto se sabe que no fue organizada para intentar destrabar el gallito instalado a propósito de la Reforma Laboral. Y por cierto, para decirle a Michelle Bachelet que el pie en la calle del PC -que ya todo el mundo parecía haber olvidado-, está vivo y marchando.
Lo que resulta curioso es que esa misma CUT no movió un dedo cuando los profesores se movilizaron en contra del proyecto de ley de carrera docente, ya promulgada como ley, y que tuvo el rechazo mayoritario de los docentes.
Pero nada va a pasar. Nunca se ha sabido de algún político que al ver desfilar a centenares de miles, haya cambiado sus convicciones más íntimas.
Ya no son necesarias las marchas como sí es absolutamente necesario un proceso de movilización que arrincone a un alicaído sistema que se mantiene únicamente porque la gente no ha encontrado el modo de botarlo.
Los estudiantes también afinan sus siguientes desfiles para hacer saber su descontento con el proceso de reforma universitaria y de gratuidad. Y ya deberían saber, antes de poner un pie en la calle, que nada va a pasar que no sea lo que el sistema ha diseñado. Con algún remiendo, alguna dádiva poca cosa, con las eternas y estériles mesas prelegislativas, con reuniones, visitas al Congreso, con una puesta en escena -en la que los asesores ministeriales ya son expertos-, finalmente se va a instalar lo que quieren instalar.
Las marchas que no amenazan ni tantito al sistema se volvieron un uso común, se institucionalizaron. Ya se sabe que más allá de cambiar el sentido del tránsito no va a pasar mucho. Pero sí van a seguir siendo un atractivo coto de caza para las policías, que echan de menos eso de apalear jóvenes, torturar niños y manosear niñas, orientados por el subsecretario de Interior, que ha gozado haciéndose un nombre en eso de la represión.
Las marchas y desfiles no son sinónimos de movilización. Movilizarse significa un pueblo politizado, alerta, con claridad respecto de lo que se quiere y por sobre todo, seducido por la decisión de pelear por lo que cree, utilizando todo medio legítimo. Movilización es una acción política con un horizonte estratégico definido. No una vuelta por el centro aprovechando que se puede caminar por las calles sin buses.
La movilización popular implica una propuesta política sostenida por una fuerza social de tal envergadura, que los poderosos huelan el peligro y que al pueblo lo haga confiar en posibilidades de triunfo, aunque sean parciales. Movilización popular exige disputar espacios de poder con medibles posibilidades de atinar. E implica conocer cuáles son los medios que se ponen a disposición del pueblo para enfrentarse al sistema.
Durante más de veinticinco años, primero con ofertas ancladas en las esperanzas de un pueblo castigado y luego de la manera más desembozada y descarada posible, los continuadores de la dictadura por otros medios se han dado maña para utilizar la única arma disponible de la gente, el voto, para sus propios y espurios fines.
Armada de una paciencia de santos, la gente ha seguido confiando en quienes les han mentido cada vez que han hablado. Y han robado hasta dormidos.
Votar es una mecánica en la cual renuncias gustoso y alborozado a tu porción de soberanía y la dejas en manos de los que en breve te van a pasar por el perineo. Algo parecido a lo que haces con tus fondos previsionales: les entregas tu platita y ellos la administran según sus necesidades económicas y de las otras.
Una verdadera movilización se verificará cuando la gente no solo marche sino cuando despliegue toda su decisión para sacar a cada uno de los sinvergüenzas que hoy hacen las leyes y las aplican desde sus poltronas.

Ricardo Candia Cares

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 848, 1º de abril 2016)

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