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Un año de incertidumbres
Se va a cumplir un año desde que estallara el caso que derribó la nube celeste en la cual reinaba la imbatible presidenta Bachelet, y que develara que la colusión número uno sigue siendo entre la política y los que la financian.
El primer desaforado por esta costumbre centenaria es el senador Orpis. Y su próxima formalización, que lo puede llevar a cumplir cinco años de cárcel acusado, para vergüenza de todo el sistema, de empleado a sueldo de las pesqueras, compite en dramatismo con lo que sucede en los patios de La Moneda y en sus proximidades.
La nuera de la presidenta será querellada por el Servicio de Impuestos Internos por graves acusaciones, por lo que puede llegar incluso a la cárcel. Y algunas voces exigen que su marido, el hijo sanguíneo de la presidenta, corra la misma suerte por cuanto su mujer no actuó sola en la danza de millones ilegítimos en la que han bailado aprovechando la sombra prodigiosa del poder. Peor aún, sin que se conozcan las razones de fondo, la nuera de la presidenta ha denunciado que su actual jefa de Gabinete recibió veinte millones de pesos por una asesoría a su empresa.
Será un largo verano para la presidenta y para el apolillado sistema político, que debe enfrentar las primeras elecciones en condiciones de una erosión que los tiene a casi todos en la mira. Que levante la mano el que se salve.
Desde el punto de vista del sistema, la reforma judicial se ha transformado en una anomalía que ha comenzado a carcomer desde sus entrañas la cultura imperante. En el otro sistema judicial estas cosas ni siquiera se hubiesen sabido. El caso es que los fiscales se han convertido en una piedra en el zapato chino en el que está embutido todo el tándem de políticos corruptos.
La otra anomalía con rasgos crónicos es la anemia presidencial, que ha llevado a la presidenta cuando no a un silencio suicida, a la toma de decisiones francamente incomprensibles en medio de la crisis más severa del putrefacto sistema político, donde el que no ha caído aún, será porque ha hecho sus malabares con más astucia. Y solo es cosa de tiempo. El gobierno parece navegar “en ceñida”. Y la presidenta dirige el barco como si no tuviera brújula ni idea de política. Y recién cumplirá dos años de mandato. Es difícil imaginarse cómo viene la mano este año.
Las reformas prometidas han zozobrado en medio del tira y afloja de la trenza de poderes que se reparte entre los políticos tanto de gobierno como de oposición.
El dólar en una sostenida alza y el cobre por los suelos, no son buenos augurios para el año que se avecina. Constituye un mal momento para las finanzas pero se abre el espacio necesario para frenar de una vez por todas las reformas prometidas, ahora con una explicación imbatible: el escaso crecimiento que se advierte para el año.
De reforma constitucional por medio de una Asamblea Constituyente, ni hablar. La reforma laboral empantanada entre los mezquinos intereses de los legisladores de la coalición gobernante promete ser peor de lo esperado y un fantasma, si se compara con las declamaciones que la auguraron en programas y discursos.
La Carrera Profesional Docente es rechazada por los profesores, aunque es respaldada por la dirigencia del gremio y finalmente, los estudiantes universitarios hacen saber su áspera crítica a lo que se podría considerar como el mayor logro del gobierno, la gratuidad universitaria.
En el territorio mapuche aumenta la represión y si no fuera por la poca prensa democrática y las redes sociales, del conflicto que el Estado mantiene con el pueblo mapuche ni siquiera se sabría.
Y el derrumbe del mito del libre mercado ha dejado paso a la necesitad imperiosa de que el Estado asuma su responsabilidad y desbarate el abuso corporativo a que se somete a la gente por la impía vía de coludirse para acordar precios y sinvergüenzuras.
El cuadro pinta para que las movilizaciones sociales nuevamente se tomen las calles y no para muchos más. Y la Izquierda extraparlamentaria, extragubernamental y extra casi todo, ese sector que debería aportar con una buena interpretación de lo que sucede, quizás considere un avance la nueva ley de partidos políticos y se engatuse con la opción de vestir a alguno de sus dirigentes como diputado. Y quizás hasta ya se estén probando el traje.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 845, 22 de enero 2016)
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