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El país de Platón
Grecia: habló la democracia
Desde hace meses -desde el 25 de enero pasado-, los electores helenos tuvieron la osadía de desafiar a la Troika -Comunidad Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE), y Fondo Monetario Internacional (FMI)- que ha impuesto políticas de austeridad al conjunto de los países europeos, y apoyaron en las urnas la alternativa a dichas políticas propuesta por Syriza. El cerco tendido por la Troika ha desembocado sin embozo en una tentativa de asfixia financiera que aspira incluso a un cambio de gobierno en Grecia, y que es considerado un verdadero intento de derrocamiento del gobierno legítimo electo en enero: “Cuando me reuní por primera vez con el presidente del Eurogrupo (ministros de Finanzas de los países de la zona euro), Jeroen Dijsselbloem, éste me dejó muy en claro que teníamos dos opciones, o suscribíamos el acuerdo que el precedente gobierno griego había firmado o pondrían fin al programa de ayudas”, reveló hace poco el ministro de Economía griego, Yanis Varufakis.
Los roces entre la Troika y Atenas tuvieron lugar desde el primer día, luego de la instalación del primer ministro griego, Alexis Tsipras, en el gobierno y presagiaban un conflicto in crescendo entre una visión de Europa de Angela Merkel -Europa de la banca y de las finanzas internacionales, versus la idea contenida en el programa de Syriza-, esto es, de que era posible una salida de la crisis que azota a Grecia y a otros países europeos sin echar mano a políticas de austeridad que los gobiernos helenos precedentes -tanto de derecha ND (Nueva Democracia) como socialdemócratas (Pasok)- habían aceptado infligir, aplicando de esta manera durante años, como en España, Italia, Portugal, etc., las medidas decididas por los burócratas de la Troika. Estos habían calificado de demagógico el programa de Syriza pero estimaron que el “principio de realidad del ejercicio del gobierno” se impondría y Syriza reconsideraría las proposiciones “demagógicas” hechas durante la campaña.
Ahora bien, el programa de Syriza propuesto y aprobado por los griegos es moderado, e incluso ha sido criticado por sectores al interior de Syriza, por algunas personalidades(1) y por el KKE (Partido Comunista griego), que no forma parte del gobierno. Las negociaciones fueron interrumpidas poco antes del 30 de junio y desde ese momento, Grecia quedó en cesación de pagos ante el FMI. Desde el inicio Atenas había propuesto una renegociación de la deuda, pero rechazó la proposición de la Troika de ir más allá en las concesiones ya aceptadas (supresión progresiva de la ayuda a las personas de la tercera edad, alza del IVA en el sector hotelero-turístico y en lo relativo a los productos agrícolas, restricción de salarios, disminución del aparato estatal y de los gastos de defensa).
UN PEQUEÑO PAIS, UNA GRAN DEUDA
Sin embargo Atenas estaba llana a considerar algunas proposiciones de la Troika recibiendo en contrapartida 29 mil millones de euros para cubrir el servicio de su pesada deuda(2). Todos saben que Grecia no podrá pagarla integralmente, y por eso en la última proposición hecha antes del referéndum del 5 de julio, Tsipras propuso escalonar una parte de ella durante veinte años. Pero si dijo estudiar nuevamente proposiciones de los acreedores relativas al IVA y otras medidas concernientes a la agricultura, está claro que Grecia no podrá pagar totalmente.
La proposición de Grecia no es absurda, toda vez que existe el precedente de la condonación de deudas importantes, como la acordada a la devastada Alemania en 1953 después de la guerra. Más próximo de nosotros está el ejemplo de Nicaragua y Guyana, e Iraq, cuyas deudas fueron condonadas. ¿Cómo un pequeño país de doce millones de habitantes, con 132.000 km², que representa solo el 2% del presupuesto de la UE y se sitúa en el 29° lugar del IDH y ha llegado a una situación que algunos creen significará su inexorable salida de la zona euro, la famosa solución “Grexit”? ¿Sería viable moralmente que la UE siguiera llamándose europea sin Grecia en la Eurozona?
El trasfondo de este conflicto entre soberanía nacional y finanzas internacionales reposa sobre el hecho que tanto para AngelaMerkel como para las entidades financieras internacionales, un precedente, es decir una alternativa al diktat de la Troika, es inaceptable. Sobre todo por la mancha de aceite que se podría propagar a países económicamente de mayor envergadura, como España e Italia. Se trata entonces de un conflicto político e ideológico. Así lo ha entendido tanto Tsipras como la Troika y la prensa neoliberal. Altos funcionarios socialistas franceses utilizan al respecto el mismo lenguaje liberal de la derecha europeísta: “El riesgo de contagio del gobierno rojo-pardo de Tsipras no es de orden financiero. Ceder ante Grecia alentaría a Estados más importantes a elegir a personas que podrían proponer las mismas estrategias de extorsión”(3). En el mismo sentido, en el Financial Times de Londres del 6 de abril pasado, se lee: “Numerosas personalidades y ministros de Finanzas de la zona euro han indicado en privado que un acuerdo sería posible si Alexis Tsipras se desembarazara del ala izquierdista de Syriza. Tsipras podría entonces formar una nueva coalición con el centro y el Pasok”. Ante estas andanadas, ¿cómo no recordar la célebre conferencia off record de Kissinger luego de la victoria de Allende en septiembre de 1970, cuando explicó que EE.UU. no se inquietaba por dicha elección únicamente por temor a ver amagados sus intereses económicos en Chile, sino porque este ejemplo podría tener repercusiones en países más importantes para Washington, como Francia e Italia?
GRECIA Y EUROPA
Grecia ingresó a la Unión Europea en 1981, siete años después del fin de la dictadura de los coroneles (1967-1974). Dos años antes, el entonces presidente francés Valéry Giscard d’Estaing había logrado convencer a sus escépticos pares europeos, particularmente a Helmuth Schmidt, el canciller alemán, de aceptar la adhesión helena a la CEE. Sus relaciones personales con Schmidt y con quien sería el primer ministro en la naciente democracia griega y que había vivido exiliado en París, Constantino Caramanlis(4), allanaron toda dificultad. Giscard habría dicho: “No podemos cerrar la puerta en las narices a Platón”. En esos años, Andreas Papandreou, primer ministro (1981-1989) se opuso a dicha adhesión denunciando, con su partido (Pasok), la integración de Grecia a la OTAN. Andreas es el padre de Georges, primer ministro del Pasok (2009-2011) que luego abandonó para fundar el actual Movimiento de los Socialistas Demócratas, sin representación parlamentaria y que debió enfrentar la crisis desde 2009.
En 2001 Grecia había ingresado a la Unión Monetaria Europea y adoptado el euro. Los gobiernos que precedieron a Syriza (ND y Pasok) aseguraron respetar los criterios contenidos en el tratado de Maastricht, recibiendo en contrapartida diversas ayudas. En esos años se desató la crisis ligada a la subprime en EE.UU., en la cual entidades bancarias como Morgan y Goldman Sachs realizaron acciones especulativas. Fueron algunos consejeros de este último banco a los que las autoridades griegas confiaron las cuentas presentadas a la CE. En 2004, se descubrió que el déficit público griego alcanzaba 4,3% del PIB y no 2,5%, pero la UE no se inmutó mayormente, toda vez que países como Francia e Italia tampoco respetaban el llamado pacto de estabilidad.
El espejismo de los Juegos Olímpicos de 2004 en Grecia contribuyó a crear la ilusión de un país en plena expansión. Sin embargo, en 2009, el primer ministro Georges Papandreou reveló el estado deplorable de las finanzas griegas que causó alarma en los bancos e instituciones financieras europeas, y pánico en los llamados mercados financieros. Frau Merkel ni corta ni perezosa pidió socorro al FMI. Desde esta fecha se habla de la Troika.
Se urdió entonces la idea de una ayuda a los países en dificultades en contrapartida de una drástica política de saneamiento presupuestario y reformas consideradas imprescindibles desde el punto de vista neoliberal. Ello tuvo en Grecia como resultado la caída del PIB en un 25%, e igual guarismo del índice de cesantía de la población activa. La recesión provocada por el “austericidio” llevó a la confrontación pública de dos lógicas ante la crisis: hacer pagar los platos rotos a los asalariados, a los jubilados, a los servicios públicos, a la educación y a los hospitales en lugar de que las finanzas y los bancos contribuyeran a mitigar una situación a la que han contribuido con creces. En Francia, por ejemplo, en esos años, con el pretexto de evitar el colapso del sistema bancario privado, fue el dinero del Estado, de los contribuyentes, lo que garantizó durante el gobierno de Sarkozy la solvencia de entidades bancarias privadas.
REFERENDUM DEL 5 DE JULIO
Debido a la impasse creada a raíz del fin de las discusiones entre Atenas y la Troika, Tsipras volvió al actor fundamental de una democracia, en el país donde ese sistema político fue inventado: al pueblo soberano. La testarudez de Angela Merkel, que adoptó una actitud dura y no quiso discutir sobre un “compromiso a cualquier precio”, motivó la decisión de Tsipras de convocar a un referéndum. Con ello esperaba darle un nuevo envión a la legitimidad democrática del gobierno y llamó a votar No(5) a la proposición de la Troika de acentuar las medidas de austeridad para seguir obteniendo ayudas. También Alexis Tsipras ha tratado con esta decisión de unificar su campo, toda vez que se hacían oír voces críticas. ¿Cuál es el margen de maniobra de los actores del conflicto que puede desembocar en una nueva tragedia?
El primer ministro griego fue muy claro en cuanto al hecho de que estaba dispuesto a retomar las negociaciones, fuera cual fuera el resultado de las urnas y que no pensaba abandonar la UE. Merkel y sus segundones europeos afirmaban sus esperanzas en la victoria del Sí y el presidente de la CE, Jean Claude Juncker, llamó públicamente en este sentido. Algunos soñaban con el cambio de gobierno, la renuncia de Tsipras o la rectificación del rumbo gubernamental, lo que pasaba por la constitución de una nueva mayoría expurgada del ala “radical” de Syriza. “Hay que desembarazarse de Tsipras”, dijo sin ambages, Schulz, presidente del Parlamento europeo. Constitucionalmente, Tsipras no estaba obligado a dimitir, pero una derrota hubiera significado su fragilización y habría llevado agua al molino de la derecha neoliberal y de la socialdemocracia europea: “Lo que está haciendo la Troika europea -dijo Yanis Varufakis- (corridas bancarias, rumores que comienzan a provocar desabastecimiento de ciertos productos) tiene un nombre: terrorismo financiero. Nos han forzado a cerrar los bancos para amedrentar a la gente”.
LA GRAN VICTORIA DEL NO
Para la Troika y la mayoría de los gobiernos europeos, la llamada “nueva provocación” de Alexis Tsipras confirmaría el carácter ultraizquierdista de los dirigentes de Atenas. François Hollande, el presidente galo que durante la campaña presidencial prometió “renegociar el tratado de la UE”, pero una vez en el gobierno lo olvidó, así como otras tantas promesas, recibió al flamante primer ministro griego con acopio de zalamerías diplomáticas y protocolares, pero en la hora de los quiubos no ha querido enemistarse con Merkel. Si bien es perceptible una nimia diferencia de Hollande, ella está motivada por razones de política interna: no distanciarse aún más de la Izquierda (PCF, Verdes e Izquierda socialista) mayoritariamente partidaria de Syriza y que para los planes de un segundo quinquenio en 2017 resultan imprescindibles. Por otro lado, sería mal visto oponerse a la legitimidad democrática de la opinión del pueblo griego. Aun cuando debemos recordar que se han cumplido diez años del histórico No del pueblo francés al proyecto de Constitución europea en 2005, decisión que fue escamoteada por el contubernio entre el PSF y la derecha durante el gobierno de Sarkozy, y que fue impuesto por vía parlamentaria a pesar de la opinión libremente expresada por el pueblo soberano.
Todo el establishment europeísta, su prensa, radio y TV se jugó por el Sí en el referéndum del 5 de julio en Grecia, empleando los medios de una verdadera campaña de terror. Alexis Tsipras y Yanis Varufakis recibieron los epítetos consabidos: payasos, populistas, irresponsables, enfermos mentales, jefes de sectas, gurús, impostores, nazi-comunistas. Pero ninguno -políticos o cadenas de prensa y TV de diversos países- se atrevió a rebatir el carácter auténticamente democrático de la decisión de consultar al pueblo heleno.
Los resultados (más del 61% por el No) constituyen un espaldarazo a la gestión del gobierno ante la Troika. Dicha gestión no apunta a salir de la Eurozona ni mucho menos de la UE, sino a negociar soluciones sobre la base del respeto a la soberanía del Estado heleno. Trata de evitar las medidas de austeridad que los asalariados ya soportan desde hace años. Los resultados dejaron sin voz al establishment europeísta durante varias horas, y aunque Berlín declaró que con el referéndum “Grecia ha cortado el último puente que la unía a Europa”, Merkel y Hollande tratan ahora desesperadamente de detener el flujo de esta formidable inyección democrática que le ha inoculado el país de Platón a las escleróticas instituciones europeas que amenaza con propagarse hacia otros países. Es quizás una de las consecuencias más temidas por los amos de Europa. El referéndum griego puede ser un hito mayor en la historia reciente de Europa.
Para Syriza es el inicio de un nuevo periodo de turbulencias. Tsipras, fortalecido en su poder de negociación, reafirmado por la victoria del domingo 5 en su gestión política, dispone de la legitimidad moral y electoral para continuar negociando con la Troika un escalonamiento de la deuda, su condonación y eventuales ayudas en contrapartida, como base para la superación de la crisis. La antigua voz de Cicerón repetida machaconamente por el establishment europeo durante estos meses, llamando a destruir Syriza (“delenda est”), parece por el momento no haber tenido eco. Sin embargo, la dimisión del ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, indica que las “ciceronadas” han hecho cierta mella en la dirección greca. En el país de la tragedia aún no se ha bajado el telón.
Paco Peña
En París
Notas
(1) Es el caso del diputado Manolis Glezos electo con la primera mayoría nacional en enero, cuyo movimiento Ciudadanos Activos forma parte de Syriza. Glezos es una leyenda en la Izquierda griega. Resistente desde la primera hora, prisionero en diversos periodos por más de 11 años. En febrero último, considerando que el gobierno de Tsipras contemporizaba con la Troika declaró: “El pueblo griego votó por el fin de la austeridad (…) han pasado algunas semanas y esta promesa no ha sido cumplida (…) Entre el oprimido y el opresor no puede haber compromisos (…) Aceptar el diktat de la Troika va más allá de todo lo aceptable”.
(2) De un monto total de 312 mil millones de euros, la deuda se descompone en 130 mil millones adeudados al FEEM (Fondo Europeo de Estabilidad Monetaria, donde cada país participa de acuerdo a su peso económico); al FMI, 21 millones (el FMI fue impuesto por Berlín y Washington hace 5 años, porque en sus inicios no figuraba entre los acreedores); 54 mil millones de préstamos bilaterales (Alemania, Francia, Italia, España, Holanda, Bélgica, Austria, Portugal); a entidades financieras privadas 49 mil millones; BCE 27 mil millones; obligaciones y otros, 31 mil millones.
(3) Les Echos, periódico galo. 15/6/2015.
(4) Constantino Caramanlis (1907-1998), del partido ND (Nueva Democracia, de derecha), primer ministro durante varios periodos.
(5) El No tiene un fuerte simbolismo histórico en Grecia y recuerda a los griegos la negativa del gobierno autoritario de Ioanis Metaxás a Mussolini, el 27 de octubre de 1940, quien había pedido el “libre paso de sus tropas” para ocupar diversos puntos del territorio heleno. La guerra ítalo-griega se saldaría con la derrota de 27 divisiones italianas a manos de una decena de divisiones griegas en la frontera greco-albanesa (Albania había sido ocupada desde 1939 por Italia). Será la Wehrmacht alemana quien tendrá que socorrer del fiasco militar a Mussolini, invadiendo Grecia en 1941.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 832, 10 de julio, 2015)
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