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Opinión 830

El dedo en el dique

IEl 99% de la población mundial, que no tiene nada o casi nada, ha comenzado a buscar un cambio total. Y además eso hay que hacerlo pronto por necesidad de sobrevivencia del planeta. Los problemas ecológicos, que hace 40 años casi no se conocían y nadie hablaba de ellos, ahora ocupan o debieran ocupar el centro de la preocupación mundial. El globo terráqueo está al borde de un precipicio, ya no puede seguir por ese camino, ya no vamos a aceptar que nos sigan empujando. Por ejemplo, ¿sabía usted que hay enormes islas de basuras y desechos plásticos y electrónicos en medio del océano? Islas más grandes que cualquier país se pueden ver en Internet. Es aterrador.
Hay escritores, sociólogos, economistas, que sostienen que la raza humana como la conocemos se extinguirá. La civilización industrial actual tendría una duración máxima de cien años, contados a partir de 1930. De 2030 en adelante, la Humanidad iría poco a poco regresando a niveles de civilización anteriores. Dentro de unos mil años, volveríamos a la edad de piedra(1). Otros científicos sostienen que para que se conserve la especie humana, ésta deberá trasladarse en breve a otros planetas, porque el nuestro ya está kaput. Uno de los promotores de esta idea es ese fenómeno de la conservación que es Stephen Hawking(2).
Los adversarios de esta teoría catastrofista sostienen que los dos instintos primordiales de los seres vivos son el instinto de autoconservación y el instinto de conservación de la especie. Pero mis amigos demógrafos y científicos me dijeron que no fuera tonta tratando de comparar a los humanos con las hormigas, las abejas o las arañas que son estúpidas pero que hacen hormigueros como castillos, colmenas y telas que requieren conocimientos de ingeniería y de matemáticas superiores. Nosotros no tenemos la memoria genética ni la conciencia colectiva de esos bichos, me han dicho. Por lo visto la madre naturaleza tampoco es tan sabia como creen muchos, porque no veo razón para que les haya concedido esas capacidades a los insectos y no al ser humano. La naturaleza comete errores. ¿Quién no los comete? De otro modo uno cambiaría los dientes por lo menos cada cinco o diez años, y ya ven que no.
En fin, que si no tenemos ese instinto de supervivencia de la especie, no me negarán que tenemos una inteligencia bastante superior a las hormigas. Eso nos permite darnos cuenta de que nos están llevando al despeñadero, a la extinción.
Los problemas ecológicos son muy importantes, no cabe duda, pero yo siempre he creído que todo es política. Si políticamente tomáramos conciencia de que el capitalismo es el culpable de todo, ya sabríamos qué hacer. No soportar más que unos pocos nos exploten y humillen. En Chile hay plata para tirar para arriba, el cobre produce ganancias gigantescas a las empresas transnacionales, que a menudo se han dado el lujo de declarar puras pérdidas y sin embargo seguir funcionando porque los beneficios los obtienen sus filiales en un paraíso fiscal.
Por lo tanto, la inteligente especie humana tiene que dar una lucha enorme para salvarse, para arrasar con el capitalismo salvaje que se ha ido instalando en todo el orbe y para construir un mundo y una sociedad mucho mejores, que no son puras utopías sino realidades muy tangibles. Un mundo nuevo ya ha comenzado en Europa, en América Latina y en Chile también.
La Izquierda o lo que se llama Izquierda parece que todavía no se da cuenta de esto, su inteligencia es muy limitada. No mira a la Humanidad en su conjunto, no mira la historia en perspectiva, tiene la vista corta: cómo ganar unas elecciones (que importan un comino). A estos gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría les ha gustado el capitalismo, han medrado con él y lo pasan regio.
¿Pero saben qué? Los ricos, los explotadores, las empresas transnacionales, los poderosos que manejan el mundo, ese otro 1 ó 2%, sí que lo ha entendido y está viendo qué hacer. Porque en eso les va su destino y su propia vida, pues para ellos perder la plata y el poder es perder la vida. Y saben que los que se van a ir a Marte son unos pocos, y a la mayoría no debe gustarle mucho la idea de abandonar este planeta tan lindo.
Entonces ellos -llamémoslos la derecha, para simplificar- la derecha mundial, está reaccionando desde ahora, está recurriendo al terror, está pensando y planeando cómo se va a defender de este alud que se les viene encima. Todos los métodos son buenos, todos sirven. Pero lo primero es no ceder ni un pelo, no permitir que sus intereses se afecten en un centavo, porque eso sería abrir una brecha peligrosa por la que se podría colar todo un torrente.
Y así este gobierno, manejado por la derecha, reprime hasta a los niños, como hizo antes con los “pingüinos”. Y miren lo que ahora está haciendo con los estudiantes, tratarlos brutalmente hasta ponerlos al borde de la muerte, para infundir terror.
El compañero Hugo Murialdo dice que “…la reforma a la educación ha sido totalmente cambiada por la vía de las indicaciones, (…) es otra reforma en la que salen enormemente beneficiados los sostenedores de colegios particulares subvencionados”(3).
Y yo me pregunto, ¿qué tanto les afectaba la reforma propuesta por el gobierno a la educación? En nada esencial, sin duda. Siguen dueños del cobre, de casi toda la minería, de la pesca, del agua. ¿Qué tanto les importará la educación del pueblo? De todos modos los colegios ya no son buen negocio, es mejor poner una fábrica de empanadas. Pero si alguien quiere poner un colegio pagado puede hacerlo, nadie se lo impide.
Pero aunque la derecha chilena no sea muy inteligente, es intuitiva y además sigue la corriente mundial. Ni una pequeña brecha, ni un hoyito en el muro quiere permitir. Es como ese cuento del niño holandés que vio un pequeñísimo agujero en el dique que impide la entrada del mar a los Países Bajos, y lo tapó con el dedo hasta que llegaron refuerzos.
En Chile hay un gobierno de derecha, lo empezó la dictadura y siguieron los de la Concertación. Yo pienso que la derecha debería estar feliz: doña Michelle dijo que se iba a tocar el corazón de la reforma tributaria –la eliminación del FUT- y ya reapareció el FUT, porque toda ley puede ser burlada cuando se dejan los resquicios necesarios para ello. Y en alguna cocina nació el hijo del FUT, llamado por algunos el “futito”. Del cobre no se habla, y eso es decirlo todo. Porque el cobre permitiría que Chile fuera de verdad un país de ricos. En educación todo va para la empresa privada, la educación pública queda para las calendas griegas. De Asamblea Constituyente, ni hablar; la nueva Constitución tienen pensado que la haga el Congreso o una comisión integrada por juristas y doctores de todas las tendencias, como siempre ha hecho misiá Michelle. Después la someterán a plebiscito y si dices No, se queda la Constitución de Pinochet.
Sin embargo la derecha no se conforma, no acepta nada. ¿Por qué? se pregunta uno. Pues por aquello del dedo en el dique, señores, por eso.
Chile parece que tiene la gracia o la desgracia de ser un laboratorio mundial. Entonces sí va a importar que el cambio no se haga sólo en Chile ni en un solo país sino en muchos países juntos y con mucha gente junta. No hay que ser un lince para pensar esto.
Esto se acaba, señores. En todo el mundo se tiene que acabar el capitalismo, el predominio de los mercados, el reino del egoísmo y del dinero. El sistema actual se acaba. No aquí sino en el mundo entero. ¿Por qué afirmo esto con tanto desparpajo? Por razones principalmente numéricas, de equilibrio, y también por razones ecológicas, de conservación de la especie y del planeta. El sistema capitalista nos está matando, nos quita la salud, nos quita la educación, nos quita la seguridad social, nos quita todo. Ha provocado problemas de contaminación, de falta de agua, de falta de alimentos, ha provocado un cambio climático muy grave cuyas consecuencias a largo plazo todavía no conocemos bien, aunque las sufrimos todos los días: sequías, polución, inundaciones, erupciones y muchas más. El capitalismo está haciendo todo lo necesario para exterminar a la especie humana. Va a matar a nuestros hijos y a nuestros nietos. Pensarán que con unos pocos de ellos que sobrevivan bastará. ¿Quiénes impulsan un consumismo desenfrenado, que obliga a cambiar los teléfonos celulares, las computadoras y los automóviles todos los años? ¿Quiénes nos obligan a endeudarnos para seguir la corriente, quienes inventaron las malditas tarjetas de crédito? Ellos, los capitalistas. Y para qué hablar del hoyo de ozono que afecta principalmente a Chile, y la deforestación del Amazonas, cuyas fotos también se pueden ver en Internet.
Yo hace poco creía que el cambio iba a comenzar en América Latina. Ahora tengo mis dudas porque parece que los yanquis pensaron lo mismo y se están empleando a fondo para desestabilizar a los gobiernos medianamente progresistas que hay por acá. Sin embargo ahora el problema les surgió por otro lado, en Europa.
Donde sea, no importa. ¿Y qué tenemos que hacer? Tenemos que comenzar por cortarles ese dedo que está impidiendo que el pueblo pueda fluir como un torrente. ¿Cómo? No creo que con una espada y ni siquiera con los dientes, sino con mucha decisión, con mucha inteligencia y sobre todo, con mucha unidad. La unidad es la receta porque somos un montón más que ellos.

MARGARITA LABARCA GODDARD

Notas
(1) Duncan, R. C., PhD; La teoría de Olduvai: El declive final es inminente.
(2) www.elmundo.es/elmundo/2010/04/26/ciencia/1272276555.html
(3) Murialdo, Hugo, “De un Estado fallido a un país en descomposición”, El Clarín, Chile, 11 septiembre 2014.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 830, 12 de junio, 2015)

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