Punto Final, Nº819 – Desde el 12 al 25 de diciembre de 2014.
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Campesinas e indígenas toman la palabra

 

CEREMONIA de inauguración del Segundo Congreso de Anamuri.

Entre el 28 y 30 de noviembre, en un liceo de San Miguel, se desarrolló en Santiago el Segundo Congreso de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri). Delegadas de todos los rincones del país discutieron sobre agroecología, derecho al agua, las semillas como patrimonio de los pueblos, soberanía alimentaria, género y derechos de las mujeres, la violencia hacia la mujer rural, el derecho a la tierra y el territorio, el derecho a la salud y a la educación, la participación ciudadana y la necesidad de una Asamblea Constituyente, entre otros temas. Casi un millar de mujeres campesinas e indígenas debatieron los pasos a seguir en su estrategia internacional. Anamuri es parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (Cloc) -que prepara su VI Congreso para abril de 2015, en Argentina- y de Vía Campesina, además de participar en la Alianza por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos de América Latina y el Caribe.
Anamuri firmó un convenio de cooperación con el Ministerio de Agricultura y el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), para la implementación del Instituto de Agroecología de las Mujeres del Campo, que implicará colaboración para la capacitación de formadoras y la reconstrucción de la casa que alojará al Instituto, en Orilla de Auquinco, Región de O’Higgins.
Miriam Talavera, presidenta de Anamuri, señala: “Las alianzas de nuestro sector campesino e indígena con los trabajadores urbanos son fundamentales para consolidar nuestra fuerza. Así como fortalecer lazos internacionales. En ese sentido nuestra participación en el VI Congreso de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, junto a Vía Campesina Internacional, es también un llamado a realizar múltiples actividades para fortalecer y ampliar nuestra articulación continental, en el marco de las nuevas expresiones políticas y alternativas desde los sectores populares. Se requieren cambios estructurales para que se garanticen nuestros derechos como mujeres rurales e indígenas”.
Para Anamuri, la agricultura campesina y de los pueblos indígenas, junto a otras formas populares de pesca, recolección, crianza de animales y caza, son la garantía real de acabar con el hambre y el deterioro ambiental. “Frente a la situación en que se desenvuelve nuestra agricultura, lo que requerimos son políticas públicas basadas en el bien común y en el buen vivir de la gente. Requerimos pueblos soberanos para garantizar soberanía alimentaria a la Humanidad. La alimentación no puede ni debe ser un negocio; es un derecho humano que los Estados deben garantizar y por tanto, proteger sus agriculturas y a quienes continuamos en esta sagrada labor de producir alimentos”, agrega Francisca Rodríguez, directora internacional de Anamuri.

ANAMURI EN EL VATICANO
A fines de octubre, en el Vaticano, el Papa Francisco se reunió con representantes de movimientos sociales y miembros del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Anamuri y Vía Campesina fueron representados por Francisca Rodríguez. También formó parte de la delegación el obispo de Aysén, Luis Infanti, quien se ha destacado por su defensa del agua como un derecho humano. Francisca Rodríguez intervino en el encuentro: “Nos unen nuestros sueños y nuestras luchas por seguir siendo mujeres y hombres del campo y por seguir existiendo como pueblos originarios, agricultores, criadores, recolectores, pastores, pescadores. Nos enorgullecemos de ser lo que somos, no queremos migrar forzadamente a las ciudades o al extranjero. Queremos seguir cumpliendo nuestro papel fundamental: alimentar a la Humanidad con nuestro trabajo, nuestros saberes y nuestros bienes naturales, asegurando que el derecho a la alimentación se cumpla para todos y todas sin excepción, y que la Madre Tierra sea cuidada mientras de ella obtenemos el sustento”, señaló.
Campesinos e indígenas son casi la mitad de toda la Humanidad, “pero acceden a menos de un cuarto de toda la tierra, luego de siglos de despojo creciente y violento”, dice Francisca Rodríguez. “Con la poca tierra que aún logramos mantener -agrega-, producimos la mayor parte de los alimentos en el mundo. Sin embargo, la concentración de la tierra en manos de los capitales y la especulación continúan, aumentando su violencia en la medida que resistimos. Este despojo y acaparamiento de la tierra y los territorios, del agua, los recursos naturales y hasta el aire, han sido consecuencia del avance sin freno del capital sobre el campo y sobre los trabajadores rurales. Estamos atrapados en un mundo dominado por el capital y las lógicas de mercado. La expansión del agronegocio y los monocultivos, el uso cada vez mayor de los agrotóxicos, la explotación del trabajo, la eliminación alarmante de fuentes de trabajo, la concentración cada vez mayor de los mercados y el secuestro de la ciencia y la tecnología para ponerla al servicio del capital, son procesos que se impulsan desde las esferas del poder. Las consecuencias son claras. A la contaminación y el deterioro de nuestro entorno, se suma el aumento de la desigualdad y el número de personas hambrientas, obesas y enfermas. El agronegocio no busca alimentarnos, sino aumentar sus ganancias. Las enfermedades son parte importante de su negocio: las mismas transnacionales que nos enferman nos venden luego los fármacos que no nos curan”, dice.
Otro aspecto que preocupa a las campesinas e indígenas de Anamuri es el ataque que hoy sufren las semillas. Hace más de una década que iniciaron una campaña por defender sus prácticas milenarias de cuidarlas, mejorarlas, cultivarlas e intercambiarlas: “Son prácticas que con el paso de los siglos se han constituido en derechos fundamentales y sagrados para los pueblos indígenas, y para los hombres y mujeres del campo. Este ataque, dirigido por las mayores transnacionales del mundo, encabezadas por Monsanto, es apoyado o avalado por la mayoría de los gobiernos y organismos internacionales que sucumben ante sus presiones y amenazas. Estamos en un momento crítico, en que necesitamos juntar fuerzas con los más amplios sectores para que nuestra resistencia logre evitar que las leyes conviertan en un crimen nuestras prácticas de cuidado e intercambio que hicieron posible la creación y expansión de la agricultura”, señala Francisca Rodríguez.

FEMINISMO ANTI PATRIARCAL
Anamuri lucha por dejar atrás prejuicios discriminatorios y sexistas. Se declaran feministas. Asumen que la lucha por erradicar la violencia en el campo -en particular la violencia que sufren las mujeres- y la igualdad entre los sexos, es primordial: “No queremos soportar la opresión de sociedades tradicionales, ni de las sociedades modernas, que sostienen los sistemas patriarcales”, dice Francisca Rodríguez. Por su parte, Alicia Muñoz, a quien correspondió coordinar el segundo congreso, relata que el proceso de debate para el encuentro se inició hace unos dos años. El primer congreso se realizó en 2007: “Este segundo congreso fue todo un éxito. Se compartieron pensamientos y se discutió sobre la privatización del agua, el acceso a la tierra, los impactos sobre el medioambiente, la concentración de la industria de los alimentos y de la tierra y qué pasa con nosotras, mujeres del campo. Este segundo congreso es muy importante ya que nuevamente se realizó cuando hay una mujer dirigiendo el país. Cuando se hizo el primer congreso teníamos a la misma presidenta, pero no se dio por enterada y no estuvo con nosotras. Hoy le entregamos nuestras demandas y propuestas que queremos que sean políticas públicas. Las mujeres han tomado conciencia a partir de nuestra campaña por recuperar costumbres, saberes y semillas, retomando su cultura de producción y alimentación. Las mujeres tenemos opinión frente a la salud pública, el trabajo, el agua, la reforma laboral, la reforma educacional. Nuestra esperanza es que a las propuestas que hicimos podamos hacerles seguimiento y control social. El problema del agua ha sido uno de los grandes temas, ya que hay zonas donde la situación es gravísima. La gente vive con lo que le mandan los municipios en camiones aljibes”, dice Alicia Muñoz.
Desde hace 40 años las dificultades mayores de las mujeres campesinas e indígenas se relacionan con la invasión de los territorios: “La ocupación por los monocultivos, especialmente en la zona centro sur, y en la zona norte, con la minería. Las mujeres se han visto obligadas a emigrar de los territorios. La migración, especialmente de mujeres jóvenes, es una de las dificultades mayores en este minuto. En los campos permanecen principalmente personas mayores y el desarraigo es tremendo para quienes han salido de los campos, de las familias. Es un problema gigantesco que los gobiernos no han estado dispuestos a reconocer. No lo abordan desde ninguna perspectiva”, dice Jacqueline Arriagada, directora de productoras de Anamuri.
Sobre el proyecto de crear el Instituto de Agroecología, Jacqueline Arriagada dice que es una tremenda apuesta que mujeres campesinas e indígenas se vayan transformando en técnicas. “Es difícil conseguir los apoyos técnicos del Estado, cuando su propuesta de ‘desarrollo rural’ está muy alejada de lo que son los respetos básicos por esta forma de agricultura agroecológica. Se está trabajando de forma autónoma del gobierno. Si se pueden conseguir alianzas, no pueden estar basadas en la dependencia ni en la pérdida de autonomía. Nosotras estamos por el cuestionamiento al modelo actual, que se hace imprescindible cambiar. Decimos: ‘Luchando contra el capitalismo, el patriarcado y por nuestros derechos’; además agregamos: ‘Nosotras tenemos la palabra’

Arnaldo Pérez Guerra


(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 819, 12 de diciembre, 2014)

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