Punto Final, Nº793 – Desde el 8 hasta el 21 de noviembre de 2013.
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La ley de televisión digital ha generado reacciones desde la prensa corporativa que expresan con claridad meridiana la densidad de la trenza de los poderes. Se trata de una sola madeja, en que está sostenida toda la institucionalidad que se extiende desde la economía y la política a las relaciones sociales y culturales. Es un modelo aplicable a todas las esferas públicas y privadas, que se manifiesta también, y en grado amplificado y de saturación, a través de los medios de comunicación.
Esta ley, que ha sido elaborada a la medida de los canales televisivos tras habérseles entregado las señales digitales por un tiempo que tiende a ser indefinido, considera también algunos aspectos que apuntarían hacia una regulación de contenidos. Una entidad de carácter estatal velaría por el pluralismo en los contenidos, como una forma de cautelar informaciones sesgadas que atenten de manera arbitraria contra los derechos de las personas y las comunidades. El ejemplo de tratamiento que en la prensa del duopolio y la televisión se ha otorgado a los estudiantes movilizados y al pueblo mapuche son dos evidencias en este trato distorsionado, algo que la nueva ley intenta corregir.
Ha bastado esta mención en la ley para desatar la ira del duopolio, de los propietarios de los medios corporativos y de organizaciones gremiales afines. La Federación de Medios de Comunicación Social, que integran la radio, prensa y televisión corporativa ligada a los grandes grupos económicos, ha pagado alarmistas inserciones en la prensa diaria en las que denuncia la inconstitucionalidad de esta ley en cuanto atentaría contra la libertad de expresión y la libertad comercial. Esta declaración ha estado apuntalada por sendos editoriales del duopolio, que llaman al Tribunal Constitucional a borrar este artículo. Hacia mediados de octubre la presión comenzó en el “diario de Agustín” y siguió la semana pasada en La Tercera, en un editorial bajo el título “TV Digital: una ley que nos devuelve al pasado”. En el texto, los editorialistas amanuenses del poder corporativo señalan con horror que la ley “insiste en incluir definiciones y restricciones propias de una época pasada. Al entregarle al Estado amplias prerrogativas en una serie de ámbitos, el proyecto aprobado no respeta la libertad de expresión, el pluralismo en la difusión de ideas y la autonomía editorial de los medios de comunicación”.
¿Qué defienden los canales y el duopolio? En la inserción de la Federación de Medios aparece con claridad. Defienden el statu quo en materia comunicacional, que no solo es la concentración de la prensa escrita, la radio y las señales de televisión en unas pocas manos concertadas ideológicamente, sino también el derecho a dar la información que le dé la gana.
En esta polémica ha salido a relucir el neoliberalismo en su estado más puro. Como si la concentración de los mercados en todos los sectores de la economía no les fuera suficiente, intentan además mantener bajo los mismos criterios de un falso libre mercado la circulación de las ideas. Así como dominan desde las finanzas, la salud y la educación, buscan mantener el control de la información a través de la imposición de sus ideas. Si el libre mercado desregulado ha sido nefasto en todas y cada una de las áreas de la economía, las que ha transformado en monopolios, duopolios y oligopolios, en comunicación es aún peor. No sólo ha sacado del mercado a los competidores más pequeños, sino que ha silenciado las voces diferentes y disidentes. Sobre la base de esta ideología mercantil se ha impuesto una sola voz que reproduce con absoluta fidelidad las órdenes de los amos.
La Federación de Medios y la prensa del duopolio rechazan cualquier excepción que no esté a tono con el libre mercado, como los pequeños espacios otorgados a señales regionales o comunitarias. Recordemos aquí la persecución de las grandes cadenas de radioemisores a las radios comunitarias o, de una manera diferente, la presión que ha ejercido el duopolio para conseguir que la publicidad estatal se canalice hacia sus propios medios, en desmedro de las publicaciones independientes.
El titular de La Tercera que acusa al gobierno y al Parlamento de dar una vuelta al pasado, refleja una visión fundamentalista, que por lo demás está haciendo agua. No por una caída en las ganancias empresariales, pero sí en el masivo repudio que hoy expresa la sociedad civil por el modelo de mercado, mirada ciudadana que también tiene en el foco a los medios de comunicación.
La impronta neoliberal en los medios de comunicación ha conducido a la actual concentración de los mensajes bajo una sola mirada, la que además de ser profundamente ideológica es también político-partidaria. A nadie le cabe duda que el duopolio ligado al empresariado, además de defender la institucionalidad neoliberal y la Constitución de Pinochet, también apoya a los partidos que le garantizan el mantenimiento de sus privilegios. El sesgo y arbitrariedad son imposibles de esconder por más inserciones que se hagan en la prensa.
En los países latinoamericanos con gobiernos democráticos que defienden los intereses de la ciudadanía, una de los primeras acciones ha sido apoyar el pluralismo y la amplificación de la voces diferentes e independientes. Tal vez el duopolio prepara la artillería para un eventual futuro similar en Chile.

Paul Walder

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 793, 8 de noviembre, 2013)

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