Punto Final, Nº789 – Desde el 6 hasta el 26 de septiembre de 2013.
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AUGUSTO OLIVARES BECERRA

 

Augusto Olivares fiel amigo del presidente Allende fue uno de los primeros en llegar a La Moneda para ocupar su puesto en la última y desigual batalla que el honor y el patriotismo librarían contra la traición y la felonía de los generales. Olivares había dicho alguna vez: “Las palabras y los actos tienen coherencia. Cuando uno dice una cosa, va hasta el final en lo que dice”. Así lo registra el cineasta Emilio Pacull Latorre, su hijastro, en el documental “Héroes frágiles”, dedicado a la memoria del gran periodista chileno caído en La Moneda.
Augusto Olivares Becerra nació en Punta Arenas el 27 de junio de 1930, hijo del mayor de ejército Tomás Olivares. Muy joven comenzó a trabajar como locutor de radio. Pronto derivó al periodismo, donde destacó rápidamente. Fue reportero y redactor político de diversos medios escritos y también comentarista de radio y televisión. Fue profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, consejero nacional del Colegio de Periodistas y director de TV Nacional. Participó en el equipo fundador de “Punto Final” y -hasta su muerte- fue miembro del consejo de redacción de la revista. Casado con Mirella Latorre, actriz de radio y TV, ambos hicieron de su hogar, en las inmediaciones de la Plaza Ñuñoa, un acogedor centro para muchos intelectuales y artistas que tomaron parte en las campañas presidenciales de Salvador Allende. Con el futuro presidente, Olivares cultivó una amistad que profundizarían el tiempo y la mutua confianza construida sobre valores que ambos compartían, entre ellos el antimperialismo y la defensa de la Revolución Cubana.
Augusto Olivares, aunque independiente en lo político, tenía una sólida formación ideológica que le llevó a abrazar la causa del socialismo. Lector voraz, estudioso y serio en el análisis, Olivares tenía claros los extremos criminales a que era capaz de llegar el imperialismo norteamericano. En ese sentido alertó en forma infatigable sobre la conspiración que la CIA, la derecha y la Democracia Cristiana impulsaban en Chile para derrocar al presidente Allende. Sus artículos de prensa y comentarios en TVN le granjearon el odio de quienes en las sombras complotaban contra el pueblo y la Constitución.
El 11 de septiembre de 1973 Olivares no tuvo ninguna vacilación. Desde la noche anterior velaba con el presidente Allende en la residencia de Tomás Moro. A las 7 de la mañana, llamó por teléfono a su esposa. Fue el sobreentendido de una despedida. El final de la jornada era previsible. Un grupo heroico de hombres y mujeres, encabezados por el presidente de la República, se enfrentaban en La Moneda a las FF. AA. y Carabineros golpistas. Cerca del mediodía, Olivares se quitó la vida. Sabía perfectamente -como lo sabía Allende- cuál sería su destino si caía vivo en manos de los generales traidores. Por eso, tampoco titubeó al llegar el momento de la suprema decisión: el valor y el honor revolucionario derrotaron al odio y la venganza de la traición.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 789, 6 de septiembre, 2013)


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