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ASÍ SE GESTÓ EL GOLPE DE ESTADO
Huellas digitales de la CIA en Chile
El texto que se publica en estas páginas corresponde al suplemento “Documentos” de la edición Nº 192 de “Punto Final”
(11 de septiembre de 1973).
La edición completa se puede consultar en www.pf-memoriahistorica.org
¿Son hechos aislados, dentro de la historia política chilena de los últimos tres años, el asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider; el asesinato del edecán naval del presidente Allende, capitán de navío Arturo Araya; las huelgas en cadena desatadas por los dirigentes del gremio de camioneros o del comercio; la voladura simultánea de torres de alta tensión, que provocaron un apagón eléctrico en trece provincias, y el asesinato de un obrero durante el operativo montado para asegurar las transmisiones del Canal 5 de TV, de Concepción? Evidentemente que no.
Todos ellos -y conste que aquí sólo se han nombrado los principales operativos del plan general de espionaje, corrupción sindical, terrorismo y sabotaje-, muestran similitudes y vínculos concretos con otros sucesos políticos que han sacudido al mundo en los últimos años y que resultan una especie de manual para el derrocamiento de cualquier gobierno que sea tildado de progresista o socialista. Similares incidentes se han repetido en los casos de Guatemala, Irán, Indonesia, Cuba, Brasil, el asesinato de Kennedy, Watergate y ahora en Chile. Sus actores, gestores y planificadores también tienen un denominador común. Pertenecen o han pertenecido a las más diversas jerarquías de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana, llámense Allen Dulles, ex-director general del organismo (formulador de esa conocida política internacionista) o Frank Sturgis (integrante del comando que robó la embajada chilena en Washington), o John Connally, el gobernador de Texas que preparó la ruta que siguió en Dallas el presidente Kennedy, o León Vilarín, el dirigente camionero que recibe jugosas subvenciones de la organización.
Estas huellas digitales tan evidentes son las que han destruido el mito de que los sucesos mencionados fueron hechos aislados e independientes, que obedecían a su propia lógica, como la prensa pro-imperialista, también infiltrada por la CIA, intentó presentarlos a la opinión pública. A la vez han ayudado a clarificar la estructura dentro de la cual actúa la CIA, desde el nivel de elaboración de políticas hasta el de las operaciones específicas.
CUATRO PISTAS
Para quien dude de que la correlación existe y que los agentes de la CIA se repiten como actores de hechos determinados, tomemos como ejemplos algunos de los últimos acontecimientos más destacados en el continente americano: la invasión de Cuba en Playa Girón, el asesinato de Kennedy, el espionaje de Watergate y la conspiración contra Chile.
• Líder de los mercenarios que invadieron Cuba fue Manuel Artime, “gusano” contratado por la CIA y que aparece ahora entregando 21 mil dólares a los reos de Watergate, recolectados en Miami.
• Bernard Baker, pagador de los mercenarios de Playa Girón, nacido en Cuba, miembro de la antigua mafia de los casinos de La Habana, ingresó a la policía de Batista bajo el auspicio del FBI. Contrarrevolucionario activo al triunfo de Fidel Castro, miembro del comando que asaltó la embajada chilena en Washington, participa también en el caso Watergate junto con otros “gusanos” cubanos. En ese juicio, Barker declaró que “estaba convencido que la elección de McGovern en 1972 sería el comienzo de una tendencia que podría llevarlos al socialismo y el comunismo, o como uno prefiera llamarlo”.
• Frank Sturgis, mafioso de los casinos de La Habana, ingresó al ejército revolucionario de Fidel Castro en 1958, como colaborador del Servicio de Inteligencia de Batista. En 1960 dejó Cuba para organizar y entrenar a los contrarrevolucionarios asilados en EE.UU. Detenido a raíz del asesinato de Kennedy, confesó al FBI que había estado con Oswald en Miami. Aparece luego como miembro del comando CIA que asaltó la embajada chilena en Washington y del comando que montó el espionaje político de Watergate.
• John Connally, gobernador de Texas, que planeó la ruta del auto presidencial en Dallas cuando fue asesinado Kennedy. Instiga más tarde, como secretario del Tesoro, el bloqueo “invisible” contra Chile. Intimo amigo de Richard Nixon, ahora es republicano, después de haber renunciado al Partido Demócrata, donde se dice fue un infiltrado a alto nivel.
• Allen Dulles, ex-director de la CIA, removido de ese cargo por Kennedy a raíz del fracaso de la invasión a Cuba, vuelve al escenario como integrante de la comisión Warren que investigó el asesinato de ese presidente y cuyas conclusiones no satisficieron a nadie.
• John McCone, ex-director de la CIA, hoy miembro del directorio de la ITT, planificador de las operaciones para impedir la asunción del presidente de Chile Salvador Allende, en 1970. La ITT aparece implicada en la campaña terrorista de septiembre-octubre de 1970, en Santiago, en el asesinato del general Schneider y en el financiamiento de los “periodistas libres” que operan en los diarios y radios chilenas desde entonces.
• E. H. Hunt, jefe de Operaciones de la CIA, organizador del financiamiento secreto de la campaña presidencial de Richard Nixon, encargado de la operación espionaje a la sede del Partido Demócrata en las “tareas” de Watergate. Como jefe de Operaciones conoció del plan contra Allende en 1970-71.
• Virgilio González, “gusano” cubano entrenado por la CIA, íntimo amigo de Angel Ferrer, presidente del grupo de exiliados cubanos en Miami, integra el equipo gusano-CIA que robó la embajada chilena en Washington y asaltó el domicilio de varios diplomáticos chilenos, en un operativo típico de espionaje político.
• Eugenio Martínez, “gusano” cubano, integrante del equipo que actuó en Watergate, también operó en los casos de la embajada chilena y robo a diplomáticos de nuestro país.
• James McCord, en la CIA de 1951 a 1970. Integrante más tarde del equipo que asaltó la embajada de Chile.
• Enno Hobbins, agente CIA, actuó en Chile en 1970. Fue quien estuvo en contacto con El Mercurio, buscando avisos para su financiamiento, y recomendó la contratación de propagandistas de radio y TV y el uso de veinte periodistas “libres” que pagaron los grupos Matte y Edwards.
• Peter Vaky, asesor de Kissinger para asuntos latinoamericanos, fue consejero de la ITT en el periodo 1970-71, para su intervención en Chile. Inspirador del bloqueo invisible contra nuestro país.
• Jack Ruby, de la mafia que controlaba los casinos de La Habana, traficante de armas para los grupos contrarrevolucionarios cubanos, aparece como amigo de Oswald, a quien luego asesinó por encargo. Murió de “cáncer” posteriormente en la prisión.
• Richard Nixon, comprometido en la invasión a Cuba, ligado a la mafia a través de las inversiones en propiedades en Las Vegas y Miami y en los casinos de La Habana. Siendo vicepresidente de Estados Unidos, en su libro Seis crisis escribe: “El entrenamiento secreto de los exilados cubanos se debió, en gran parte por lo menos, a mis esfuerzos”. Representante de la Pepsi-Cola, fue visto en Dallas el día del asesinato de Kennedy en compañía de Donald Kandell, ejecutivo de esa firma. La fábrica más grande de heroína en Asia Suroriental funciona en una instalación de la Pepsi-Cola en Saigón, establecida gracias a las gestiones del abogado Nixon. A pesar que no ha embotellado jamás una Pepsi-Cola, la fábrica ha recibido cuantiosa ayuda de la AID. Inspirador del espionaje político, en Watergate, como presidente de EE.UU. ejecutor del bloqueo invisible contra Chile.
• Agustín Edwards, dueño de la cadena periodística chilena El Mercurio, actual ejecutivo de Pepsi-Cola Internacional. Sus diarios han participado activamente en la campaña periodística contra Cuba, contra los países socialistas y ahora contra el gobierno popular de Salvador Allende, ante el cual alientan incesantemente un golpe de Estado.
• Keith W. Wheelock, agregado político de la embajada norteamericana en Santiago, hasta 1971. Fue uno de los instructores directos de Pablo Rodríguez, uno de los dirigentes de Patria y Libertad, asilados hoy en Ecuador después del “tancazo” del 29 de junio de 1973.
• Emmanuel Boggs, ex-jefe del Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre en Chile. Fue uno de los guías y “consejeros” de León Vilarín, que opera como dirigente de los camioneros chilenos, y de Manuel Rodríguez, ubicado como secretario provincial de la CUT-Santiago, ambos encargados de dividir a la clase obrera chilena.
• Michael Townley, asesor y jefe del comando de Patria y Libertad que asaltó un local de servicios eléctricos en Concepción, en un operativo destinado a mantener en el aire el Canal 5 de TV, medio de difusión pirata de la Universidad Católica. Townley, agente de la CIA, hoy prófugo de la justicia chilena, montó la misión que culminó con el asesinato del obrero Tomás Henríquez, en acuerdo con el presbítero Raúl Hasbún, director de Canal 13 TV de la UC. Este medio de comunicación, a través de Hasbún, recibe cuantiosas subvenciones en dólares provenientes del fabuloso presupuesto que maneja la CIA.
• Errol Johnatan Reinese, agente de la CIA, detenido recientemente en el Hotel Carrera cuando portaba dólares para subvencionar la huelga de los camioneros. Este correo de la CIA cumplía en esa ocasión su segundo viaje a Chile.
• Sergio Banfel del Campo, contratista de aseadores y funcionario de la embajada de Estados Unidos. Detenido y confeso de cinco atentados terroristas y comprometido en el “tancazo” del 29 de junio.
Sería largo incluir las relaciones que han mantenido o mantienen con la CIA los últimos embajadores norteamericanos en Chile, Edward Korry y Nathanael Davis; políticos chilenos, como Eduardo Frei, Onofre Jarpa, Raúl Morales Adriazola, Claudio Orrego, etc.; periodistas como Mario Carneyro, Alvaro Puga, René Silva Espejo, Rafael Otero; “gremialistas” como León Vilarín, Manuel Rodríguez, Rafael Cumsille y oficiales de los servicios de Inteligencia de las fuerzas armadas, infiltrados por la CIA, y entre los cuales han tenido triste publicidad el capitán Germán Esquivel, de Carabineros, y los oficiales navales que han torturado a suboficiales y marineros de la Armada detenidos por desobedecer los planes destinados a derribar al gobierno de Allende.
La relación de los mencionados en esta lista con la actividad de la CIA es innegable. Muchos de ellos, que participaron en el caso de espionaje político en Watergate, aparecen mezclados en el robo a la embajada chilena en Washington y en el asalto al domicilio de diplomáticos chilenos en Estados Unidos. Otros multiplican su presencia en la invasión de Playa Girón, el asesinato de Kennedy y operaciones en Chile. La CIA aparece también en las intrigas de la ITT para impedir la ascensión de Allende al poder, y los ejecutivos de esa poderosa empresa multinacional están ligados a esa organización desde las más diversas jerarquías. Hay, además, una oferta de la ITT a la CIA, de un millón de dólares para que actúe urgentemente en Chile en defensa de sus amenazados intereses.
COMPARACIONES Y EQUIVALENCIAS
Pero la similitud se hace sorprendente entre el asesinato de Kennedy y los asesinatos del general Schneider y del edecán naval del presidente Allende, capitán Arturo Araya. Si bien el caso Kennedy no ha sido aclarado oficialmente -la mitad de los archivos del FBI acerca del crimen se mantienen en secreto e igualmente el 90 por ciento de la información de la CIA-, hay consenso acerca de varios de los participantes en la operación-comando. Es cierto también que unas cincuenta personas que sabían demasiado acerca del asesinato han muerto accidental o misteriosamente. Allí están incluidos Lee Harvey Oswald -presunto único culpable- hasta el que lo ultimó, Jack Ruby.
Existe una foto de Oswald repartiendo literatura castrista y que se utilizó para probar que era pro-comunista. Lamentablemente para los difusores de la prueba fotográfica quien aparece al lado de Oswald es un “gusano” cubano -Manuel García González-, quien incluso había participado en un anterior intento de invasión a Cuba y que fue frustrado por el FBI, por orden del propio presidente Kennedy. El mismo Oswald apareció más tarde como fundador del grupo pro-cubano en que se dijo que participaba.
El objetivo de esta maniobra era culpar del asesinato de Kennedy a una sola persona, que además estaba estrechamente vinculada al gobierno revolucionario de Cuba y con el comunismo en general.
El paralelo de esta acción en Estados Unidos con las desplegadas en Chile en los casos Schneider y Araya es sorprendente. La prensa y radios derechistas y los sectores del gobierno de Frei ligados a la CIA, desplegaron todos los medios para confundir a la opinión pública chilena sobre el asesinato de Schneider. Trataron de culpar a la Izquierda, como objetivo central dentro del plan general de impedir que la UP llegara al gobierno. Pero estas maniobras fracasaron gracias a que Salvador Allende, entonces presidente electo, presionó a Frei para desplazar de Investigaciones al director general de entonces, Luis Jaspard da Fonseca, por sus estrechas ligazones con la CIA, y cuya permanencia en la policía no daba garantía alguna para resolver el caso.
Su reemplazo, por el general Emilio Cheyre, permitió una coordinación amplia de la inteligencia militar e Investigaciones, con lo que se logró aclarar el caso estableciendo la responsabilidad en el asesinato de Schneider del general Roberto Viaux y la complicidad de otros miembros del ejército, Armada y Carabineros coludidos en un vasto complot derechista para impedir que Allende asumiera su cargo.
El reciente asesinato del edecán naval Arturo Araya, tiene aún más similitudes con el caso Kennedy, especialmente en lo que se refiere a los esfuerzos para culpar del hecho a la propia Izquierda. El uso que se hizo de José Luis Riquelme, obrero electricista de 36 años, con tendencia a la ebriedad y la mitomanía, establece semejanzas con la utilización que la policía de Dallas hizo del presunto asesino de Kennedy, Lee Harvey Oswald. Dos oficiales de Carabineros -un teniente y el capitán Germán Esquivel- inventaron declaraciones de culpabilidad a Riquelme, informaron de sus “pesquisas” a la prensa de derecha antes de hacerlo a sus superiores, y dieron pie así a una gigantesca campaña para responsabilizar a la Izquierda del atentado contra el edecán naval.
La maniobra, además de ese objetivo, tenía como meta confundir la pesquisa que realizaban -al igual que en el caso Schneider-, Investigaciones y los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas. De los dos oficiales de Carabineros que cometieron la infidencia -ciertamente coludidos con el comando central publicitario de la derecha- hay sospechas que uno de ellos, el capitán Germán Esquivel, tiene fuertes lazos con la CIA. La relación nació cuando Esquivel tuvo dos años de entrenamiento en inteligencia policial en Estados Unidos.
Las oportunas denuncias sobre la posibilidad de que Riquelme pudiera ser asesinado, al igual como lo fue Oswald, y la detención del comando derechista que disparó contra el capitán Araya -con la excepción de dos de sus miembros-, han salvado hasta este momento la vida de Riquelme, que por extrañas circunstancias aún sigue detenido a pesar de que el caso está esclarecido y el nombre de Guillermo Claverie Barbet está probado fehacientemente que corresponde al del asesino del comandante Araya. Sin embargo, los apremios que ha sufrido Riquelme y las torturas a que fue sometido lo tienen al borde de la locura y en una oportunidad, después de permanecer algunas horas en la Fiscalía Naval que investiga el caso, intentó suicidarse.
Siguiendo el esquema del caso Kennedy, los cerebros de la CIA orientaron otra campaña de la prensa reaccionaria tratando de inmiscuir en el asesinato de Araya a cubanos que tenían relación directa con la embajada de ese país ante La Moneda. Denuncias telefónicas anónimas comprometieron a los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas en un allanamiento sin éxito a uno de los aviones de Cubana de Aviación, que cumplen el servicio entre Santiago y La Habana, mientras otros núcleos derechistas iniciaban una maniobra en el Parlamento para declarar persona no grata al embajador cubano, Mario García Incháustegui, y la Municipalidad de Providencia -reducto de la ultrarreacción- aprobaba un acuerdo para que la sede diplomática de La Habana, ubicada en esa comuna, fuera desalojada.
La rápida pesquisa de la policía civil que se mantiene fiel al gobierno derrumbó estos intentos, en los momentos en que la CIA ya había dispuesto la utilización de un “gusano” cubano, entrenado en sus cuarteles, para hacerlo aparecer como presunto cómplice de Riquelme y así dar fundamentos más consistentes a la campaña de prensa. Los “gusanos” cubanos son una verdadera guardia blanca de la CIA y se han prestado para todo tipo de operaciones, tanto o dentro de Estados Unidos (destrucción del Centro de Estudios Cubanos, en Nueva York; terrorismo en una exposición procubana en la misma ciudad, para nombrar algunos operativos) como en otras partes del mundo. Es conocida la acción de los “gusanos” como piezas claves en las operaciones de la CIA en Bolivia durante la campaña del Che. Pilotos “gusanos” cubanos actuaron en operaciones en el Congo y ya mencionamos su participación en las acciones contra Chile en el asalto y robo a la embajada en Washington.
Los “gusanos” son fáciles de reclutar. Por un lado ayuda a ello su fuerte ideología anticomunista y por otro, el pago de la CIA que gratifica a sus agentes con generosidad. No es aventurado afirmar que en estos momentos están actuando en el propio territorio chileno, como asesores de los grupos de Patria y Libertad, como terroristas en la campaña de atentados de la ultraderecha, como asiduos vigilantes de la distribución de fondos a los camioneros de León Vilarín, a Proteco, a Canal 13, y como eventuales actores en una ulterior provocación destinada a crear problemas en las relaciones entre el gobierno de Allende y el gobierno revolucionario de Cuba.
Finalmente, en la conspiración contra Chile no se ha descartado la posibilidad de una invasión desde Bolivia, según el modelo de playa Girón. La frontera boliviana, a igual que Miami y algunos países del Caribe en el caso de Cuba, está siendo utilizada como campo de entrenamiento de chilenos que se encuentran en el exterior y que están en disponibilidad para atacar centros vitales como las minas de cobre de Chuquicamata o servir de apoyo a fuerzas opositoras al gobierno que pudieran rebelarse contra el poder central y montar un operativo militar desde el norte, tal como ocurrió en la guerra civil de 1891. En este sentido un ex-militar -Arturo Marshall- reconocido como agente de la CIA, juega un papel fundamental.
LA ESTRATEGIA DE LA CIA Y CHILE
La oposición chilena, a través de sus líderes y sus medios de comunicación, ha negado persistentemente el papel estratégico de la CIA en la conspiración permanente que se ha desatado contra el gobierno de la Unidad Popular. Sin embargo, ha sido la propia CIA la primera en admitirlo.
Las minutas confidenciales de una reunión del Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Affairs) sobre la CIA, tituladas “Espionaje y Política Exterior”, probaron la realidad de estos vínculos más allá de cualquier duda. Toda posible acción de la CIA en Chile fue prevista y discutida en esa reunión realizada el 8 de enero de 1968 en Nueva York. Particularmente delicada, ya que trataba sobre políticas de la CIA y sus operaciones, se desarrolló en medio de estrecha vigilancia. Dirigió la discusión Richard M. Bissell Jr.
Bissell es más conocido por su importante papel en la planificación de la desastrosa invasión de Playa Girón. Dejó la CIA poco tiempo después de ese fracaso, luego de servir diez años en total como ayudante especial del director y del delegado del director de planes. Es también uno de los directores de la Compañía de Aceros Norteamericana y miembro del CFR. El presidente de la reunión fue C. Douglas Dillon, subsecretario de Estado (1959-1965), banquero inversionista y director del principal banco de Nueva York, el Chase Manhattan. Otros miembros presentes en esta reunión fueron el fallecido Allen Dulles (director de la CIA, 1953-1961) y ex altos funcionarios de los departamentos de Defensa y de Estado. Las actas de la reunión demuestran claramente cómo concibe la CIA su rol en Estados Unidos y en el mundo, cómo realiza sus actividades de espionaje, cómo causa transtornos en las naciones “hostiles” y cómo recluta a los agentes no-norteamericanos. Las experiencias vividas en Chile desde 1970 confirman que las políticas de la CIA proyectadas antes de 1968 y alrededor de esa fecha, fueron implementadas posteriormente.
Lo que sigue son citas directas de las actas de la reunión y su relación con Chile.
1) Sobre las actividades de la CIA en el Tercer Mundo:
Recientemente la CIA ha efectuado un viraje en las prioridades del espionaje clásico hacia objetivos en el mundo subdesarrollado.
“El mundo subdesarrollado presenta mejores oportunidades para la recopilación secreta de la información, simplemente porque los gobiernos son mucho menos organizados: existe menos sentido de la seguridad y hay una inclinación a la difusión, real o potencial, del poder entre los partidos, organizaciones e individuos fuera del gobierno central. El propósito principal del espionaje en estas áreas es entregar a Washington la información oportuna sobre el equilibrio de poder interno, una forma de espionaje que tiene una importancia táctica principalmente.
Ocho medidas para derrocar al gobierno: 1. Unirse frente al enemigo común (enemigo es la UP y el Partido Comunista que la dirige). 2. Integrarse a la protección de su sector vecinal. 3. Sabotear las fuentes de trabajo estatales. 4. Hacer justicia castigando directamente a los violentistas de Izquierda. 5. Denunciar toda irregularidad que observe de los enemigo sólo a las FF.AA. 6. Solidarizar incondicionalmente con los combatientes nacionalistas. 7. Anteponer las labores de resistencia a cualquier interés personal. 8. Solidarizar con el hombre y la mujer de trabajo, que anhelan un destino claro para el país, actuando coordinadamente con los gremios”.
A medida que los movimientos de liberación nacional que amenazaban los intereses imperialistas en el tercer mundo ganaban fuerza, la CIA se dio cuenta que allí tendría que desarrollar sus mayores esfuerzos.
2) Sobre las operaciones secretas en el Tercer Mundo:
“La técnica de investigar el equilibrio de poder interno es esencialmente de ‘penetración’. Muchas de las ‘penetraciones’ no se hacen a través de ‘contrataciones’ sino estableciendo una estrecha o amistosa relación, la que puede o no ser fomentada con entregas de dinero de vez en tiempo.
La esfera de acciones secretas podría incluir: (a) consejo y asesoría política; (b) subvención de un individuo; (c) apoyo financiero y ‘asistencia técnica’ a partidos políticos; (d) ayuda a organizaciones privadas, incluyendo sindicatos obreros, empresas de negocios, cooperativas, etc.; (e) propaganda secreta; (f) entrenamiento ‘privado’ de individuos e intercambio de personas; (g) operaciones económicas y (h) organizaciones paramilitares para operaciones políticas dirigidas a derribar o apoyar un régimen.
La intervención secreta está planeada generalmente para actuar sobre el equilibrio de poder interno, a menudo con objetivos de bastante corto plazo en vista. Un esfuerzo para construir la economía de un país subdesarrollado debe ser sutil, de larga duración, y debe abiertamente conseguir la cooperación de los grupos más importantes del país, si es que quiere lograr tener alguna influencia. Su costo es elevado. En cambio, un esfuerzo para debilitar el gobierno progresista local, para ganar una elección y para lograr resultados dentro de dos o tres años a lo más, obviamente debe ser secreto. Debe utilizar prácticamente a la gente, los medios que estén a mano y los métodos que parezcan más probables de dar resultado”.
En Chile, la CIA ha utilizado toda la gama de acciones secretas: ha dado consejo a todos los partidos y grupos de oposición y ha subvencionado desde individuos, como León Vilarín, hasta Eduardo Frei. Su apoyo financiero al PDC fue revelado este año. Ha apoyado a gremios reaccionarios, a sindicatos obreros de oposición, a importantes firmas de negocios; ha ayudado a las campañas de publicidad de El Mercurio, La Prensa, etc. Ayudó a coordinar el bloqueo económico de Estados Unidos a Chile y planeo el caos económico interno, y ha asesorado a grupos paramilitares como Patria y Libertad para realizar ataques terroristas y asesinatos.
3) Sobre el reclutamiento, adoctrinamiento y entrenamiento de agentes internos:
“Lo esencial de esta intervención en el equilibrio de poder interno es identificar a aquellos aliados que pueden volverse más eficaces, más poderosos y quizás más atinados, con una ayuda secreta. Comúnmente estos aliados locales conocen la fuente de esta ayuda, pero ni ellos ni Estados Unidos podrían permitirse admitir su existencia”.
No es ninguna sorpresa que la reacción niegue cualquier vínculo con la CIA.
“Los agentes para intervenciones menores y menos delicadas, por ejemplo alguna propaganda secreta y ciertas actividades económicas, pueden reclutarse simplemente con dinero. Pero para las intervenciones mayores y más delicadas, los aliados deben tener una motivación propia. En general, la Agencia ha tenido un éxito notable en encontrar los individuos y medios con los cuales -y a través de los cuales- ha podido operar de este modo”.
La CIA no creó a Vilarín, a Jarpa, a Frei, ni a Patria y Libertad. El capitalismo lo hizo. Lo que la CIA ha hecho es organizar mejor sus esfuerzos, financiarlos y coordinar sus actividades en un ataque unificado contra la clase obrera.
“Necesitamos operar bajo mayor secreto, poner más atención en el uso de ‘cortes’ (un término que utiliza la CIA para denominar aquellos proyectos respaldados por la Agencia pero a los cuales no se les puede seguir la pista).
El problema de las operaciones de la Agencia en el extranjero es con frecuencia un problema para el Departamento de Estado.
En sus relaciones con un agente norteamericano de la CIA, los aliados locales se encuentran con que éste aparece casi siempre disfrazado de funcionario del gobierno norteamericano. Existen poderosas razones para esta práctica, del mismo modo que será siempre conveniente tener algún personal de la CIA alojado en el recinto de la embajada, aunque sea sólo por las necesidades propias de un puesto de mando local y para tareas de comunicaciones”.
Muchos agentes de la CIA en Chile han servido en puestos oficiales en la embajada de Estados Unidos. Los ejemplos más claros son Keith W. Wheelock quien, hasta 1971, tuvo el cargo de agregado político de la embajada norteamericana en Santiago; Sergio Benfeld del Campo, contratista de aseadores y funcionario de la embajada hasta su detención por la policía chilena, la semana pasada, y los propios embajadores Edward Korry y Nathanael Davis.
“Sin embargo es posible y conveniente, aunque es difícil y requiere tiempo, construir un aparato con una ‘fachada’ extraoficial en el extranjero. Esto requeriría la utilización o creación de organizaciones privadas cuyo personal no sería en su mayoría de nacionalidad norteamericana, lo que le permitiría una entrada más libre en la sociedad local y con menos complicaciones para la posición oficial de Estados Unidos.
Estados Unidos debería utilizar un mayor número de ciudadanos no-norteamericanos, a los que se debería incentivar a través de un esfuerzo de adoctrinamiento y entrenamiento para que llegaran a adquirir una lealtad hacia Estados Unidos, más o menos comparable a la que tiene el personal norteamericano de la Agencia. A medida que trasladamos nuestra atención a Latinoamérica, Asia y Africa, la acción de los agentes de nacionalidad norteamericana tiende a verse cada vez más restringida, ya que su presencia en esas áreas resulta más notoria. Por eso, recomendamos como un cambio importante la construcción de un sistema que sirva de ‘fachada’ extraoficial para ver cuán lejos podemos llegar con ciudadanos no-norteamericanos, especialmente en operaciones en el terreno mismo. La CIA podría utilizar un número cada vez mayor de ciudadanos no-norteamericanos como ‘agentes de carrera’, es decir, con un rango intermedio entre el de un agente clásico (aquel que se utiliza para una sola operación compartimentalizada quizás por un limitado periodo de tiempo) y el estatus de un miembro del personal permanente de la Agencia (que está implicado en muchas operaciones a través de su carrera y está bien informado sobre las capacidades de la Agencia). Debería estimularse a tales agentes a través de un esfuerzo de instrucción y entrenamiento, y por medio de la perspectiva de un empleo a largo plazo para que adquirieran un sentido de lealtad hacia Estados Unidos.
La tarea central es identificar a posibles aliados nativos -tanto individuos como organizaciones-, hacer contacto con ellos y establecer de hecho una comunidad de intereses”.
En lo esencial, la tarea de los agentes norteamericanos en Chile ha sido infundir en los futuros agentes chilenos una lealtad hacia Estados Unidos y no hacia Chile. A la luz de todo esto, partidos tales como el Partido Nacional y movimientos como Patria y Libertad parecen aun más ridículos. También los numerosos gremios y los llamados grupos de trabajadores que han surgido en el último año, obviamente se ajustan a lo que la CIA entendiera como la creación de “un aparato de fachada extraoficial”.
4) Sobre el rol coordinador que juega la CIA:
“La intervención secreta es probablemente más efectiva en aquellas situaciones donde se realiza un amplio esfuerzo con un número de operaciones separadas y proyectadas para apoyarse y complementarse unas a otras y para tener un efecto acumulativo”.
Evidentemente la CIA ha estado planeando y orquestando las actividades de la derecha desde 1970. Se ha calculado cada paso para producir un “importante efecto acumulativo” en lugar de producir la caída inmediata del gobierno. El paro de octubre, las campañas de los medios de comunicación, la huelga de El Teniente, el mercado negro, el “fraude” electoral, la huelga de los camioneros, la ofensiva parlamentaria, todos han sido cuidadosamente planeados y ejecutados para alcanzar el mayor efecto acumulativo.
5) Sobre el uso de sindicatos obreros y agentes subversivos:
“Haciendo una observación sobre las actividades sindicales, un participante en la reunión señaló que antes de mayo de 1967 era de conocimiento público que la CIA había prestado algún apoyo a los programas sindicales; primero, Ramparts (una revista norteamericana de Izquierda), y después Tom Braden (un periodista) detallaron este apoyo en público. Aquellos que estaban comprometidos en asuntos sindicales estaban consternados y ciertos periodistas agudizaron el clima al relacionar la AID (Agencia para el Desarrollo Internacional) con la CIA, reclamando que el IADSL (Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre), que pertenece a la AFL-CIO, estaba corrompido”.
Las tentativas de dividir a la clase obrera en El Teniente y en otras partes, fueron planeadas por la CIA y llevadas a cabo bajo la autorización de esa Agencia. Emmanuel Boggs, ex jefe del IADSL en Chile, es un agente de la CIA (según Julius Mader, Quien es quien en la CIA).
6) Sobre el uso de extranjeros que sirven de agentes en un tercer país:
“¿Cómo se pueden conseguir ciudadanos no-norteamericanos para efectuar el trabajo secreto de la CIA y que al mismo tiempo adquieran una lealtad hacia Estados Unidos? Habría más posibilidades de que este trabajo resultara si se utilizan ciudadanos de un país B para trabajar en un país C… Es imprescindible una ‘fachada’, y un medio natural es una organización con ciudadanos no-norteamericanos”.
Estados Unidos ha utilizado “gusanos” exilados cubanos para llevar a cabo las actividades de la CIA en todos los países latinoamericanos. Sin duda también se les está utilizando en Chile ya que si son sorprendidos, se les calificaría inmediatamente como revolucionarios cubanos y no como “gusanos”. El malintencionado ataque de los reaccionarios contra la revolución cubana está obviamente vinculado a esto. Evidentemente se puede ubicar a los “gusanos” en las filas terroristas de Patria y Libertad.
7) Sobre la utilización de corporaciones norteamericanas como puestos de mando para la actividad subversiva:
“Desearíamos que la CIA expandiera su utilización de las corporaciones privadas norteamericanas, pero para objetivos fuera de Estados Unidos. Si tenemos tratos en el extranjero, entonces se hace necesario mantener una burocracia en el exterior para tratar con los nativos. También se hace necesario utilizar comunicaciones en un medio posiblemente hostil. Si uno negocia a través de las corporaciones norteamericanas que tengan actividades en el extranjero, es posible mantener la mayor parte del personal burocrático en Estados Unidos, e intervenir a través de los cuarteles generales de la corporación, usando los canales corporativos para las comunicaciones con el exterior (incluyendo comunicaciones clasificadas)”.
Los lazos entre la CIA y la ITT no son ningún secreto. Ya en 1968 la CIA previó el uso de una corporación norteamericana como el punto coordinador de la actividad contrarrevolucionaria en un país “hostil”. La CIA vio esto como el mejor medio para disminuir el personal sobrante, para coordinar las comunicaciones y para planificar el sabotaje económico.
MARIO DIAZ BARRIENTOS
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 789, 6 de septiembre, 2013)
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