Punto Final, Nº 754 – Desde el 30 de marzo al 12 de abril de 2012.
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El fallo de la Fiscalia

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La Patagonia brava

 

Hace 94 años, en Aysén, un grupo de colonos tomó las armas para defender la tierra que se les quería arrebatar. Derrotaron a los carabineros y triunfaron. El Estado tuvo que anular la concesión de miles de hectáreas a un particular que los perjudicaba y reconocerles títulos de propiedad sobre la tierra que habían hecho producir durante más de un decenio (ver recuadro). El episodio es poco conocido. Ocurrió en las cercanías del lago Buenos Aires (actualmente lago General Carrera), en la zona conocida como Chile Chico, donde un microclima permite, a pesar del fuerte viento, una agricultura semejante a la del valle central, casi mil kilómetros más al norte. Allí siguen viviendo los descendientes de los colonos rebeldes y la memoria de su hazaña.
Los habitantes de la Patagonia, en Chile y en Argentina, mantienen una tradición de independencia y rebeldía frente a los poderes centrales. Sienten que han estado abandonados tanto tiempo, que no vale la pena confiar en autoridades lejanas e insensibles, que ni se imaginan lo que es vivir en el extremo sur del mundo en un clima inhóspito y peligroso, en medio de la soledad.
Recién en 1928, Aysén fue reconocido como provincia. Hasta entonces era virtualmente una tierra de nadie situada entre Llanquihue (Puerto Montt) y Magallanes (Punta Arenas). Su poblamiento actual comenzó a principios del siglo XX y ha sido escaso. Con tres veces la superficie de Bélgica, tiene apenas algo más de ciento treinta mil habitantes.
 En el poblamiento de comienzos del siglo pasado se mezclaron chilotes y algunos inmigrantes, que se quedaron en la costa o en la parte del valle cercana al mar, y chilenos que originalmente habían vivido en lo que entonces eran las provincias de Ñuble, Bío Bío y Cautín que se asentaron en los valles de los grandes ríos y en los alrededores de los lagos fronterizos chilenos y que antes habían tenido que emigrar a Argentina en busca de tierras, agobiados por la pobreza y la inseguridad.
Las políticas de los gobiernos posteriores a Balmaceda se habían orientado a favorecer a los grandes terratenientes. Pequeños y medianos agricultores no podían acceder a créditos ni a otros tipos de ayuda. El bandidaje hacía la vida insegura, la repartición de las tierras mapuches después de la ocupación militar chilena era otro factor de desequilibrio en beneficio de nuevos propietarios, poderosos y eficientes. Había, entonces, que probar suerte en Argentina siempre rica en tierras, pastizales y agua. Cientos de familias emigraron. Muchas se asentaron allá, otras debieron desplazarse hacia el sur: se sentían presionados por las autoridades y, al mismo tiempo, anhelaban retornar a Chile para establecerse en “tierras sin dueño”, como llamaban a las tierras fiscales del lado del Pacífico, que correspondían a Chile en virtud del tratado de 1881 con Argentina y el laudo arbitral consiguiente.
Los gobiernos, especialmente el de Germán Riesco, trataron de poblar por medio de concesiones de tierras. En una primera etapa solamente tres concesiones cubrían todo el territorio de Aysén. Se esperaba que fueran exitosas como en Magallanes. Destacaron más tarde la Sociedad Explotadora del Río Baker -con 800.000 hectáreas- y la Sociedad Industrial de Aysén, ligadas a los consorcios de Punta Arenas. En definitiva fracasaron. Muchas veces chocaron con los colonos que llegaban.
Todavía existen en la zona familias de los primeros colonos que se asentaron en esas tierras. Emparentadas entre sí, muchos apellidos se repiten: Jara, Burgos, Silva, Fica, Foitzick, Beroiza, Quezada, Avilés y otros. Han servido también para nombrar caletas y pequeñas bahías, cerros y arroyos.
Varios debieron cambiar de actividad. De ganaderos en la pampa se convirtieron en agricultores dedicados a productos como los que antes habían cultivado en el lejano país de origen: frutas, trigo, verduras y legumbres, sin abandonar del todo la crianza de bovinos, ovejas y cerdos. Estaban más ligados a Argentina que a Chile, por razones de cercanía. La educación de sus hijos y hasta su salud dependían de Argentina. Los alimentos no perecibles, la ropa, las herramientas y los insumos agrícolas venían también de allí. Las comunicaciones telegráficas se hacían a través de los puestos de la pampa hasta Buenos Aires y desde allí, se transmitían a Chile.

El conflicto en Chile Chico

Los colonos de Chile Chico llevaban largo tiempo cultivando tierras que entendían fiscales y de las cuales esperaban títulos de propiedad. Sin embargo, en 1917 el gobierno otorgó una concesión sobre esas mismas tierras y muchas más a Carlos von Flack, acusado de encargarse de los intereses de la familia Menéndez, grandes propietarios de tierras en Magallanes. Los colonos ignoraban lo que había sucedido, hasta que apareció en sus tierras Von Flack acompañado de un asistente inglés. Iban a ofrecerles la compra de las mejoras, los enseres, los productos y el ganado, ya que ellos eran los titulares de la tierra. Ofrecían precios bajísimos. Los colonos rechazaron las ofertas y les advirtieron que ellos no entregarían el suelo que habían conquistado con su esfuerzo. Von Flack se retiró indicándoles que volvería con la fuerza pública. Lo hizo semanas más tarde, acompañado de seis carabineros armados a cargo de un sargento, y de personal suyo con instrucciones de desalojar a los colonos y trasladar el ganado a territorio argentino. El rechazo fue tajante, pero esta vez provino de un grupo organizado y montado que portaba armas. Rifles, revólveres y escopetas eran familiares para esos colonos. Los intrusos se protegieron en un refugio y tuvieron que soportar la pesadilla de jinetes que los rondaban en la oscuridad, aparentemente en gran número.
Nuevamente debió retirarse Von Flack, acompañado de sus sirvientes y la patrulla de carabineros. No se daba por vencido. Se puso en contacto con el gobierno del presidente Juan Luis Sanfuentes reclamando mayor auxilio militar, porque la ley era violada por bandidos, cuatreros y malhechores, según dijo. El gobierno central lo escuchó con alarma. En julio de 1918, en pleno invierno, con temperaturas bajísimas y en medio de nevazones, volvió Von Flack con 50 carabineros bien armados, personal de su servicio, y dos funcionarios del Ministerio de Tierras para hacer mediciones y aclarar las cosas. A los pocos días, estalló la crisis por la prepotencia y brutalidad de Carabineros, que procedían a desalojar a las familias, lanzaban sus enseres a la intemperie para luego quemar las casas y apoderarse del ganado. Apalearon y torturaron a los pobladores. No respetaron a mujeres con niños pequeños o con guaguas, que tuvieron que esconderse en el bosque en medio de la nieve.
Los colonos, indignados, prepararon una trampa dejando una casa abandonada con provisiones, leña y alcohol. Una patrulla de carabineros se instaló allí. Un colono se acercó entonces a intimarles rendición. Los carabineros lo mataron a balazos. Entonces, los sitiadores respondieron con sus armas. Tres uniformados murieron, otros quedaron heridos. Prosiguieron las operaciones y los tiroteos. Carabineros buscaba a los colonos y éstos los atacaban en grupos pequeños. Hubo más heridos, también se tomaron prisioneros: a lo menos otro uniformado murió. El grueso de la fuerza militar, con Von Flack y sus peones, se parapetó en una casa. Se negaron a rendirse. Los sitiadores decidieron vencerlos por hambre. Pasaron los días y una noche de tormenta, los sitiados escaparon hacia Argentina internándose más de cincuenta kilómetros en su territorio, hasta la estancia La Asunción. Fueron perseguidos sin éxito, pero habían sido derrotados.

El Gobierno retrocede

Un historiador especializado en las relaciones chileno-argentinas resumió en pocas líneas lo ocurrido: “Los colonos afectados se defendieron con las armas. Con algunas bajas, la policía debió atravesar la frontera y regresar a Chile vía Buenos Aires. La matanza cayó como una bomba en Santiago surgiendo violentas interpelaciones contra el ministro responsable” (Oscar Espinoza Moraga, El precio de la paz chileno-argentina (1810-1969), t.III).
El gobierno chileno retrocedió. Era demasiado evidente que la justicia estaba del lado de los colonos, que habían podido respaldarla con la fuerza. Poco después, las concesiones fueron revocadas y se otorgó títulos de dominio a los colonos. También fueron necesarias rápidas maniobras diplomáticas, porque el gobierno argentino estaba inquieto y despachaba tropas hacia el sur. Con Von Flack fuera de escena, y los carabineros sometidos a la disciplina de la ley, volvió la normalidad.
Más de cincuenta años después, el antropólogo e ingeniero Hans Niemeyer, que se documentó especialmente sobre el episodio, escribía: “El líder de los colonos, José Silva, fue tomado preso y conducido a Comodoro Rivadavia donde relató los sucesos de Chile Chico. La resistencia armada fue provocada por la violencia con que procedieron los carabineros a desalojar e incendiar las casas, resultado de lo cual fue la muerte de cinco carabineros, varios heridos y la detención de otros trece que fueron entregados en Valle Simpson”. Y agregaba: “El ministro del Interior de entonces, don Arturo Alessandri Palma, quien había asumido el cargo cuando los sucesos del lago Buenos Aires estaban en pleno desarrollo, supo ponderar todas las circunstancias del caso y en un gesto que lo honra ordenó la supresión inmediata de toda actividad policial en contra de los pobladores y el retiro de las tropas armadas de la región. (…) El gobierno tomó la decisión de caducar la concesión de tierras otorgadas a Von Flack y a reconocer los derechos de los pobladores establecidos. Una comisión de éstos vino por vía Buenos Aires a explicarle todo el suceso y a demostrar que no eran cuatreros ni bandoleros como algunos querían hacer creer, sino gente de paz y trabajo que poblaban una remota región chilena... La unión organizada de los pobladores demostró ser fecunda en la defensa de sus legítimos derechos”. (Un episodio del poblamiento de la Patagonia chilena. La “guerra” de Chile Chico. Boletín de la Universidad de Chile, N° 91, abril de 1959).

HERNAN SOTO

 

Lo que dice la historia

A propósito de los primeros años del poblamiento de Aysén, el historiador conservador Gonzalo Vial escribió en Historia de Chile (1981):
“Las zonas favoritas para estas ‘usurpaciones espontáneas e ilegales’ (comillas de PF) eran el lago Buenos Aires y el valle del Simpson (bañado por el río homónimo en sus cursos superior y medio”.
Agrega Vial: “Lo sucedido con el valle citado ilustra lo que venimos diciendo. Su ocupación irregular empezó por la parte más despejada, al sureste, en el año 1901 cuando llegaron Juan Antonio Mencu y su familia, de Linares (1904), la familia Hueitra, de Osorno (1905), la familia Inayao (unionense) en 1906, el mismo año el finlandés Federico Olof Lundberg y el inglés Juan Brooks; el año siguiente llegó Florentino Valdés (Ñuble) y los suecos Carlos y Roberto von Flack; hacia 1910, los hermanos Foitzick, valdivianos de origen alemán… y así sucesivamente.
Carlos von Flack y su vida (lo que se conoce de ella) ejemplifica el ‘estilo Aysén’ en aquellos años. Hombre violento, presumía de autoridad mediante un sello que lo autoproclamaba Comisario del río Baker, seguramente apócrifo, y armaba y vestía con uniforme militar a dos peones suyos. Ayudado por éstos cometió varios despojos de tierras. Los perjudicados eran pequeños pobladores. En 1910, sin embargo, Von Flack fue medido por su propia vara. Había rematado en Santiago unos animales pertenecientes a la Compañía Explotadora del río Baker. Saliendo por el boquete de este río y enderezando hacia el Simpson con mil vacunos -parte del ganado adquirido- Von Flack encontró que la sección más angosta del paso estaba dominada por un fortín de troncos. Allí tenía su guarida el bandolero Juan Rivera. Rivera lo asaltó y le quitó los animales. Años después (1918), Von Flack, enriquecido no obstante sus desgracias en el Baker, remató un arrendamiento fiscal, 300.000 hectáreas en el lago Buenos Aires. Cuando el sueco pretendió expulsar de ellas a sus ocupantes, hubo un sangriento choque entre éstos y la fuerza pública. Murieron tres uniformados y un poblador. La entrega de la tierra fue suspendida”. Según otros autores, la cifra de muertos que señala Vial es errónea.

 

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 754, 30 de marzo, 2012)

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