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El 5 de octubre y el sentido del tránsito
Resulta penoso que el día 5 de octubre pase con más pena que gloria para la inmensa mayoría de los habitantes, y que los supuestos herederos de aquella gesta hayan tenido que hacer un esfuerzo monumental para llevar a un par de miles de funcionarios públicos al Teatro Caupolicán para hacer algo.
Lo que debía ser una fiesta democrática en las calles de las ciudades, finalmente se esconde en las oscuras graderías del teatro de calle San Diego.
La gente, ni por asomo.
Disminuidos, atrincherados en sus prebendas, acosados por innumerables casos de corrupción, abatidos en las encuestas, la Concertación, hoy nueva Mayoría, hace esfuerzos por pasar disimulada ante el escrutinio público. Lejos, muy lejos, quedaron las consignas que auguraban un futuro desprovisto del oprobio dictatorial. Por sobre todo, muy lejos quedó la oferta rutilante de la alegría.
En todo este tiempo esos mismos que declamaron su decisión democrática, hoy han hecho todo lo posible por entronizar los rasgos más definitivos de la Constitución pinochetista. En este lapso, y por lo mismo, ha habido un sostenido deterioro de las condiciones de vida de la gente, que fue la que sufrió la represión y puso los muertos y el mayor esfuerzo por desligarse de la tiranía.
Sueldos de miseria, pensiones de vergüenza, una salud pública deficitaria y de mala calidad, guetos en los márgenes de las ciudades -adonde van a parar arracimados los pobres “que las afean”-, un sistema educacional que reproduce a diario el apartheid que se ha venido estableciendo sin prisa pero sin pausa, la represión como táctica para intentar controlar el conflicto que generan las empresas forestales subsidiadas por el Estado para penetrar en los territorios mapuches, y graves efectos ambientales en delicados ecosistemas, es lo que quedó de las grandes promesas y ofertas de hace veintisiete años. De justicia social y reparación, ni hablar.
En este cuarto de siglo hemos sido testigos de la mutación de muchos que ayer eran fieros rebeldes, intransigentes izquierdistas, enemigos acérrimos de la derecha, y bravíos marchantes de puños en alto.
El enemigo les ganó el corazón. Se les metió por la expedita y eficiente vía del bolsillo. De haber sabido de ese flanco, el estratega Pinochet se abría ahorrado muchos exilios.
Vale la pena preguntar qué es efectivamente lo que se juntaron a celebrar en el Teatro Caupolicán. Resulta pertinente la pregunta si se considera que en todos los casos en que se intentan reformas, éstas han tenido puntualmente el rechazo de quienes se supone serán los beneficiados. ¿Un caso de desagradecimiento generalizado? ¿Un complot de los pesimistas que quieren que todo siga igual, como advirtió en su discurso la presidenta?
Las supuestas reformas, impulsadas por el gobierno y apoyadas por la ultraderecha, no son sino ajustes necesarios que permiten un cierto respiro ante el acoso popular que a veces se expresa y que ha impuesto la agenda que hoy se debate entre cachañas y malabares.
Reformas profundas que signifiquen cambios paradigmáticos, jamás se podrían hacer en el actual ordenamiento político, sobre todo con la voluntad de la gente secuestrada por las maquinarias de estafar en que se han trasformado los partidos políticos.
El sistema necesita administrar la crisis creada a partir de los casos de corrupción generalizada que tiene con depresión a los máximos líderes del sistema. Y quizás al borde de alguna condena judicial. El carrusel de frescos que aparecen casi a diario enredados en transacciones ilegales cuando no inmorales, dista mucho de terminar.
Resulta legítimo preguntar qué debe pasar para que la actual situación busque un derrotero para levantar una opción que termine de una vez por todas con una cultura cuyos únicos cambios relevantes son sus nombres, siglas y logotipos, que modifican cada vez que son sorprendidos en operaciones escandalosas.
Desde el punto de vista del pueblo, hasta ahora, las marchas sólo han cambiado el sentido del tránsito.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 838, 9 de octubre, 2015)
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