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El chantaje de Europa
Grecia de rodillas
ALEXIS Tsipras, primer ministro griego.
En las tragedias clásicas los personajes probaban su heroísmo combatiendo la fatalidad y se encontraban a menudo ante difíciles encrucijadas, que los héroes trataban de evitar pero las más de las veces culminaban en un desenlace desgraciado y desgarrador.
El impacto causado por el triunfo del No en el referéndum del 5 de julio en Grecia, remeció las anquilosadas instituciones europeas y sobrepasó ampliamente las fronteras helenas y la Troika acentuó la guerra de asfixia económica (“terrorismo”, acusó el renunciado ministro Yanis Varufakis) contra un pequeño país que representa solo un 2% del presupuesto europeo. La victoria del No fue saludada en todos los confines del planeta. En la vieja Europa se abría una brecha, una posibilidad de cambio real. Se ponía en entredicho mediante un instrumento democrático -el referéndum- la pesada tranca que había fijado las reglas del juego en la construcción de la Unión Europea y del euro a espaldas de los pueblos, y que desde hace años impone políticas de austeridad.
Pasados algunos días, luego del estupor inicial de los acreedores, de Berlín y sus satélites, vino el primer golpe de efecto que dejó estupefactos a los victoriosos helenos: las proposiciones de Alexis Tsipras del 10 de julio retomaban en parte lo propuesto por el Eurogrupo -que los griegos habían rechazado días antes en el referéndum-. En el seno de Syriza se habló de capitulación y el día de la votación en el Parlamento griego (11 de julio), 51 diputados votaron contra la proposición de reformas presentadas por Tsipras, pero la mayoría del Parlamento la aprobó. De los 51 diputados que no apoyaron a Tsipras, 17 eran de Syriza (dos votaron contra el proyecto, ocho se abstuvieron y siete estuvieron ausentes). Entre ellos el ex ministro de finanzas Yanis Varufakis, obligado a renunciar después del referéndum para complacer al Eurogrupo y a los dirigentes alemanes. Retrospectivamente, se puede estimar que su dimisión fue la garantía de la buena disposición del gobierno griego para con el Eurogrupo.(1)
Ahora bien, ¿cuáles fueron las concesiones hechas por la dirección de Syriza a la Troika (Comunidad Europea, FMI y Banco Central Europeo) luego del victorioso referéndum? Aunque la proposición de Tsipras se acercaba a las hechas el 26 de junio por el Eurogrupo, expresaba la voluntad de Atenas de proteger a los sectores más frágiles de la sociedad (mantención del IVA a 7% para los productos básicos y del sistema de ayuda a los jubilados más golpeados por la crisis, así como excepción impositiva para las islas más pobres). Sin embargo se alineaba en lo esencial con el texto del Eurogrupo, que había motivado el recurso al referéndum. Tsipras recalcaba en este acuerdo la necesidad de renegociar la deuda desde el mes de octubre próximo. Sin embargo no se apoyó en un movimiento popular en ascenso (61% en el referéndum, en circunstancias que en las elecciones parlamentarias de enero Syriza obtuvo 34%). Muchos griegos que no votaron por Syriza en enero sí lo hicieron con ocasión del referéndum, apoyando al gobierno. El referéndum victorioso le otorgaba gran poder de negociación, pero prefirió discutir con los representantes de la Troika sobre la base de un plan similar al que ésta había propuesto: “Obramos por una solución socialmente justa y viable económicamente”, dijo, y agregó: “Mi patria es desde hace cinco años un laboratorio de experimentación de austeridad. Hay que admitir que esta experiencia ha fracasado”. Obtuvo en el Parlamento griego el acuerdo de los partidarios del Sí, es decir aquellos que habían aprobado en el referéndum las medidas de austeridad exigidas por la Troika.
LAS CONCESIONES DE GRECIA
Las finanzas internacionales y los epígonos del establishment europeo -políticos de derecha, de centro, socialdemócratas y la radio, prensa escrita y TV, que hasta ese momento se habían referido a Tsipras y a su gobierno tildándolos de “extremistas”, “comunistas” y “ultraizquierdistas”-, comenzaron a alabar la estatura de “hombre de Estado” de Alexis Tsipras, su pragmatismo y patriotismo.
Las concesiones hechas a la Troika apuntaban al cierre del flujo de divisas, al “corralito” y las amenazas de derrocamiento del gobierno griego. Martin Schulz, el alemán presidente del Parlamento Europeo, Wolfgang Schäubel, ministro de Finanzas (democratacristiano, “verdadero jefe de orquesta del Eurogrupo”, según confidenció Varufakis) y Sigmar Gabriel (ministro de Economía alemán), declararon sin ambages que si Atenas no cumplía las exigencias, la única salida era el Grexit y el consiguiente salto hacia tierra incognita. Además,una serie de países, recientemente llegados a la UE (Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Eslovenia) y Austria seguían fielmente a sus mentores teutones. Angela Merkel aprobó explícitamente o por omisión estas amenazas. Es en estas condiciones que Tsipras y su flamante ministro de Economía, Euclides Tsakalatos, se presentaron el 11 y 12 de julio en Bruselas para que el Eurogrupo examinara las nuevas propuestas griegas.
A pesar de todo lo concedido por Atenas -que provocó fisuras en la dirección de Syriza- Merkel, los dirigentes alemanes y los banqueros, quisieron ir más allá en la humillación y el escarmiento y exigieron más concesiones. En el intertanto y ante el cariz que tomaba la reunión de la “última oportunidad”, Barack Obama habría hecho saber aAngela Merkel y a la Troika el peligro geopolítico del Grexit, que dejaría a Grecia en la obligación de buscar nuevas alianzas y apoyos.
Washington ve con preocupación el eventual acercamiento de Atenas con Moscú(2) y la llegada a esa región, particularmente sensible desde el punto de vista geoestratégico, de actores extra regionales como China, Rusia e incluso países emergentes como Brasil. La proximidad de Turquía -el enemigo hereditario de Grecia- bastión de la Otan y pieza importante en el dispositivo militar estadounidense, amén de la cercanía de los conflictos en el Cercano Oriente, llevaron a Obama a ejercer presiones para que se encontrara una solución al conflicto griego. Máxime cuando EE.UU. y el grupo 5+1 (Francia, Gran Bretaña, Rusia, Estados Unidos, China) y Alemania iniciaban en Viena el sprint final de la larga rueda de negociaciones con Irán sobre su programa nuclear.
DIFERENCIAS FRANCO-ALEMANAS
Pero Angela Merkel, los países bálticos y los acreedores de Atenas dieron muestras de una obstinada intransigencia. Apareció una fractura, entre la Europa del Norte y la Europa del Sur (Francia, Italia, España y Portugal, aunque estos dos últimos se mostraron severos con Grecia). La canciller alemana fue presionada por los dirigentes de la CDU y de la CSU -los principales partidos conservadores cristianos alemanes-, virulentos partidarios del Grexit, de los cuales Merkel debe obtener consentimiento para aprobar las proposiciones griegas. Por otra parte, uno de los actores principales de la UE, Francia, por boca de François Hollande excluyó públicamente la posibilidad del Grexit. Hollande debió tomar en cuenta la correlación de fuerzas en Europa. No quiere enemistarse con Merkel, pero también sabe que parte decisiva de los partidos galos que podrían apoyarlo para su reelección presidencial en 2017, simpatizan con Syriza. Esencialmente tanto Hollande como Merkel son acérrimos europeístas, pero existe, se diga lo que se diga, el pasado contencioso franco-alemán que debe ser considerado. Hollande no podía aparecer “más pro teutón que los mismos teutones”, apuntó con sarcasmo un dirigente de filiación gaullista.
En las negociaciones de Tsipras con el Eurogrupo, en Bruselas, los acreedores y banqueros estimaron que las propuestas de Tsipras no les daban confianza e hicieron otras, que iban más allá y que mancillaban el honor y la soberanía helena. Hasta un moderado como el italiano Mateo Renzi habría exclamado, gritoneando a los alemanes: “Basta, ¿hasta dónde quieren llegar con su prepotencia?”. El periódico alemán Der Spiegel dijo que este acuerdo era “un catálogo de crueldad”. En realidad Alexis Tsipras negoció con el revólver de los banqueros en la sien, y al término de una agotadora jornada otorgó gran parte de lo que pedía la Troika y sus mandantes. El 15 de julio presentó el acuerdo ante el Parlamento griego para que se ratificara la rendición incondicional que le fue impuesta: “Firmé este texto, en el cual no creo, bajo la amenaza de un cuchillo en la garganta”, dijo ante el Parlamento heleno. Por su parte, Varufakis declaró ante los diputados: “Es un acuerdo que los vencedores impusieron y que los vencidos no deberían haber aceptado. Es un nuevo Tratado de Versalles”.
LA HUMILLACION GRIEGA
El diktat pone a Grecia bajo la tutela de los acreedores y la conmina a legislar de inmediato como una manera de restablecer la confianza. Debe aumentar el IVA de 6% a 13% en algunos sectores (hoteles y turismo) y en otros sectores a 23%. Debe a la vez realizar los cambios institucionales necesarios para recaudar de manera eficiente los impuestos. Debe rectificar el sistema de jubilación (que los banqueros consideran demasiado generoso). Debe garantizar la independencia y profesionalismo del Instituto Nacional de Estadísticas. Debe modificar el Código de Procedimiento Civil y reducir el gasto público, que debe quedar establecido en una ley. Debe reformar el mercado interno y el mercado del trabajo, alineándose según los estándares internacionales y europeos. Debe privatizar las empresas aún en manos del Estado, como la red de transporte eléctrico, puertos y aeropuertos. Debe reducir en 300 millones el presupuesto militar en los próximos dos años. Debe aumentar los impuestos a las sociedades, de 26% a 28%. Debe abrogar un gran número de leyes aprobadas desde febrero. A su vez, toda nueva ley votada deberá contar con el visto bueno de un consejo fiscal supervisado por la Troika. La demanda más sentida de Tsipras, la renegociación de la deuda, queda sometida a ciertas condiciones.
El broche de oro de este asalto a vista y paciencia de Europa lo constituye la creación de un fondo con los activos griegos, del orden de 50 mil millones de euros. La mitad serviría para recapitalizar los bancos griegos en situación de asfixia económica y la otra parte para invertir en Grecia. Este fondo será tutelado por funcionarios europeos y la Troika, que vuelve en gloria y majestad. En contrapartida del atraco, Grecia recibirá 82.000 millones de euros, en parte para seguir pagando el servicio de la deuda(3). Se trata ni más ni menos de un país soberano transformado en protectorado por la lógica neoliberal europeísta. Ello ha traído la amenaza de implosión de Syriza, como se demuestra con ocasión de las discusiones en el Parlamento heleno y la consiguiente decepción de sus militantes y simpatizantes.(4)
RECHAZO EN EUROPA
La reacción de diversos sectores no se ha dejado esperar. Los sindicatos griegos de los servicios públicos llamaron a una huelga general el día del voto del acuerdo en el Parlamento. En Europa se ha instalado un palpable malestar ante este atraco y numerosas personalidades, como el estadounidense Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, se han indignado ante este despojo programado: “Esto significa que los acreedores pueden destruir una economía europea si ésta se sale de la línea”, ha dicho. El dirigente del español Podemos, Pablo Iglesias, expresó: “Todo nuestro apoyo al pueblo griego y a su gobierno frente a los mafiosos”. Por su parte, la flamante alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, dijo: “Grecia quiere estar en Europa, quiere pagar su deuda y negociar. Pero quiere también respeto y democracia”. Jean Luc Melenchon, del Partido de Izquierda galo, afirmó: “Yo no habría firmado un acuerdo de esa naturaleza”, y recordó que “en el pasado en tres ocasiones Alemania destruyó Europa”.
Más allá de las ratificaciones requeridas por el acuerdo en los Parlamentos de la Eurozona y en Grecia -lo que no excluye un nuevo coup de théâtre- ha quedado claro quién lleva la batuta en Europa. Las consecuencias del rumbo que tomará la UE y las relaciones de los países europeos entre sí, son imprevisibles. Se delinea en el horizonte el retorno de los intereses nacionales, que nunca habían desaparecido completamente. Esta crisis habrá sido también la demostración que la austeridad es consubstancial al euro, a pesar de las ilusiones que la dirección helena pudiera haberse hecho sobre su capacidad para cambiar las decisiones que condenan a la austeridad a su pueblo. La comprensible decepción de los griegos y europeos debería ser contrarrestada con la imprescindible movilización, solidaridad y radicalización de los pueblos para enfrentar a la oligarquía europea. Ellos podrían torcer la nariz al desenlace tradicional de la tragedia clásica.
PACO PEÑA
En París
Notas:
(1) En declaraciones a The Guardian, Varufakis, partidario de una línea dura frente a la Troika, precisó que su renuncia se debió a que quedó en minoría en el gabinete griego ante Alexis Tsipras, partidario de contemporizar. Aparte de Varufakis, el ministro de Energía, el ministro delegado de Seguridad Social y el presidente del Parlamento heleno y tercer personaje del Estado griego, también se abstuvieron de votar la proposición de Tsipras.
(2) En visita a San Petersburgo, Alexis Tsipras había afirmado que Grecia tenía alternativas a la UE y que no le daba miedo “atracar en puertos más seguros”. En esa ocasión Tsipras firmó un acuerdo sobre la prolongación del gasoducto Turkish Stream -que pasará también por territorio griego-, financiado por Rusia y que será terminado en 2019.
(3) En un primer momento los banqueros y la Troika querían que dicho fondo fuera instalado en Luxemburgo, paraíso fiscal europeo. Su ex primer ministro fue el actual presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Luxemburgo es especialista en “optimizaciones fiscales”.
(4) El acuerdo firmado por Tsipras fue aprobado por 229 diputados. El número de diputados que se opusieron subió a 64 con respecto a semanas anteriores (51), y comprende 38 diputados de Syriza más Partido Comunista y Aurora Dorada. El 15 de julio, el comité central de Syriza había rechazado el acuerdo por 201 contra 109. Numerosos ministros y Zoé Konstanpuli, presidenta del Parlamento, votaron contra el acuerdo con la Troika.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 833, 24 de julio, 2015)
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