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Chiloé: luchar o morir
Al igual que en la Región de Aysén, las comunidades costeras del archipiélago de Chiloé denuncian abandono por parte del Estado. Ello se expresa en aislamiento, alto costo de la vida, falta de cobertura en salud y de educación pública de calidad. A esto se une una aguda sobreexplotación de los recursos naturales, la existencia de empleos precarios -marcados por los “salarios de hambre” de la industria exportadora de salmones que fue impuesta hace tres décadas como dominante en la economía de Chiloé-.
El monocultivo industrial intensivo de salmónidos -peces carnívoros introducidos desde el hemisferio norte- se destina en 98 por ciento a la exportación. Se inició en 1979 al alero de las políticas neoliberales impuesta por la dictadura militar. Con él se ha provocado profundos cambios en la estructura social y económica de Chile.
DE CAMPESINOS A OBREROS DE SALARIO MINIMO
El tardío proceso de industrialización en el archipiélago de Chiloé está marcado por la proletarización de su población, la disminución de la autonomía económica local, el debilitamiento de su seguridad alimentaria y un gran impacto sobre su identidad cultural. En menos de tres décadas, una sociedad de pequeños campesinos dedicados a la agricultura de subsistencia, a la pesca, ganadería o actividades artesanales, fue transformada en obreros asalariados.
El músico y profesor de filosofía Marco Uribe Andrade asegura que “durante las décadas del 70 y 80 sólo estimularon la desarticulación del campesinado y del modo de producción tradicional de la isla. Asfixiaron a los campesinos hasta destruirles económicamente, empujándolos a alimentar con mano de obra barata la industria que se instalaba como un nuevo referente, que debía acaparar, finalmente, el centro estratégico de la economía, concentrada en unos pocos propietarios”. Agrega que “durante la última crisis salmonera se presentó la coyuntura para impulsar nuevas áreas de actividad económica, volviendo a revitalizar el campesinado. Pero ello implicaba fortalecer un escenario de participación social que con toda seguridad conduce a un mayor desarrollo del isleño, pero es un obstáculo para el proyecto de mayor magnitud en resultados económicos-comerciales de esos pocos poderes transnacionales que se lo llevan todo”.
AYSEN Y EL DESPERTAR CHILOTE
La solidaridad de las comunidades del archipiélago hacia los patagones y sus demandas, marcó el inicio de un despertar chilote por sus reivindicaciones laborales, sociales, económicas y culturales. Renato Cárdenas Alvarez, historiador y antropólogo de Chiloé, afirma que “Castro, Ancud y Quellón son comunas con mucha población obrera, con muchos desempleados, con muchas carencias. Por eso, el año pasado respondieron con fuerza en las calles apoyando los movimientos estudiantiles, la lucha contra Hidroaysén y antes, a los pescadores artesanales. Las regiones del sur han sido abandonadas por los gobiernos centrales, pero cuando han encontrado en sus territorios y maritorios recursos para explotar, aparecen sus encomenderos y se apropian de estos espacios para usurpar las riquezas. Nadie sabe cuándo temblará Chiloé, pero como en los terremotos, hay mucha energía acumulada”.
Desde Castro, Marco Uribe asegura que “nuestro aislamiento geográfico no resulta tan extremo, pero la condición del maltrato insistente, permanente y persistente por parte de la administración central, evidencia una postergación que es irritante y denota cada día esa suerte de territorio ocupado, de colonia, de patio trasero. El habitante de la isla no se siente plenamente integrado al Estado de Chile. Tampoco digo que sea un anhelo del chilote, pero se avanza en la conciencia de que cualquier reacción debe ser en contra del Estado, que desde principios del siglo XIX ocupó militarmente el archipiélago y lo anexó a su administración”.
Edgardo Molina Sanzana, presidente del Colegio de Profesores, Comunal Quellón, señala que “tenemos los mismos sufrimientos de la Región de Aysén. A las autoridades no les interesa potenciar la educación pública; por el contrario, promueven el cierre de las escuelas que no son productivas, sin importar la identidad y la pertenencia de los alumnos, su realidad y costumbres”. El dirigente destaca que “en el contexto de la movilización nacional por la educación pública y gratuita, 25 colegios de Chiloé fueron tomados con apoyo de la ciudadanía. Luego se creó un lazo afectivo con las agrupaciones que apoyaron la protesta social en Aysén, lo que permitió crear una Asamblea Ciudadana en Quellón, que reivindica los derechos a educación, salud y un trabajo digno. Allí convergen los distintos sectores sociales, profesores, pescadores artesanales, trabajadores de la salud y de las empresas salmoneras, juntas de vecinos y organizaciones sociales. Hoy estamos unidos trabajando por una sociedad más justa, en contra de un modelo económico que nos oprime y esclaviza”.
Según Pedro Barría, presidente de la Federación de Funcionarios de la Salud Municipalizada de Quellón, “Chiloé es uno de los mayores productores y exportadores de salmones a nivel mundial, con lo que se benefician los grandes grupos económicos y las transnacionales, mientras sus habitantes subsisten en condiciones precarias. Los productos de primera necesidad en Chiloé son más caros porque la naviera Cruz del Sur tiene el monopolio de las barcazas en el canal de Chacao”. En medio del creciente malestar, “las asambleas ciudadanas cada vez se hacen más fuertes en Chiloé, lo que es histórico, reivindicando justicia y dignidad”.
Pedro Barría advierte que “hoy las autoridades promueven la construcción del puente sobre el canal de Chacao, pero sabemos que si un chilote tiene una fractura de cráneo aunque haya puente, muere en el camino. Por eso el principal anhelo de nuestra comunidad es la instalación de un hospital de alta complejidad en Chiloé. Además, el gremio tiene como demanda aumentar la inversión en salud pública e impedir la privatización, además de mejoras en las condiciones laborales e incentivo al retiro de los empleados”.
TEMPOREROS DEL SALMON
A cinco años del brote del virus de la Anemia Infecciosa del Salmón (conocido como virus ISA, por sus siglas en inglés), que provocó la mayor crisis económica y social en la historia de la Región de Los Lagos, el archipiélago de Chiloé no logra salir adelante. Entre 2007 y 2010 un ochenta por ciento de los 1.200 centros de cultivo de salmón cerró, dejando pérdidas por dos mil millones de dólares y veinte mil trabajadores cesantes.
La dirigenta social de Quellón, Ana Vera Arancibia, recuerda: “Durante la crisis, una de las cosas que más llamó la atención fue la aparición en las calles de mujeres que comenzaron a dedicarse a la venta de hortalizas, que son cultivadas principalmente en las comunidades huilliches, en invernaderos. También las obreras cesantes de la industria debieron convertirse en comerciantes ambulantes de un sinfín de productos. Fueron mujeres quienes levantaron las ollas comunes, para la alimentación de las familias. Las huelgas de hambre coparon el centro de Quellón durante 2011, tras liderar la mayor alza del índice de pobreza a nivel nacional, con 25,5 por ciento”. Gran parte de la población desempleada había llegado a Chiloé de otras provincias y, generalmente, no tenían un arraigo campesino, por lo que comenzó un éxodo masivo de obreros hacia sus lugares de origen u otras zonas productivas.
Los últimos dos años han estado marcados por una recuperación de la industria salmonera, que cuenta con gran apoyo estatal.(1) El presidente de la Federación de Trabajadores de la Industria del Salmón en Quellón, Gustavo Cortés, asevera que “este repunte productivo-exportador no se ha traducido en mejoras laborales. Los trabajadores aceptan condiciones y sueldos miserables para llevar el sustento a sus hogares, luego de la prolongada cesantía. Las empresas realizan contratos por obra o faena, a plazo fijo, con lo que el movimiento sindical fue debilitado. Hoy no tenemos sindicatos fuertes para negociar colectivamente”.
Agrega que “seguimos siendo mano de obra barata para una industria transnacional, que está lejos de dar cumplimiento a estándares internacionales de trabajo decente. Los obreros de Chiloé se han transformado en temporeros permanentes y los salarios no dan cuenta de las necesidades reales de los trabajadores de esta zona”.
CHILOE: “LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO”
Renato Cárdenas afirma que “Chiloé es un escenario productivo de primer orden. Es una ‘gallina de los huevos de oro’ que se empobrece antes de sacarle provecho. Se le ha explotado de manera burda, operando una economía esencialmente extractiva que ha dañado el medioambiente y ha resentido profundamente las raíces de la sociedad chilota.
En Chiloé las salmoneras provocaron un desajuste muy fuerte entre el poblador de estos archipiélagos y su territorio. El escenario fue invadido por la industria y provocó lo que se llama una desculturización, muy similar al daño que las bananeras causaron en Centroamérica, especialmente la United Fruit. Es decir, se interviene toda una sociedad y sus culturas con una nueva forma de trabajo que es exitosa en un comienzo, pero un buen día la compañía levanta campamento y se va. Deja un hoyo y ni siquiera saca la basura”.
Para Marco Uribe, “Chiloé está siendo ocupado y devastado social, cultural, económica y (...)
(1) En 2011 las compañías de la industria del salmón en Chile anotaron retornos por 2.926 millones de dólares. Según proyectan, en 2012 esperan alcanzar su mayor nivel de exportaciones, con 457 mil toneladas netas.
ISABEL DIAZ MEDINA
Este artículo se publicó completo en “Punto Final”, edición Nº 758, 25 de mayo, 2012
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