Edición 535
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Libre después de 14 años de cárcel

Sybila
y su amor por Perú

SYBILA Arredondo, viuda de José María Arguedas, en libertad después de 14 años de prisión.

Aunque quiso llegar discretamente, su presencia provocó expectación periodística. Sybila Arredondo de Arguedas volvía a Chile después de estar más de 14 años en cárceles peruanas. Sencilla, cultiva con naturalidad un perfil bajo a pesar de ser una especie de mito viviente para la gente de su generación. Musa de poetas y artistas, casada con Jorge Teillier, en un matrimonio que duró poco y dejó dos hijos, Carolina y Sebastián, a comienzos de los años sesenta se enamoró de José María Arguedas, el notable escritor peruano. A pesar de ser éste considerablemente mayor, ella lo siguió a Lima con sus hijos, en 1965. Se casaron en 1967, y Arguedas -que sufría de depresiones crónicas- se suicidó dos años después. Siempre vinculada a ambientes culturales y literarios, esta ex alumna de la Alianza Francesa no se derrumbó ante la muerte de su marido, que recuerda como un sabio encantador. Se fue a vivir a la sierra peruana contratada por la Universidad de Huancayo para hacerse cargo de sus publicaciones. Después de unos años se estableció en Lima, trabajando en las Obras Completas de José María Arguedas. Entretanto tuvo un hijo peruano, Inti Briones.
Vinculada a la intelectualidad de Izquierda, en el gobierno de Alan García en 1985, fue detenida, acusada de transportar explosivos para Sendero Luminoso, nombre que se aplica corrientemente al Partido Comunista del Perú, lanzado entonces en una “guerra popular” contra el Estado burgués, de acuerdo a su orientación maoísta. Sybila fue absuelta después de más de un año de cárcel. En mayo de 1987 fue detenida nuevamente, y una vez más absuelta luego de seis meses de prisión. Pero ya estaba en la mira de la policía y los servicios de inteligencia. Finalmente, a comienzos de 1990 fue encarcelada y procesada como colaboradora de Sendero Luminoso, lo que ella desmiente. Fue condenada a doce años de cárcel. Cuando llevaba cinco en prisión, se le abrió otro proceso por los mismos cargos que le imputaron en 1985, y de los cuales había sido absuelta. “Jueces sin rostro”, como se estilaba en el gobierno de Alberto Fujimori, la condenaron a otros 15 años de presidio.
El caso de Sybila Arredondo produjo conmoción en Perú y Chile, donde se desplegaron múltiples iniciativas solidarias. Muchas de ellas impulsadas por su madre, la escritora Matilde Ladrón de Guevara, que a pesar de su avanzada edad fue incansable en la lucha por la libertad de Sybila.

PENA CUMPLIDA

Sybila Arredondo compartió su destino con cientos de presas políticas, sufriendo el mismo trato duro y extremas restricciones. Durante años permanecían todo el día en celdas hacinadas, autorizadas solamente a salir durante 15 minutos a un patio aislado, privadas de toda comunicación con el exterior.
Las condiciones mejoraron por la presión internacional y cambiaron drásticamente con la caída de Fujimori y Vladimiro Montesinos.
Hay en marcha un proyecto de derogación de leyes inconstitucionales y se estaría ordenando la realización de nuevos juicios para los presos políticos.
Sybila Arredondo, entretanto, salió hace poco de la cárcel “con pena cumplida”, aclara sonriendo.
Usted fue detenida en 1985, por primera vez. La acusaron de actividades terroristas.
“Sí, me detuvieron el 29 de marzo de ese año. Me acusaron de transportar 200 kilos de explosivos en un volkswagen escarabajo, lo que se demostró que era absurdo. Me absolvieron después de más de un año de cárcel.
Después tuve otra detención y otra absolución.
Lo increíble es que a pesar de haber sido absuelta de las acusaciones el año 85, los mismos cargos me fueron formulados nuevamente en 1995, cuando estaba presa. Y ahí los ‘jueces sin rostro’ (y sin pruebas) me condenaron a 15 años. El fiscal pedía 5 años.
En 1990, con una amiga, una chica semiciega, fuimos a la oficina de un psicólogo en el centro de Lima. La policía allanó y nos detuvo. Me condenaron a 12 años que cumplí totalmente.
Ha sido mucha cárcel por tan poco. La verdad es que los abogados dicen que mis procesos estuvieron plagados de irregularidades. Eso explica también el dictamen del Comité de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, que dispuso que se me pusiera en libertad. No tuvo fuerza obligatoria, pero sin duda gran peso ético”.

ENAMORADA DEL PERU

¿Cuál es su recuerdo de su primer contacto con Perú?
“Me fui con mis dos hijos chicos para vivir con José María Arguedas. Viajamos en barco, lo que ahora sería insólito. Recuerdo que en ese tiempo hubo un gran accidente en el principal estadio de fútbol de Lima cuyas consecuencias mortales fueron agravadas por la policía que lanzó gas lacrimógeno a la muchedumbre. Esto proyectaba una imagen de inseguridad. Pero yo no estaba dispuesta a amilanarme. Encontré una sociedad estratificada no sólo económicamente, también desde un punto de vista cultural y racial. Eso ha cambiado poco. Pero el mismo proceso histórico ha ayudado a que se exprese mejor esta diferencia brutal, esa diferenciación social abrumadora, y ha irrumpido una lucha de clases que es cada vez más intensa, tanto por lo que pasa en el mundo como por lo que sucede en el país”.
¿Es entonces -y bajo la influencia de José María Arguedas- que usted asume la preocupación social y política que la ha acompñado hasta ahora?
“No exactamente. Mi experiencia en Chile fue muy definitoria, desde chica, desde que tuve uso de razón política. Tengo memoria bien nítida, por ejemplo, del gobierno de González Videla. Llegué al Perú con 30 años, adulta, con experiencia de trabajo, con estudios y con ideas políticas, ideas de Izquierda, orientadas por el marxismo. Cuando me enamoré del Perú, como me había enamorado de José María -que es lo mismo-, quise también entender y ayudar a resolver los problemas de su pueblo, especialmente de los más necesitados.
Llegué en tiempos de la primera presidencia de Fernando Balaúnde. Tres años después llegaron los militares con Juan Velasco Alvarado. Tenían grandes proyectos, pero aplicaron un esquema corporativo, de gremios, de trabajo conjunto de patrones y trabajadores. Quisieron imponer una estructura social diferente, pero no hicieron reformas con base popular. En el campo siguieron mandando los hacendados. Tampoco lo que se llamó reforma de la empresa. Hace muchos años en Chile se planteó el llamado ‘capitalismo popular’. Ningún capitalismo es popular, siempre es pura y simplemente capitalismo.
Estaba todavía Haya de la Torre a la cabeza del Apra, pero algunos jóvenes de Izquierda se apartaban de esa organización, gente muy valiosa. Quise saber cómo era el Perú. José María me estimuló, me enseñó a leer a Mariátegui, a González Prada, etc. Poco a poco fui entendiendo que todo era muy difícil de comprender, que había una complejidad enorme en todo el país. La frase de Mariátegui lo resume: ‘Perú es una nación en formación’. Hasta hoy no se ha solucionado el problema de la tierra, en la sierra las cosas siguen muy parecidas a como han sido siempre ya que la guerra no ha barrido con la semifeudalidad y los gobiernos tampoco. En tiempos de Velasco Alvarado se formaron cooperativas esperando fortalecer a las organizaciones campesinas. Fue al revés, se debilitó el poder político de las comunidades, que a través de las cooperativas se vincularon a un Estado lejano y ajeno, que tampoco entendía el problema del campo”.

SENDERO LUMINOSO
Y LA GUERRA POPULAR

¿Cómo aparece Sendero Luminoso y cuál es la situación ahora?
“Es sumamente complicado. Tiene que ver con situaciones objetivas de la sociedad peruana, con la falta de horizontes para los sectores populares y también, creo, con limitaciones de la propia Izquierda. Es un tema que excede, naturalmente, esta conversación. Pero hay que tener presentes algunas cosas. En Perú, en la sierra, en la zona de Huancayo y Ayacucho, por ejemplo, hubo guerrillas a principios de los sesenta. De la Puente Uceda, que venía del Apra, Lobatón y Velando, en otra zona estuvo Hugo Blanco, en fin.
Había una exigencia de cambio que no encontraba salida. En el debate ideológico comunista, las ideas maoístas ganaron terreno y permitieron articular una teoría sobre la “guerra popular” -que consideraba al Perú parecido en ciertos aspectos a China- y el cerco a las ciudades. El Partido Comunista en Perú se remonta a Mariátegui y tiene diversas expresiones. En la lucha ideológica, las posiciones del grupo de Jorge del Prado, criticadas como funcionales al sistema, quedaron a un lado. El Partido Comunista del Perú, llamado Sendero Luminoso por un pizarrón que en la Universidad de San Marcos llamaba a marchar por el sendero luminoso de las ideas de Mariátegui, se hizo fuerte e inició la guerra popular. Nadie quiere la guerra, pero es un hecho de que solamente en paz, con tranquilidad y calma, no se consigue nada para los más necesitados, y menos en sociedades estratificadas y autoritarias. Fueron años muy duros pero el PCP -Sendero, como ustedes lo llaman- ganó mucho terreno. Fujimori habló en un momento que se había producido un ‘equilibrio estratégico’. Así reconocía esta situación expresada en que incluso en muchas zonas había gobiernos de las propias comunidades orientadas por el PCP, y en otras situaciones de doble poder. Entre 1980 y 1992 se dio esta situación, que se alteró drásticamente con la captura de la dirección de Abimael Guzmán, que fue un golpe estratégico y fue casi simultánea con la detención del mando superior del MRTA. También el gobierno desencadenó una guerra en la sierra y la selva. Se ha producido, en el hecho, una derrota de Sendero y del MRTA y debe buscarse una solución política. Pienso que es hora de lucha política, y lo digo como una opinión de alguien que no es dirigente, ni nada semejante”.

PRESOS POLITICOS

¿Cuál es la situación de los presos políticos?
“Ha sido muy dura y tiende a cambiar en un proceso lento. Siguen encarcelados en la prisión naval de alta seguridad de El Callao, los principales dirigentes del PCP, encabezados por Abimael Guzmán, y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, con Víctor Polay como líder. Están en condiciones muy severas que han sido cuestionadas por organismos internacionales. También han llamado la atención hacia el hecho de que se los tenga recluidos en una cárcel militar, tratándose de presos políticos civiles.
Hubo aplicación generalizada y brutal de tortura y represión indiscriminada en muchas partes del país.
En las cáceles hay actualmente entre dos y tres mil presos, varones en su mayoría. Han mejorado las condiciones de encarcelamiento que fueron terribles. En tiempos de Alan García y Alberto Fujimori hubo dos grandes genocidios y las condiciones de reclusión eran muy rigurosas, como las que sufrieron los chilenos que siguen encarcelados.
En la búsqueda de una mayor democratización, se entrelaza la revisión de procesos y condenas y también el trabajo de la Comisión Verdad que avanzó aunque tal vez no con la profundidad que se requiere. Hay problemas de recursos y atribuciones, pero existen elementos positivos que servirán para aclarar el proceso histórico”.
Sobre su experiencia en la cárcel...
“Esa es una pregunta recurrente. A veces me la formulan preguntando por el calvario que he sufrido. Es algo que me complica. Siento que no he tenido un calvario ni en los peores momentos. He dicho, y es cierto, que he estado cerca de cosas terribles, también he vivido algunas, pero he tenido oportunidad de aprender mucho, de entender muchas cosas, de apreciar la solidaridad, la entrega y el cariño de las otras prisioneras. Muchas de ellas personas admirables, entregadas a sus ideales que siguen pensando en cómo ayudar a que los peruanos pobres salgan adelante. No es una frase: me siento parte de un proceso colectivo, mucho más grande que nosotros, y eso es algo que no se debe perder de vista”.
¿Y el futuro?
“Creo que estaré en Chile unos meses. Después volveré a Perú. Espero retomar mi trabajo con las Obras Completas de José María Arguedas, que cada día es más considerado un escritor muy importante y no sólo en Perú. Tengo mucho avanzado pero falta un trabajo de referencias, notas y cotejo de ediciones. Y, lo que es más serio, falta resolver la parte material de la publicación de los tomos que faltan. No quiero apartarme de mis preocupaciones sociales, y menos dejar de lado la situación de los presos y presas políticos y la búsqueda de soluciones a las secuelas y consecuencias de lo que han pasado”

HERNAN SOTO

 

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