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30 de julio de 2001

LA HABANA ERA UNA FIESTA


Más de un millón doscientas mil personas participaron en La Habana en la marcha del 26 de julio por el 48¼ aniversario del asalto al cuartel Moncada. En una mañana refulgente de sol, esta impresionante demostración del espíritu patriótico y revolucionario del pueblo cubano, recorrió durante tres horas el malecón del borde costero de la capital. La marcha pasó frente al edificio de la antigua embajada norteamericana, reducida hoy a una Sección de Intereses de Estados Unidos. Al frente de la bulliciosa columna, alegre y combativa en sus consignas y que hacía flamear miles de banderas, marchaba Fidel Castro Ruz. El mismo líder carismático que hace casi medio siglo, al frente de un puñado de hombres y mujeres audaces, condujo el asalto a la fortaleza militar de Santiago de Cuba. Los revolucionarios de 1953 se proponían convocar a una insurrección popular contra la dictadura del general Fulgencio Batista. En marzo del año anterior Batista había abortado un proceso electoral derrocando al gobierno de Carlos Prío Socarrás, minado por la corrupción. Los crímenes del régimen de Batista llevaron a la exasperación a los cubanos. Los mecanismos democráticos estaban cerrados. Los partidos políticos se habían sumido en la podredumbre, perdiendo toda legitimidad. El gobierno de Washington había reducido al país a la calidad de una colonia y la mafia norteamericana había instalado una red de garitos y burdeles. En esas condiciones, el joven abogado Fidel Castro organizó en secreto a los sectores más radicalizados de la oposición y con ellos intentó un levantamiento insurreccional. El asalto al Moncada, con el objetivo de apoderarse de su arsenal para armar al pueblo, fracasó. La mayoría de los revolucionarios fueron asesinados. Los pocos sobrevivientes capturados fueron enviados a prisión. Sin embargo, el asalto desencadenó un proceso revolucionario y desató las fuerzas populares contenidas y dispersas. El alegato de Fidel Castro ante el tribunal que lo envió al presidio de Isla de Pinos, conocido como "La historia me absolverá", se convirtió en el programa y acta fundacional de una organización revolucionaria que atrajo a la juventud cubana. El Movimiento 26 de Julio llevó adelante la lucha guerrillera e insurreccional en las montañas y ciudades, sumando a otras fuerzas políticas. El 1¼ de enero de 1959 el Ejército Rebelde -surgido del embrión armado que tres años antes había regresado a Cuba en el yate "Granma"- derrotó a las fuerzas armadas y a la policía de Batista, obligando al dictador y a sus secuaces a huir de la isla. En octubre de 1960, Estados Unidos inició contra Cuba el bloqueo económico y comercial más duro y prolongado que ha padecido un país en toda la historia. La prohibición, que incluye medicinas y alimentos, ha significado a Cuba pérdidas que se calculan en más de 70 mil millones de dólares. Washington, asimismo, desarrolló en estos 42 años todo tipo de acciones agresivas. Desde la invasión mercenaria de Bahía Cochinos hasta el apoyo logístico a bandas armadas en la Sierra del Escambray, desde incontables planes de atentados contra la vida de Fidel Castro y otros dirigentes, hasta el sabotaje a la economía en un cruel intento de rendir por hambre al pueblo cubano, desde la expulsión de Cuba de la OEA y todo tipo de presiones para conseguir su aislamiento internacional, hasta una implacable y persistente campaña de desprestigio y tergiversación de la revolución. Todo lo han intentado sin éxito los gobiernos norteamericanos desde Eisenhower a George W. Bush. Sin embargo, la revolución cubana no ha cesado de fortalecerse y enfrentó con éxito todas las agresiones y circunstancias adversas, incluyendo el súbito derrumbe del campo socialista que fue su principal apoyo y casi único mercado para su comercio exterior. Fue una lucha de David contra Goliat, inspirada en las ideas de José Martí, el apóstol de la independencia cubana. El pueblo se organizó, aceptó el reto del imperialismo y resiste a pie firme. Su revolución, enclavada en la esperanza de América Latina, se ha convertido en bandera de las luchas de los pueblos y en un desafío a la arrogante mundialización del capitalismo.
La victoria del pueblo cubano se puede medir en las propias palabras de los rectores de la globalización. James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, por ejemplo, ha elogiado los avances de Cuba en materia de salud y educación. "Deben ser felicitados por lo que han hecho", dijo Wolfensohn. La tasa de mortalidad infantil es de 7 por cada mil nacidos vivos, igual que la de Estados Unidos, y la tasa de analfabetismo es solo comparable con las naciones industrializadas. Philip Brener, experto en asuntos cubanos de la American University, comentando los elogios del presidente del Banco Mundial, dijo: "el éxito de Cuba es más notable porque se ha producido durante 40 años de hostilidad de Estados Unidos y tras el derrumbe de sus acuerdos comerciales luego de la desaparición de la URSS". Ante la fortaleza y buena salud que muestra la revolución cubana, se han abierto en Estados Unidos serios cuestionamientos políticos y empresariales al bloqueo.
En estos momentos -como señala el presidente Fidel Castro en su saludo a la edición 500 de "Punto Final"-, Cuba se encuentra empeñada "en una gran batalla de ideas" y "en la lucha por nuestra identidad y supervivencia". Esa lucha, sostiene el líder cubano, "no terminará hasta que logremos echar abajo las leyes que sostienen el criminal bloqueo y la guerra económica de Estados Unidos contra nuestro país".
Esa no es la decisión de un solo hombre, aunque éste tenga la talla histórica de Fidel Castro. Movilizaciones del pueblo cubano como la del 26 de julio demuestran que en realidad son millones de hombres y mujeres los que comparten esos propósitos. Washington ha apostado a que la desaparición de Fidel Castro marcará el punto de quiebre de la revolución. Las voces de millones de cubanos están indicándole su error. Quizás su eco alcanza a oirse en el corazón del imperio. El malecón de La Habana -por cierto- no está tan lejos de la costa de Estados Unidos.


PF


 

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