30 de julio de 2001
El lenguaje de las piedras
 EL mural "Forma Marina" a un costado del terreno de la ex Feria del Mar. | |
En el barrio de Recreo, en uno de los cerros de Viña del Mar, tiene su estudio María Martner, una de las artistas más originales surgidas en este país y una de las más olvidadas. En 50 años de vida creativa, recién hoy se apresta a editar un libro con fotografías de su obra.
Raro, pues el arte de la Martner está a vista y paciencia de muchos en las principales ciudades de Chile. Un mural en piedra en Playa Ancha, en los terrenos que pertenecieron a la Feria del Mar (ver PF 470); otro en Chillán, otro en Valdivia, en la Universidad Austral; otro en la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. Decenas de mosaicos realizados con distintos tipos, colores y formas de piedras. Agatas, jades, granito, lapislázuli, cuarzo, basoalto. Muralismo en piedra. Arte milenario. Versión latinoamericana de los realizados por romanos y bizantinos en la antigüedad.
Nacida el 26 de noviembre de 1925, en Santiago, en una familia acomodada pero abierta a nuevas formas de pensar. Su padre, Daniel Martner, fue rector de la Universidad de Chile, radical y masón.
María Martner desde muy niña sintió atracción por las piedras. Su familia poseía minas en el norte y un tío, Zacarías Torreblanca, ingeniero, le pedía que le acompañase a explorar. Ella recogía, miraba y comparaba piedras. Tanta era su pasión por el más sencillo de los elementos que en 1941, estudiaría Química y Biología en la Universidad de Chile. "Mi objetivo era el estudio de las piedras, a través de la cátedra de química inorgánica", cuenta hoy en su taller. "Me hubiera gustado estudiar mineralogía, pero en esa época no era bien visto que una señorita estudiara lo relativo a las minas".
La conversación con María Martner fluye hacia recovecos inesperados. Nombres y lugares se suceden en curiosa asociación. Su taller es un micromundo, pero también un cerebro, donde las imágenes, artísticas y personales, están en cada vericueto. De esto tratará el libro que se publicará a fines de año. Hay para contar toda una historia de amor por las piedras.
Quizás esta sea una de las marcas fundamentales del trabajo de María Martner: la relatividad del tiempo, por obra del movimiento en sus imágenes. La composición de murales y vitrales es movimiento puro. Así, el poncho del OHiggins arrotado, que es el centro del mural ubicado en la plaza de Chillán Viejo, es una espiral energética, una tromba. O los niños del mural de la escuela México de Talcahuano, arman una ronda que simboliza la hermandad de los pueblos. Debe ser por eso que el arte de María Martner recuerda la silenciosa solemnidad de lo muy antiguo.
Tras un año en química, entró a estudiar en la escuela de Bellas Artes. Es 1942. "Chile no tiene una historia muralista por eso fue un privilegio estudiar con Gregorio de la Fuente y Lily Garafulic. De la Fuente era ayudante del gran maestro del mural chileno, Luis Herrera Guevara. Además, él tiene un gran fresco en la estación de Chillán", María Martner se detiene en su recuerdo y, levemente apesadumbrada, comenta: "El murió hace muy poco, pobre y olvidado. Jamás le dieron el Premio Nacional de Bellas Artes".
En 1945, casada con el médico Francisco Velasco, también pintor y escritor, se traslada a Viña del Mar a la escuela de Bellas Artes. A la capital volvería sólo a trabajar y exponer puntualmente.
Reservada como era, es probable que sin el empuje de su amigo Pablo Neruda, jamás hubiera presentado sus primeros mosaicos en piedra. La artista recuerda: "Tenía mi taller desde los 13 años pero no se me pasaba por la cabeza la idea de mostrar mi trabajo. Neruda se encargó de conseguir la sala (la del Ministerio de Educación), hacer el catálogo y todo".
María Martner regaló varias veces su arte a Neruda. Hoy en el taller de la artista se encuentra un retrato, con el clásico perfil del poeta, hecho de piedras, que éste había traído de sus viajes. Obras visibles son el camino de los peces y la chimenea en la casa de Isla Negra, amén de otros objetos en La Sebastiana, del cerro Florida de Valparaíso. En reconocimiento, Neruda traduciría el arte de María Martner a su idioma. Para su primera exposición le dedicó el poema "Piedras para María", contenido luego en el libro "Las piedras de Chile".
En su arte, los elementos se conectan como acaso lo estuvieron hace millones de años. Piedra en mar, flujo cordillerano. "Para mí la cordillera es una de las cosas más increíbles que tiene Chile. Y este país tiene piedras extraordinarias como el lapislázuli. La cordillera no es sólo una gran cantera de donde salen piedras, sino que está todo... Formas, colores, ammonites", dice. No es extraño que podamos ver su arte también como una explosión volcánica, donde las piedras multiformes hacen surgir figuras desde lo desconocido, desde lo profundo, desde lo muy nuestro.
Para ella, el mural ha nacido con ganas de releer la historia. Cita como ejemplos a los muralistas mexicanos del siglo pasado que cantaban loas a la revolución de su país. "Es el mismo deseo que yo tengo al demostrar en mi trabajo cómo OHiggins luchó junto a la gente del pueblo. En esa época no existía una escuela militar. Bueno, yo no puse militares en mi mural (de Chillán Viejo). OHiggins era un hombre de pueblo, maltratado. Era el huacho Riquelme".
Los trabajos de María Martner proliferarían en las décadas siguientes. Comenzaría a dar clases en la Escuela de Arquitectura de la antigua Universidad de Chile, sede Valparaíso. En 1970, Salvador Allende le encargó construir una versión del escudo chileno, utilizando la rica cromía de las piedras que se encuentran en el territorio nacional, en el frontis de la residencia de Tomás Moro. Ese registro sería progresivamente destruido tras el golpe militar, hasta ser totalmente cubierto por una capa de cemento.
Si algo molesta a María Martner es el anonimato al que ha sido sometido su arte. Durante la dictadura, su familia sufrió las peripecias de cualquier simpatizante de Izquierda. Hoy en su estudio se pueden ver sendos vitrales dedicados a la Vicaría de la Solidaridad y a Sebastián Acevedo "Yo sentí en carne propia lo que él vivió. Mi marido estuvo preso tras el golpe. A mi hijo lo torturaron. A mi hija, María Eugenia, la estuvieron persiguiendo, se salvó por milagro".
"Durante la dictadura se me negaron salas donde exponer porque sabían que yo estaba en contra de los milicos. Me encerré en mi taller a trabajar. Me dije: Estos desgraciados no nos van a aplastar".
En un reportaje aparecido en "El Mercurio" de Santiago pusieron una fotografía de su mural en Valdivia al lado de imágenes de obras de Gaudí. El pie de foto revelaba ignorancia. "Me pusieron al lado de los grandes y al momento de aludir a mi mural, lo llamaban piedras artísticamente dispuestas sin nombrar al autor".
En los 90, María Martner realizó un importante taller de vitral en el cerro Cordillera de Valparaíso. Además, colaboró con la iglesia La Matriz en la restauración de los vitrales del templo. Su acercamiento al vitral fue bajo una óptica propia. A los vidrios cromados sumó las piedras que traslucen. El interés por la luz venía dado por su preocupación frente a la opacidad de las piedras en los murales. "Yo trabajo el vitral con una expresión diferente. La soldadura es más fuerte. Utilizo planchas de cobre. Las soldaduras son gruesas y queda todo bien estructurado".
Sin quererlo, a principios del año pasado se vería envuelta en una polémica cuando un grupo de jóvenes se tomó los terrenos de la otrora Feria del Mar, en Playa Ancha, para instalar un parque del arte y levantaron como exigencia la mantención del mural "Forma Marina" en el centro del terreno (ver PF 470). Cuando las empresas finalmente entraron al terreno, a finales de marzo del 2000 a los jóvenes, principalmente del Centro Cultural Playa Ancha, les cayó como balde de agua fría la información de que ella había autorizado el traslado del mural a una zona periférica del parque.
María Martner no estaba enterada del todo. "No entendí bien lo que ocurrió. Nunca supe que mi mural era una bandera de lucha de los jóvenes", dice y se lamenta. "Varias veces estuve a punto de destruir el mural porque era una polémica que no entendía, que nadie me explicó. Mi hija me lo vino a explicar todo tiempo después". Pero era tarde. "Yo estoy muy agradecida de los jóvenes que se tomaron ese recinto. La empresa puso ahora una plancha de bronce con mi nombre al lado del mural. Quieren dar a entender que salvaron el mural".
Los murales en piedra se arriesgan a muchas cosas. Una, es que al estar en las calles no son percibidos, por quienes transitan, como obras de arte. Muchos ignoran quién es el autor. Y viene el vandalismo. María Martner tiene otra opinión: "A mí me ha tocado trabajar en andamios por lo que tengo mucho contacto con la gente que pasa y se paran a felicitarme. En Playa Ancha la gente me decía: Qué bueno lo que nos está regalando".
Y venía el mensaje, porque en "Forma Marina" la artista no sólo plasmó la vida oceánica situada algunos metros más allá, sino que la facilidad de este arte: está hecho con las piedras de la playa vecina. O sea, con piedras como estas, usted también puede hacer algo.
FELIPE MONTALVA